Murió Anthony Quinn, un mexicano que supo vivir

Nació con la revolución mexicana, fue boxeador, participó en 150 películas y ganó dos Oscar.

El actor Anthony Quinn, oriundo de Chihuahua (México), héroe y villano en un centenar de películas y padre de 13 hijos falleció en Boston a los 86 años por un fallo respiratorio. Actor dinámico y prolífico, durante sus casi 60 años de carrera en la cinematografía personificó casi todo tipo de caracteres exóticos.

Quinn nació en plena revolución, el 21 de abril de 1915, de padre irlandés y madre mexicana, y tuvo una breve carrera como púgil antes de entrar en el mundo del cine en 1936.

Desde entonces, apareció en unas ciento cincuenta películas, entre las que se cuentan «Zorba el Griego», «¡Viva Zapata!», y «Lawrence de Arabia».

Durante su carrera artística, Quinn apareció en más películas con otros actores distinguidos con Oscar que cualquier otro ganador de esos premios, en total 28 actores y 18 actrices.

El alcalde de Providence, en Rhode Island, Vicent Cianci, un viejo amigo de Quinn, dijo que el actor falleció a causa de un fallo respiratorio.

Quinn, quien en 1990 se sometió a una operación de desvío coronario, se convirtió en ciudadano de Estados Unidos en los años cuarenta, y durante su contrato con Paramount hasta 1940 representó principalmente papeles de pistolero o indio.

Entre las películas de esa etapa de la vida de Quinn se cuentan «The Plainsman» (1936), dirigida por Cecil B. De Mille, quien se convirtió en suegro del actor al año siguiente, y «Waikiki Wedding», «El último tren desde Madrid», «La hija de Shanghai», «El Bucanero», «Rey del Barrio Chino», «El rey de Alcatraz» y «El camino a Singapur».

Durante los años de la segunda guerra mundial, Quinn trabajó principalmente para Warner Brothers y 20th Century Fox.

Su papel como el hermano de un revolucionario mexicano, representado por Marlon Brando en «¡Viva Zapata!», le ganó a Quinn su primer Oscar, en 1952.

En 1954, Quinn personificó a un personaje de circo ambulante en el clásico de Federico Fellini «La Strada», y ganó su segundo Oscar en 1956 por su personificación del pintor Paul Gauguin en «Pasión por la vida».

En 1957 fue «El jorobado de Notre Dame», con Gina Lollobrigida como Esmeralda.

La carrera de Quinn tuvo desde los años cincuenta una racha de triunfos y papeles destacados y en 1962 se adjudicó otro Oscar por su actuación como jefe beduino en «Lawrence de Arabia», de David Lean. Pero fue quizá el Oscar de 1964 el que mejor premió la verdadera personalidad, el temperamento y la presencia del actor por su papel en Zorba el Griego, en la cual personificó a un hombre común que demostraba que sabía cómo vivir la vida en plenitud.

Casado tres veces, procreó 13 hijos. En 1937 se casó con la hija del magnate del cine Cecil B. De Mille, Katherine, siguiendo luego con Yolanda Addolori en 1966, con la que tuvo un escandaloso divorcio en 1997, tras lo cual se casó con Kathy Benvin, su joven secretaria, con la que tuvo dos hijos. (EFE, Reuters, ANSA)

Una figura legendaria

El actor mexicano Anthony Quinn fue reconocido como una de las figuras legendarias del cine.

Quinn nació en plena revolución el 21 de abril de 1915 en Chihuahua, México, en un hogar formado por el obrero ferroviario irlandés Francesco Quinn y la mexicana Manuela Oaxaca.

Sus planes eran ser arquitecto y luego marinero mercante antes de que el destino lo desviara a Hollywood, donde se convirtió en actor de cine y teatro.

Trabajó en casi 150 películas, la primera de ellas en 1936, y ganó dos premios Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Durante años desempeñó pequeños papeles en el cine, encasillado en estereotipos de presidiario y gángster, pero en 1952 cambió su suerte con el papel de Eufemio Zapata, el hermano de Emiliano Zapata, en la película «Viva Zapata», con la que ganó su primera estatuilla dorada.

El galardón le dio fama internacional, llamando la atención de realizadores como los italianos Dino De Laurentiis y Federico Fellini.

Quizás el papel más memorable de su prolífica y exitosa carrera fue en «Zorba el griego», donde en el papel de un hombre común y corriente demuestra que sabe cómo vivir la vida a plenitud.

Además de actor, Quinn demostró sólidamente que era un pintor y escultor de categoría, especialmente con la exposición de sus obras que hizo en 1982, que le dejaron dos millones de dólares.

Otras películas que destacaron en su filmografía fueron «Ulises», «Atila», «La Strada», «Sed de vivir» (su segundo Oscar), «El jorobado de Notre Dame», «Lawrence de Arabia» y «Las sandalias del pescador». Casado tres veces, procreó 13 hijos. (Reuters)

Exitos y ruidosos fracasos

Anthony Quinn fue un autodidacta de una cultura ilimitada, lector insaciable y metódico, tocaba la guitarra y el clarinete, también pintor y escultor con éxito. Estudió actuación en el Polytechnic High School y por su dedicación debutó profesionalmente en 1935, en una obra teatral en el rol principal, Mae West. El debut en el cine llegó dos años después en «The plainsman», de Cecil De Mille, como un indio cheyenne.

Su inagotable dinamismo y su eclecticismo -coleccionaba obras de arte y hablaba cinco idiomas- lo llevaron a dirigir el filme «The Buccaneer» (El bucanero), en 1938, con Yul Brinner y Charlton Heston. «Un desastre total que costó cinco millones de dólares», admitió después.

Su pasión por la pintura nació de pequeño, frecuentó varios cursos de pintura y arquitectura en Los Angeles y vendió su primer retrato del actor Douglas Fairbanks a 12 dólares.

En 1995 el actor mexicano trabajó en la película de su connnacional Alfonso Arau «A walk in the Clouds» (Un paseo por las nubes).

Jamás dejó de trabajar, escribió una autobiografía, y su último filme «Oriundi» (1999), filmado en la ciudad brasileña de Curitiba, fue estrenado el año pasado, en el cual interpretó a un inmigrante italiano en Brasil, que a los 93 años se reencontró con su familia (ANSA)


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