En la Huella Andina

De Aila al refugio Auquinco, otras cuatro etapas del gran sendero patagónico narradas por María Taurizano. Una travesía inolvidable en primera persona.

Camino al refugio Rincón de Pinos

De Aila a Termas de Epulafquen. El camino arranca desde unos álamos que son muy visibles hacia arriba de la zona de acampe. El camino, de 12 kilómetros, es tranquilo. No tiene muchos desniveles pronunciados. Toda la primera parte puede llevarse a muy buen ritmo. Hay que cruzar varias tranqueras. Abrirlas y volver a cerrarlas. Transcurre por bosques, hay buena sombra, buen oxígeno. El sendero es claro. Hay que cruzar siempre muchos ríos, y hoy, muchos tramos encharcados, con mucho barro donde el pie se hunde completamente, y hay pocas maderas o piedras para hacer base. Metí la pata muchas veces. Hay dos pendientes, casi llegando al final de la senda. Son dos pendientes bastante largas. Ya ahí no hay tanto bosque, sino más cañaverales, y muchos cachos de caña en el suelo que hacen trastabillar un poco. Antes de llegar a la Ruta 62, hay un río bastante ancho, que se puede cruzar por un tronco, pero ojo, el tronco está alto, y uno no siempre puede controlar su equilibrio con el peso de la mochila en la espalda. Yo lo vadeé. Lo crucé por el agua. Llegamos a la ruta. El camping libre no está señalizado, así que todo el mundo, también yo, llegamos hasta el camping pago. Es el más caro hasta ahora, 40 pesos. Tiene baños y ducha caliente! Hay fogones, pero no hay luz y no está al lado del río o del lago, pero sí donde empieza un sendero temático, justamente inaugurado hoy y ese sendero va pasando por pozones de barro con agua termal natural que va desde los 30 hasta los 90 grados. Al final hay unos piletones construidos. Un baño reconstituyente. Acá encontré un grupo de tres montañistas. El señor más mayor, que debe tener casi 60 años, hizo base dos veces en el Aconcagua. Estuve charlando con ellos. Llegó Emilio también, el señor mayor, 62, que estaba ayer en el otro camping. Llegó cansadísimo, lo invité con mis fideos ensopados. Durante la inauguración del sendero, me llamaron, me invitaron con choripán, proteínas! Porque hasta ahora no hay nadie que se haya planteado hacer la Huella Andina completa. Había autoridades, gente de Parques Nacionales, y periodistas, y voy a salir en el diario Río Negro, con foto y todo. Además, Horacio Pelozo (el oso), uno de los diseñadores de la Huella Andina, me invitó a ir con ellos a pintar una de las partes que falta completar en el Lácar. De caminante, termino laburando en hacer el camino, como dice el poeta, caminante no hay caminos, se hace camino al andar. A Laguna Verde. Hoy no salí temprano. Había mucha humedad. Estaba más bien fresco aunque estaba dentro de mi súper bolsa de dormir. Esperé a que se secara un poco todo y mientras tanto tomé mates con Emilio que decidió quedarse porque después de ayer, no podía ni enderezarse. También estuvimos con Daniela que es alemana y Tomás, su pareja, que es cordobés. Ellos salieron, como yo, caminando hacia Laguna Verde. 12 kilómetros. Salí tranquila porque el sendero es inconfundible ya que coincide con la ruta de ripio 62. Normalmente no me gustan los caminos para autos, para caminar; pero este tiene varios puntos interesantes. Pasa por una cascada, después por un lugar llamado Puerto Encuentro, aunque no encontré a nadie, y me hoy me hubiera gustado mucho. Después pasa frente al Escorial y está toda la aglomeración de escoria volcánica, y después pasa por una laguna encantadora, o encantada, llamada Laguna del Toro. Finalmente, Laguna Verde, pegadita al Curruhué Grande, antes de llegar, 400 metros. Laguna Verde es muy lindo, hasta parece un lugar del Caribe. La arena es negra, por ser volcánica, como de piedritas, no se pega, y el agua del lago no está fría. Me metí, lavé la ropa, y aproveché a relajar las piernas y la espalda. La llaga que tengo en la espalda después de cinco días de trekking con el peso, es horrible. Tengo que empezar a morfar y acabarme los fideos y la polenta, para que pese menos. El tema es qué hacer después. No hay muchas proveedurías. No hay nada en el camino. A veces pan casero y tortas fritas. En este camping venden algunas cosas, me compré un litro de leche, diez pesos, y me lo tomé con cereales. El cuerpo me pedía leche. Raro, porque nunca jamás tomo leche. El camping es caro, más que el de ayer, 45 pesos. Tiene baños, sencillos. La ducha está en Curruhué. No hay luz. Hay fogones. Hace muchísimo calor ahora, realmente es como estar en el Caribe. Una de las vistas más bellas de este camino, al menos para mí, fueron las del lago Carilafquen y, en la mañana, las montañas y el Lanín reflejados en sus aguas. Bello, muy bello. Inspirador. Pero el camino de autos, a mí, me cansa más que la senda. Puede ser porque en la senda corre más adrenalina, o uno va con la preocupación de no perderse o no caerse en río, o meter la pata en el barro, y entonces, sin querer, el camino se hace solo. Mañana empiezo la senda que va desde aquí, por el curso del río Auquinco, hasta el lago Lolog, son tres días alejada de la civilización. Más alejada. Porque para que vayan teniendo una idea, desde el inicio de la travesía, no hay internet, tampoco señal de celulares en casi ningún lado. Escribo todo esto en Word, y pido por favor en algunos lugares donde tienen grupo electrógeno, que encienden sólo por las noches, que me carguen las baterías. Este lugar me gusta, me siento cómoda. Ya hice el fueguito, ya preparé unos mates. A refugio Rincón de Pinos. Hasta hace menos de tres minutos estaba en un lugar donde no había ni nada ni nadie a siete horas a la redonda. Ahora acaban de llegar los tres montañistas que había encontrado en Termas, Guillermo, Oscar, y Jorge. Son de un club de andinismo, trekking, algo por el estilo. No saben lo que es este lugar. Acá hay un cuchitril como Dios manda. Hermoso. No lo usé porque me gusta más armar la carpa, sobre todo porque en el cuchitril refugio, es el lugar donde duermen todos los que tienen que hacer noche acá. Este es un paso de parada obligada. No hay nada, pero hay todo. Todo lo necesario. Un río a pocos metros, y leña para el fogón. Es precioso. Hoy me sentí mejor durante el andar. El sendero es muy variado, muy interesante. Al comienzo bordeando la costa de la laguna donde estuve ayer, después sube una colina y pasa entre volcanes y escoria volcánica, y sube por la arena volcánica hasta una catarata enorme, el portezuelo del río Auquinco, y después otro poco de camino de arena, pesado, después baja, cruza arroyos, un montón, no sé cuántos, y después un bosque de pinos que huele tan delicioso. Tuve que cruzar un río bastante correntoso y profundo, además de todos los arroyitos, y metí las dos patas en el barro, y no sólo eso, sino que además terminé de culo en un pantano, uno nunca sabe hasta dónde se hundirán los pies en el barro, y cuando quise acordar la mochila me pudo, y me tiró, quedé colgada de una cañas, con medio culo en el barrial. Muchos barriales. Cañaverales, bosques, y después una pampa espinosa y confusa hasta el refugio. Cuando llegué al refugio había dos guardaparques, Clemente y Claudio, y el hijo de Claudio. Se fueron y yo me quedé sola, con todo este paraje en medio de las montañas y a pocos metros de un río. Lavé la ropa, aproveché el topless en la soledad plena y la mansedumbre de esta tarde, mientras, se secaba la ropa; después preparé el fogón y me cociné una polenta. Cosí la mochila que no se si bancará toda esta travesía. Dos costuras venían hechas jirones. La llaga de la espalda está mucho mejor, la domino con las ancas, cargando la mochila con otra parte del cuerpo. Hay que arreglarse, y voy muy bien, muy entera, todavía con todas las uñas en los pies y sin dolores musculares. Lo de hoy fueron 15,5 kilómetros. Son entre siete y ocho horas. Yo me tomo los descansos que se me antojan, y si me tengo que sentar, me siento. Hubo vistas espectaculares del Lanín por las espaldas y el Achen Niyeu y otros volcanes por delante y a los costados. Genial este día. Me anima. Nada de electricidad por acá, pero el refugio es lindo, aunque no lo use, está bueno. La única parte más densa del camino es una pampa espinosa que hay sobre el final, después de los cañaverales y barriales, y antes del refugio. En esa pampa espinosa, además, no hay ni una marca, así que hay que ir a cuatro ojos, y yo sin los anteojos, pero hasta ahora, en la Huella Andina, no me he perdido. A refugio Auquinco. Buena caminata, bastante monótona. Mucho valle, pampa extensa de matas de yuyos duros y pocos árboles en los valles. Son metros y metros de pampa. Parece que no se va a acabar, pero tranquilos, porque se acaba, y subimos a un bosquecito medio ralo pero florido. Hay que vadear tres veces, dos veces el Auquinco que es bastante ancho y profundo, y una vez un afluente. El Auquinco a mí, me daba arriba de las rodillas, llegando a la cola. Vadear el río significa que uno llega a una orilla y debe desenganchar y bajar la mochila, la cámara, sacarse el sombre. Buscar los zapatitos de vadeo –siempre a mano–, sacarse las botas, ponerse los zapatitos, cargar todo de nuevo, mochila y cámara, ponerse el sombrero, y sin olvidar las botas, cruzar haciendo equilibrio contra la corriente y entre las piedras y tratando de que el peso de la mochila no nos traicione y no se nos moje nada. Al llegar al otro lado hay que descargar todo, buscar el trapito para secarse los pies, ponerse las botas, guardar o colgar los zapatitos de vadeo. Cargar todo otro vez, ajustar la mochila, y retomar la ruta. Hoy no fue nada, solamente fueron tres. Hay un día, que vendrá próximamente que son más de doce, y los once primeros, a lo largo de tres horas. Durante todo el trayecto de hoy, me fui encontrando con los tres muchachos montañistas, Guillermo, Chacho, y Jorge. Acampamos en el mismo lugar, frente al refugio que está bastante roñoso, así que todos armamos carpa. Ellos pescaron una trucha enorme. Estamos junto a lago Lolog, a pocos pasos, en un lugar que es paradisíaco. Hay playas de piedra y lecho de arena en el lago, el agua está hermosa para bañarse. Aprovechamos a lavar ropa, aunque es algo de todos los días, y yo me busqué una playa un poco alejadinha y topless a full. Es un lugar que vale la pena. Se puede venir en bote, hay gente que viene a playas cercanas en bote, los vemos pasar. Un día fantástico. Volviendo a la caminata, además de las pampas duras y monótonas, se cruza un bosque quemado, tristísimo ver esos troncos y esa ramas desnudas y calcinadas, como esqueletos raquíticos. Triste. Después hay varios barriales, mallines, así que sin más remedio, metiendo la pata, y también hay cañaverales. El lugar donde está el refugio, si bien el refugio está roñoso, el rincón está buenísimo, araucarias y pinos enormes, bancos de tronco, fogón, y abajo el lago. Qué más se puede pedir. Una barbaridad. Alucinante. Más datos: lahuellaandina.blogspot.com.ar

Hacia el refugio Auquinco

Diario de viaje


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