El déficit fiscal de Río Negro superó los $3.200 millones

Los datos corresponden al cierre del 2016. Hace sólo dos años la administración provincial mostraba un presupuesto superavitario de 800 millones.

La crisis presupuestaria que atraviesa la administración de Alberto Weretilneck no tiene muchos antecedentes en la provincia.

Trasladándonos a los complejos años económicos de la gestión de Horacio Massaccesi como gobernador (1987-1995), podríamos llegar a encontrar algunos puntos de similitud respecto de lo que hoy está ocurriendo con las cuentas públicas rionegrinas.

Según datos consignados por el Ministerio de Economía de Río Negro el déficit fiscal alcanzó, al cierre del año pasado, los 3.257 millones de pesos. La cifra muestra un crecimiento nominal cercano a los 3.000 millones de pesos al compararla con el mismo período del 2015.

Cabe destacar que la información oficial es provisoria ya que resta cargar parte de los gastos que no han sido consolidados en algunas dependencias, por lo que no se descarta que el desequilibrio final pueda superar los 3.500 millones de pesos.

Cuesta entender este escenario considerando que a fines del 2014 las cuentas provinciales terminaron con un superávit mayor a los 800 millones de pesos.

La evolución que muestra cualquier indicador presupuestario que se tome para su análisis termina definiendo la existencia de un serio problema en el manejo de los recursos provinciales.

¿Cómo se llega a desequilibrios superiores a los 4.000 millones de pesos en sólo dos años, tomando como referencia el ahorro logrado en el 2014 y el déficit alcanzado en el 2016?

Las frías estadísticas oficiales responden, en parte, a este interrogante. La abundancia de ingresos generada por la prórroga de las áreas petroleras en Río Negro (ley 4818) a partir del 2014 y parte del 2015 fue determinante para entender esta evolución presupuestaria.

Todo indica que los más de 1.800 millones de pesos que llegaron a las arcas provinciales producto de la renegociación de las áreas hidrocarburíferas, en forma de recursos extraordinarios y por única vez, no fueron hacia donde tendrían que haber ido. Pero el dispendio fue mayor, ya que el déficit superó con holgura el número mencionado.

La falta de proyectos para poder canalizar esos fondos en obras de infraestructura y/o inversiones productivas fue aprovechada por la política para gastar de la peor forma posible. La mayor parte de esos miles de millones fue destinada a las partidas de gastos corrientes, en especial a engrosar el ejército de empleados públicos con los que cuenta hoy la provincia (ver recuadro adjunto). Muchos de estos fondos sellaron acuerdos políticos pendientes que tenía el gobernador.

El problema fiscal que enfrenta hoy Río Negro es que no cuenta con ingresos suficientes para financiar los sistemas de servicios básicos del Estado.

Los informes oficiales son contundentes en este sentido. En los dos últimos años (2014-2016) los recursos provinciales totales pasaron de los 14.300 millones a algo más de 24.100 millones de pesos, lo que muestra un salto del 67% en el período; mientras que las erogaciones totales crecieron de los 13.500 millones a casi 27.400 millones de pesos, reflejando un incremento superior al 100% en este lapso bajo análisis. La diferencia entre ambas partidas supera los 30 puntos, lo que hace inconsistente cualquier presupuesto en el tiempo.

Ante la creciente presión tributaria, cada vez es más fuerte el dilema del contribuyente rionegrino de asumir la responsabilidad de pagar sus impuestos frente a su insatisfacción creciente por la mala calidad del gasto del gobierno, la corrupción y los excesos generados por el clientelismo político y las alianzas económicas con fondos públicos.

Las preguntas básicas que surgen del ciudadano de a pie son irreprochables: ¿cómo gasta el gobierno el dinero de los rionegrinos que llega de la mano de los impuestos? ¿Es posible que con semejante presión tributaria no funcionen los servicios básicos que debe brindar un Estado? ¿Dónde está la inversión que necesita la provincia en infraestructura básica para su desarrollo?

El dilema, de gastar más de lo que ingresa a las arcas provinciales, la administración Weretilneck lo está solucionando con la toma de más deuda pública. Una política similar a la practicada por su par neuquino, Omar Gutiérrez. Es decir, se trasladan hacia adelante los problemas que deben ser resueltos hoy. “No pretendamos que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo”, sentenciaba hace ya décadas atrás el genial pensador Albert Einstein.

Sería muy importante intentar convencer a nuestros representantes del valor de este sencillo concepto.

Pulso Económico

Al dilema, de gastar más de lo que ingresa a las arcas provinciales, la administración Weretilneck lo está solucionando con la toma de más deuda pública.

Dato clave I

Dato clave II

La crisis

según Albert Einstein

Datos

Al dilema, de gastar más de lo que ingresa a las arcas provinciales, la administración Weretilneck lo está solucionando con la toma de más deuda pública.
76
de cada 100 pesos que llegan a las arcas rionegrinas se orientan a salarios.
3.257
es el déficit financiero de la provincia, en millones de pesos, al cierre del 2016.
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el
día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla,
y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro.
Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”

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