La libreta de Manolo Mora y Araujo sigue vigente
La libreta apareció.
Habla de un encuentro circunstancial entre “Río Negro” y el sociólogo Manuel Mora y Araujo, que moriría meses después, en un bar de la Universidad Di Tella.
Media tarde. Manolo pasaba revista a los apuntes de clase cuando detectó al periodista.
-Vení, vení, tomemos un café -dijo con ese estilo tan mundano y amable que lo caracterizaba.
Autor de trabajos esenciales para reflexionar la transición política abierta en diciembre del 83 -entre otros “El voto peronista”, “Ensayo y error”, “El poder de la conversación”, “Liberalismo y democracia”, “La Argentina bipolar”, “La Argentina: una víctima de su misma”, Manolo desliza miradas, puntos de vista sobre el país político, social, económico, que arrancó con Raúl Alfonsín.
Y el periodista sacó su libreta.
Hoy la recupera para rescatar reflexiones que Manolo desgranaba entre café y café.
• En términos de adhesiones políticas puntuales, la tradición argentina suele mostrar consensos de poca vida. Muy puntuales. Algo así como “aquí y ahora”.
Al ciudadano le importa la inserción internacional del país -como quizá sí le importaba en el inicio de la transición en los días de Alfonsín-. Le importa ver a la política cerca de sus problemas…
Manuel Mora y Araujo, sopciólogo y analista argentino.
• Tengo la impresión, y así lo profundizo en “La Argentina bipolar”, que la gente, el ciudadano concretamente, tiene cada vez más poder a la hora de elegir. Opta según sus intereses de vida concretos en ese aquí y ahora. El relato de cuna política en que millones de argentinos se formaron y se integraron a la política sigue gravitando, pero está algo flojo… ya no obliga como antes. El voto se vuelve cada vez más independiente y, quizá, desde lo personal, más de historia propia que obligación de historia recibida…
• En el fondo, raspemos por donde raspemos, el peronismo, con el kirchnerismo como expresión presente, sigue siendo la centralidad con mayor peso político en la historia argentina de posguerra. Nace como el lugar y la fuerza de los de abajo, pero cruza hacia arriba del espectro social…
• Tengo el convencimiento de que la tradición demuestra que una inmensa parte de la sociedad argentina es más activa, más dinámica que la dirigencia política misma… Se mira de cara los problemas concretos que la afectan en el día a día. Busca que la política le sirva en el aquí y ahora. Poco le importa la inserción internacional del país -como quizá sí le importaba en el inicio de la transición en los días de Alfonsín-. Le importa ver a la política cerca de sus problemas. En alguna medida esto implica que, si la dirigencia no tiene buenos reflejos, se produce lo que en mis libros suelo definir como “envejecimiento rápido de la agenda” de los políticos. Y enojo con la dirigencia…
• A más de 30 años del retorno a la democracia, la única democracia plena que ha conocido ese país a pesar de su precariedad, sus deudas, etc., no se le puede pedir “fervor” democrático a la gente, que alentó en el inicio de camino, pero la gente ya tiene asumido el beneficio de vivir en esta a menudo defectuosa democracia…
• Los excluidos. No me parece, al menos en principio, que puedan ser reflexionados en términos de adhesión a este o aquel esquema económico, de relato de ideas, de pasado… de cunas políticas. Los excluidos solo tienen realidades imperiosas y exigentes. La sociedad argentina -y este es quizá su dato más distintivo desde el pasado al presente- muestra un descenso brutal en su condición social de millones de seres. La movilidad social ascendente comienza a ser historia o, por lo menos, muy dosificada… El anhelo de “Mi hijo el doctor”, el ascenso social que marcó al país durante décadas, también comienza a ser historia.
• Los sindicatos, o la estructura gremial argentina, no sabe qué hace con los movimientos sociales…
• La política se confunde si no percibe que cada vez está más apremiada. La gente protagoniza primero con la mirada, luego con la opinión y después con el voto o en la calle… como en el 2001.
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