¿Una criminología verde para defender el medio ambiente?

Martín Lozada*


Procede de la criminología crítica y escapa a las limitaciones que posee la criminología tradicional, orientada mayoritariamente sobre el ser humano.


La dinámica industrial y la opción por un crecimiento económico exponencial e ilimitado producen daños sistemáticos e irreversibles en el ecosistema.

Daños que afectan y amenazan las funciones vitales de la naturaleza y la reproducción de la vida, capaces de dar lugar a una crisis ambiental que es ecológica y social. Por tal motivo, merece ser definida como medioambiental.

“Medio” en tanto contexto en el que vive una persona, animal o cosa. “Ambiente” como el conjunto de factores que actúan sobre los organismos y comunidades ecológicas, determinando su forma y desarrollo.

Los derechos medioambientales se encuentran indisimulablemente vinculados a los derechos humanos. Ello es así, pues la protección de los primeros constituye una condición previa e ineludible para el pleno disfrute de los segundos.

Pocas dudas caben en relación a que la cuestión medio ambiental requiere de un renovado enfoque económico y filosófico, capaz de dotar a la modernidad tardía de una nueva racionalidad productiva.

Una racionalidad respetuosa de los límites inherentes a las leyes de la naturaleza, así como de los entornos ecológicos y la creatividad humana.

En este contexto cabe preguntarse si el saber y la práctica criminológica están en condiciones de efectuar un aporte para lograr una racionalidad tal.

La pregunta no es ingenua, teniendo en cuenta la cuasi nula utilidad de los sistemas penales cuando de macrocriminalidad y delitos ecológicos se trata.

La respuesta invita a considerar la llamada criminología “verde”. Su surgimiento en el ámbito académico anglosajón respondió a la necesidad de examinar los principales problemas medioambientales de nuestro tiempo y cómo se conectan con la economía política del capitalismo.

Procede de la criminología crítica y escapa a las limitaciones que posee la criminología tradicional, orientada mayoritariamente sobre el ser humano.

Sus investigaciones poseen aristas varias. Entre ellas se destacan las centradas en los comportamientos que atentan contra de la naturaleza y los animales no humanos.

El estudio de los daños contra estos últimos es un tema que requiere su particular atención y que, simultáneamente, ilustra acerca de los límites de las teorías criminológicas tradicionales.

Desde esta orientación se hace hincapié en el principio de responsabilidad intergeneracional, según el cual las actuales generaciones tienen la obligación de asegurar la equidad medioambiental para las futuras, a fin de que alcancen un nivel de vida igual o preferiblemente mejor al del presente.

Incorpora, además, una mirada innovadora respecto de las infracciones cometidas por ofensores complejos -corporaciones y Estados- en contra de grupos de víctimas que se encuentran dispersos en extensas zonas territoriales.

Entre aquellas, muy frecuentemente, poblaciones campesinas y pueblos originarios con una variedad de vínculos con el entorno, los que suelen diferir con el habitualmente mantenido por quienes residen en centros urbanos.

Acaso una criminología orientada sobre renovadas reflexiones y, a un mismo tiempo, capaz de brindar métodos de trabajo más eficientes logre finalmente aportar a la multidisciplinaria tarea de repensar el medio ambiente en un contexto de crisis.

*Doctor en Derecho, profesor titular de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN)


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