Trabajo sexual y acceso a la salud

ELENA REYNAGA (*) Periodismo Social

La lucha por la mejora en el acceso a la salud para las mujeres trabajadoras sexuales tuvo lugar en la Argentina a partir de la organización, de empoderarnos como mujeres trabajadoras sexuales y de darnos cuenta de que teníamos derechos, derechos que por falta de educación y conocimiento y por las condiciones mismas de pobreza desconocíamos y por lo tanto no reclamábamos, porque uno puede reclamar sus derechos sólo si antes los conoce. A partir de la organización logramos mejorar el acceso en algunos hospitales, donde nosotras mismas capacitamos al personal para que nos atendiera en primer lugar como personas, humanamente, como es el derecho de cualquier persona, y luego como mujeres trabajadoras sexuales, con las particularidades de nuestro trabajo. Es muy importante que los médicos sepan que somos trabajadoras sexuales, tenemos especificidades que no son sólo las infecciones de transmisión sexual; existen, por ejemplo, alergias al material del condón, algo común y de simple tratamiento pero que a alguien que lo usa con una alta frecuencia puede generarle mucho malestar. Es algo sencillo de tratar; sin embargo, si el médico desconoce la realidad de las trabajadoras sexuales, si la compañera no puede decir cuál es su trabajo, entonces el tratamiento y la cura se complican. Por eso es importante tener profesionales capacitados. Nosotras no queremos una atención especial sino de calidad y con calidez, como merece cualquier ser humano. No queremos libreta sanitaria obligatoria, sino una atención de la salud humana y una conciencia de las mismas trabajadoras sexuales sobre la importancia de la atención de su cuerpo, y no sólo por los clientes sino en primer lugar por ellas mismas como mujeres. Tenemos problemas como cualquier mujer, por eso exigimos una atención integral de la salud; no queremos que nos vean sólo como “vaginas caminantes”: necesitamos también atención emocional. Es importante que tengamos atención psicológica para que nos curen el alma, para tener contención frente a la discriminación y la exclusión que cotidianamente vivimos. Con la cabeza bien, puedo cuidarme, respetarme y controlar mi salud. En las políticas públicas para el sector todavía falta avanzar, las trabajadoras sexuales aún no logramos ser convocadas e integradas en el diseño de las políticas. Sí conseguimos, en cambio, gestionar y llevar adelante el Centro de Salud Integral “Sandra Cabrera” en la ciudad de La Plata, un centro abierto a la comunidad y pensado y dirigido por las propias compañeras trabajadoras sexuales que recibe financiamiento del Ministerio de Salud en la provincia de Buenos Aires. En la actualidad existe una planificación estratégica y legislaciones que nos atienden, pero en la práctica no son aplicadas; lamentablemente, para este gobierno aún no tiene prioridad la mejora en la atención de la salud y el HIV. Por otro lado, hay otra cuestión que nos afecta en este tema y que tiene que ver con los medios y la forma en que nos tratan, alimentando la discriminación y el estigma. Los medios suelen vincular a las trabajadoras sexuales con las drogas y el delito, se mezclan los temas y no hay una mirada desde lo humano toda vez que el trabajo sexual no es delito. Esta forma de construir las noticias periodísticas tiene que ver con los prejuicios que existen sobre la realidad de las trabajadoras sexuales. Pareciera que los periodistas van siempre por el camino más corto, no averiguan, ellos mismos no se informan para informar. El hecho de ser periodista no implica una visión total de la realidad, y a esto se suman los prejuicios de los trabajadores de prensa que, como parte de la sociedad, también sostienen. Es evidente que el trabajo periodístico desde esa postura no favorece la realidad de nuestro sector; al contrario, alimenta y contribuye a la exclusión y discriminación que ya vivimos. En este sentido se ve claramente que en los discursos de los medios a los hombres que consumen nuestros servicios, que son los que demandan, no se los tiene en cuenta ni se los juzga; sin embargo, hacia nosotras la crítica es feroz. Los periodistas deben informar y para informar ellos mismos deben informarse, respetando a las mujeres trabajadoras sexuales tanto como a cualquier otro trabajador, lejos del machismo y la misoginia. Para empezar, sería muy bueno que los periodistas respetaran el nombre que cada organización se da para nombrarse a sí misma; en nuestro caso somos mujeres trabajadoras sexuales, este nombre es parte de nuestra identidad y como tal debe ser respetado, incluso más allá de los posicionamientos u opiniones personales que cada comunicador tenga. (*) Secretaria general de Ammar (Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas) y secretaria ejecutiva de la Redtrasex (Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y El Caribe)


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