«¡Vení conmigo!»

Por Carlos Torrengo

ctorrengo@rionegro.com.ar

Cuentan que la invitación vino del presidente.

Y dicen que Pablo Verani se sorprendió primero, luego se bañó en halago.

Piel, cerebro y corazón le dicen al rionegrino desde muy lejos en la historia, a quien nunca le agradó el político Néstor Kirchner.

¿Por qué?

Durante años, siendo ambos gobernadores, siempre resultó complejo establecer las razones del desagrado. Cuando el tema era analizado, se concluía en que quizá fuese por las razones que ese hombre de tempestuosos enojos que fue Alfredo Palacios definía como «menesteres». Y cuando se le preguntaba el significado que a esa palabra le daba para marcar una diferencia, con aire tribunalicio Palacios respondía: «No sé… pero ese tipo no me gusta…¡Menesteres!»

Pero ya con Kirchner presidente, los juicios de Verani sobre Kirchner se hicieron más explícitos. Se argumentaron desde la impetuosa tenacidad con que el presidente busca acumular poder. «Apunta a ser un déspota», llegó a diagnosticar el rionegrino.

Y desde Kirchner, la mirada sobre Verani no siempre se hizo con cara fruncida. No sabe de indulgencias. ¿Por qué?

Porque identifica en el ex mandatario rionegrino formas y estilos de hacer política propios del conservadurismo popular. No lo dice en esos términos. Pero vuelca los datos necesarios para que ése sea el dibujo que deja de Verani.

Sin embargo, puestos en política, los dos tienen algo en común: la búsqueda casi cotidiana de un enemigo. Luego, la bravata.

Se sabe que el convite surgió en la Casa Rosada días atrás.

– Tengo que hablar con vos Pablo- le dijo el presidente.

Afirman que el palique fue en Olivos. Y se sostiene que duró hora y media.

– Kirchner me pidió que le junte varias cabezas importantes del radicalismo… quiere hablar con ellos- le comentó, ya en Viedma, Verani a su sucesor Miguel Saiz.

Por mandato genético, éste hizo que le creía que sólo habían hablado de ese tema. Pero con las horas y los días, en la periferia de Saiz se relativizó el pedido del presidente como único eje del encuentro. Y creció la convicción que el palabrerío había sido más amplio. «Si Kirchner quiere sentar en una mesa a radicales de significación nacional, no necesita de ninguna gestión de Pablo», se argumentó. Y a cartón seguido, con dejo de ironía y autoflagelo entre los correligionarios, emergió un interrogante: «¿De dónde saca Kirchner que el radicalismo tiene dirigentes importantes?»

Algo así como si el presidente quisiera buscar a un hombre con poder dentro de las filas de Alem, tuviera que ir por la Recolet y la Chacarita.

Y con el correr de los días, otro interrogante se instaló entre los correligionarios que saben del encuentro: ¿no estará Kirchner intentando poner al radicalismo rionegrino a bordo de su marketinera transversalidad?

La pregunta reconoce antecedentes. Son las suaves exploraciones que, en función de objetivo, han realizado peronistas kirchneristas rionegrinos sobre dirigentes radicales de la provincia. Operaciones sigilosas plasmadas a partir de enero. Nunca comprometieron más allá de media docena de dirigentes por parte. Y siempre tuvieron una característica: desde el kirchnerismo nunca se reclamó un «sí» o un «no».

Intento de seducción, sí; ansiedad no.

En Bariloche, un hombre muy vital para Saiz llegó incluso a leer un «nom paper» elaborado por radicales a partir de lo hablado con kirchneristas. Fue a comienzos de marzo.

En uno de los punteados se lee: «Ellos (kirchneristas) no buscan que nos vayamos del partido, pero nos cargan y dicen que ahí no tenemos destino. Hoy sólo les interesa trabajar en un espacio: lograr coincidencias políticas que, por su proyección, queden aisladas de toda objeción. No buscan una alianza, quieren tenernos en cuenta como aliados estratégicos. Hablan de un «idioma en común».

Y en otro tramo se lee: «Kirchner se siente muy bien con Saiz. Lo sorprendió la disposición de Miguel, desde el inicio mismo de su mandato, para con el gobierno nacional. Y la ratificación de esa línea. Kirchner sabe también de los elogios que cosechó de Saiz tiempo atrás, cuando durante una entrevista intervino directamente, al momento, para liberar decisiones en favor de la provincia».

Es reducido el núcleo de radicales que están al tanto del minué que sugiere el kirchnerismo. Pero es el núcleo que con más predisposición reflexiona sobre el destino de este radicalismo con la dirigencia nacional del partido.

No lo dicen elocuentemente. Pero cuando reflexionan sobre ese tema, estalla una conclusión vía una derivación de una fatigada frase borgiana: no los une ni el amor, ni el espanto y quizá tampoco el retrato de Yrigoyen.

– Son idiomas distintos. Nosotros, con poder…sí, en una provincia, pero con poder y experiencia en el poder. Y la dirigencia nacional allá, desplumada de poder en un partido desplumado de poder- comentaba ayer un ex diputado nacional por la UCR.

Dos días antes, otro ex legislador nacional mostraba un e-mail proveniente de un integrante de un nivel del Comité Nacional.

– Ahora Rozas (presidente de la UCR) quiere organizar para junio un congreso para que el partido se defina en varios temas…Somos el partido de los congresos…Congreso Pedagógico…Congreso de la Juventud…el Congreso de la gente que en Plaza Congreso nos echa a patadas del gobierno…¡No existimos!- chilló el correligionario el viernes en Viedma. Y se fue a saludar a Elisa Carrió al Hotel Austral.

Poco faltó para que en la puerta se encontrara con el ministro de Gobierno, Iván Lázzeri. También llegaba a saludar a doña Elisa.

Cuando Lázzeri dejó el lugar, caminó hasta la orilla del Negro y reflexionó en soledad.

– ¡Qué dirigente perdimos!…¿Cómo dejamos que se fuera del partido?- cuenta el propio Lázzeri que se dijo a sí mismo.

En política se paga caro deambular siempre en el vacío- debió quizá responderse.


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