Oscar Wilde, gloria y reivindicación
Su vida fue una novela. La gloria y el ocaso, todas estas pasiones conoció el autor de “El retrato de Dorian Gray”.
“He puesto todo mi genio en mi vida y solo mi talento en mi obra”, supo decir Oscar Fingal O´Flahertie Wills Wilde , luego célebre como Oscar Wilde cuando, nacido Irlandés, pasó a convertirse en el centro de la vida mundana y literaria de Inglaterra a la que desafió en sus victorianas costumbres, un desafío que lo llevó a un escandaloso proceso por su forma de vida.
Pero el tiempo y la deslumbrante calidad de su obra trascendieron la pacatería y hoy es reconocido como uno de los más maravillosos poetas de lengua inglesa en todo el mundo.
La vida de Wilde es una novela y como tal ha desafiado el tiempo y los prejuicios hasta convertirse en prototipo de un estilo que se funde en una obra de arte totalizadora, algo que el poeta intuyó desde el principio cuando estudiaba en Portora el Magdalen College y en Oxford transformando su entorno por obra y gracia de su genio como conversador y escritor dueño de una “voz de oro” y de medios tales como las paradojas y epigramas que formalizaron sus proverbial ironía.
Con esas virtudes el muy joven Wilde hizo caer de rodillas a su maestro y célebre esteta Walter Pater hablando de Grecia y ,luego, tendría a sus pies a toda la sociedad británica con obras como “El abanico de Lady Windermere”, “Un Marido Ideal”, “La Importancia de Llamarse Ernesto” o esa novela siempre actual que dirime la dualidad entre el espíritu y la acción o licencia y moral que es “El retrato de Dorian Gray”.
Oscar Wilde nació en l854 y murió en l900 en París e medio del aprobio y la desolación, después de dos años de trabajos forzados en la cárcel de Reading, lugar donde lo llevó el proceso que tuvo con el marques de Qeensberry por su relación con su hijo Lord Alfred Douglas, una relación que descubrió la homosexualidad del escritor (casado y con hijos) a los ojos del mundo y de esa sociedad que había desafiado, en medio de un escándalo que lo transformó en un proscripto vilipendiado y olvidado. Algo dantesco para este dandy, calificado de “apostol del la belleza”, transgresor de costumbres , refinado gourmet en lugares como Casa de Willis, el Café Royal, el Albermale Hotel, el Dorchester o el Savoy de Londres, los mismos lugares que hoy son atracción turística en el recuerdo de sus fanáticos, que, tal vez lo evoquen paladeando uno de sus platos favoritos, los hortelanos a la Chambertin.
“La expiación propia puede ser fecunda, el castigo social ,por el contrario, esterilizante.
Esa es la diferencia. Y el caso Wilde ,su vida y su obra patentiza bien expresivamente los dos efectos. Es por esto ,sobre todo ,por lo que resulta ser ejemplar,” dice el ensayista Juan Gil-Albert .En realidad esa expiación está inserta en esa obra magnífica destinada a Douglas escrita como carta desde su celda que se llama (De Profundis) “La Balada de la Cárcel de Reading”.
El escritor Robert Merle señala de Wilde que, “con una clarividencia, puede que también con la lucidez particular de ciertos impulsos, percibió el revés de los valores de la civilización victoriana ,el revés de la acción y de las emociones morales que supone la acción. Como ninguno de sus mayores lo había hecho, fundó la supremacía del arte sobre el desprecio declarado de esos valores”.
Por todo esto Oscar Wilde fue castigado y se transformó en el chivo expiatorio de ese “amor que no quiere decir su nombre”, perdió familia, bienes, fortuna y salud, sólo unos pocos amigos siguieron a su lado. Quedaban atrás sus piezas teatrales magníficas , sus ensayos sobre el socialismo y el cristianismo, sus poemas premiados como Rávena y La esfinge, sus cartas, sus conferencias que impactaron a Estados Unidos y esas conversaciones que, según parece superaban todo lo escuchado.
En la actualidad todo es distinto y la gloria parece volver con todo ese estilo que el poeta ,escritor y dramaturgo prefería. Jorge Luis Borges que lo admiraba con pasión dijo “en todo lo que decía Oscar Wilde tenía razón” y periódicamente se llegaba en París el cementerio de Pére Lachaise donde descansan los restos del escritor, algo que sigue haciendo María Kodama.
Borges ya había descubierto hace tiempo lo que ahora descubren los británicos, el enorme talento y el inigualable sentido de lo exquisito de Wilde. El escritor que se definía como un “artista de la existencia” fue un avanzado en muchos sentidos y por fin los entendieron en Inglaterra donde desde l995 su nombre figura en el Rincón de los Poetas en la Abadía de Westminster cerca de Shakespeare y Dickens en una vidriera emplomada en forma de diamante.
El reconocimiento lo destacó el poeta irlandés Seamus Heaney de la Academia de Letras de Irlanda y también el periodista inglés del Financial ,Martin Hoyle como una suerte de paradoja digna de Wilde, ya que hasta la iglesia Anglicana en la voz del reverendo Paul Ferguson señaló su “ pasión por la integridad del individuo y en contra de la hipocresía”. Mientras tanto la comunidad homosexual con el actor y activista Ian McKellen consideró que la vidriera – homenaje se ha transformado en “un lugar de peregrinación para los miembros de las comunidades gay”.
Los actores Judi Dench y Michael Denison así como el gran sir John Gielgud leyeron partes de obras de Wilde y su nieto Merlin Holland, quién todavía no puede llevar el apellido ilustre, consideró que la rehabilitación llega tarde. Aspectos de estos actos se pueden ver por los cables del mundo, mientras cientos de versiones de sus obras se realizan en Londres en el marco de dilatados homenajes, y más de l0 biografías y films biográficos causan sensación en la capital británica y el mundo.
Desde su tumba Oscar Wilde debe contemplar ésta parafernalia un tanto atónito e irónico, perdonando a los mortales por omisiones y exageraciones. Al salir de la cárcel ya estaba desencantado de la estupidez humana y escribió “ llamamos a nuestra época utilitaria, y apenas conocemos la utilidad en nada.
Hemos olvidado que el agua limpia, que el fuego purifica y que la tierra es madre de todos nosotros y, por eso, nuestro arte pertenece a la luna y juega con las sombras, en tanto que el arte griego es un arte solar y trata directamente de las cosas. Tengo la seguridad de que en las fuerzas elementales está la purificación, y deseo volver a ellas y vivir en su presencia”.
Julio Pagani
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