«La gente que llega ahora a Bariloche buscaseguridad y provoca una fuerte fractura social»

Eligió estudiar sociología y vivir en Bariloche como parte de un mismo proceso de conocimiento de esta región de la Patagonia. Hoy ayuda a comprenderla.

DANIEL MARZAL

bariloche@rionegro.com.ar

Hay una visión generalizada de Bariloche como una sociedad singular, distinta y escindida del resto de la provincia. ¿Cómo se conformó ese perfil?

Como es habitual en las ciencias sociales, concurren muchos factores y causas. Río Negro es un mapa que se dibujó sobre un territorio vacío. Al igual que en el resto de la Patagonia, la provincia se formó a partir de los polos poblacionales asentados en la costa atlántica, porque allí se concentraban el comercio y la comunicación. La zona cordillerana va a quedar incluida en el dibujo de la provincia, pero tuvo en su origen una impronta social y cultural distinta. Hasta la llegada del tren y la consolidación de la red vial, todas sus relaciones económicas y sociales estuvieron dirigidas hacia Chile. Bariloche creció así desvinculada de Viedma y del Alto Valle. Esto fue creando una cultura fundacional ajena al eje del río Negro, donde se estructuró un modelo de producción rural y una burguesía local que aquí no existió.

Más tarde surge el Bariloche turístico.

Eso llega luego con el proyecto de Bustillo, que nació a partir de una relación muy estrecha con la elite porteña, lo cual acentuó las diferencias de Bariloche con la región.

¿Cómo juegan en ese esquema las corrientes migratorias que recibió la ciudad?

En general la migración fue funcional a ese tipo de turismo. Muchos nos criamos con la imagen del Bariloche con estos paisajes y la gente paseando a caballo. Ese caballo o el asado de cordero que buscaba disfrutar el turista eran aportados por el paisano y el mundo rural. Pero luego llegó la migración de los grandes centros urbanos y empezó a cambiar la cultura. Apareció también un factor distinto que yo llamo la figura del converso. La persona que llega no tanto por razones laborales sino atraída por esa imagen ideal de Bariloche y que lo quiere preservar a toda costa.

Una especie de fundamentalista del Bariloche de postal.

Algo así. Actúan como conversos porque quieren ser más católicos que el Papa. Se oponen a que nadie toque un árbol, porque ellos vinieron aquí para vivir en medio del bosque. Es gente que en muchos casos no viene a trabajar sino que vive de rentas y allí aparece un elemento fuerte de fractura social.

¿Cómo deberían enfrentarse desde el Estado esos desequilibrios?

No alcanza sólo con la política municipal. Tiene que ser una política concertada. Allí aparece otra vez la desvinculación de Bariloche del espectro provincial. Pero indudablemente el grueso del interés político provincial no está puesto en Bariloche, está puesto en el Valle.

No faltan quienes sostienen que Bariloche, por afinidad e intereses, debería estar integrada en una provincia distinta con la región andina de los lagos. Aunque no sea viable desde lo político ¿tiene alguna lógica?

Indudablemente. Pero ocurre que en el Oeste de Neuquén y Chubut la situación no es la misma porque la forma de relacionarse con sus respectivas capitales es mucho más activa que en el caso de Bariloche. En Neuquén esto ocurrió por las políticas del MPN y porque el territorio es distinto. Y en Chubut el eje de conformación de la provincia es

tuvo muy influido por los galeses, que llegaron hasta la cordillera. Pero la redefinición del mapa político de la Patagonia es una idea atractiva porque le daría homogeneidad y permitiría romper por ejemplo la división política entre Cipolletti y Neuquén o Patagones y Viedma.

El barilochense es definido muchas veces como individualista en exceso, propenso al aislamiento y a no involucrarse en causas colectivas. ¿Cuánto hay de cierto?

Todos los pueblos de cordillera tienen características de individualidad mucho más marcada. Cuando encima vienen alimentados por distintas corrientes migratorias dificultan

más la integración. En el caso de Bariloche esto se agrava por la no certeza de la permanencia de la gente en la ciudad. Uno establece vínculos con el vecino y se empieza a hacer amigo. Pero a los dos años el vecino no se adapta, no encuentra trabajo, la casa es húmeda y decide volverse. Esto pasa mucho y es un factor importante.

¿Hay estudios sistemáticos sobre los flujos de migración?

No son mediciones fáciles de hacer y tampoco hay organismos del Estado que las realicen. Pero sabemos que van cambiando las composiciones. La migración de los años '90 es totalmente distinta a la del 2001 en adelante. En los '90 era gente que venía a buscar trabajo. En estos últimos años la gente viene a buscar seguridad y son en su mayoría sectores sociales de clase media y alta. Esto llevó los precios inmobiliarios a una altura imposible y le cierra la puerta a una migración del tipo de los '90. Esto a su vez genera mayor exclusión para el habitante del Alto, aunque tenga trabajo. Una mucama, un mozo, un docente no pueden pensar en la vivienda propia. Desde el Estado no hay respuestas y por eso aparecen las tomas de tierra. Los planes de vivienda del IPPV estaban pensados para solucionar el problema de los sectores bajos pero fueron ocupados por la clase media, que no puede arreglarse por las suyas. El auge del turismo y la migración «por seguridad» genera entonces otra fractura social. Esto es típico de los lugares turísticos que están en la cresta de la ola. Si el Estado interviniera para minimizar este impacto con planes sociales, compra y expropiaciones de tierra, la diferencia social no sería tan abismal.

¿Cómo se traducen estos rasgos distintivos de Bariloche en el comportamiento electoral?

Tiene un paralelismo muy fuerte con Buenos Aires. Porque los intereses están ligados con la capital. Las fuentes de información, los parientes, los comentarios de los amigos replican lo que pasa en Buenos Aires. Y también los intereses económicos son comunes de alguna forma. El barilochense se desentiende de lo local y lo provincial.

Esa identificación con Buenos Aires se da también en los consumos culturales.

Claro. Es una cantidad de cosas, pero por ejemplo Clarín y La Nación se venden en esta ciudad más que cualquier diario regional o local. Esto lo cuantificamos a fines de los '90 en un estudio de medios y posiblemente se haya acentuado. Lo mismo pasa con los noticieros. En Bariloche la gente está pendiente de la temperatura de Buenos Aires, porque tiene allá a sus padres o sus amigos. Si granizó en Viedma le importa muy poco.

Esto no pasa con todos. También está el Alto, con historias familiares distintas, con migración de Chile y de la Línea Sur.

Es verdad. Pero a raíz del problema de la vivienda que recién hablábamos, hay sectores medios que están permeando los barrios del Alto. Tendemos a ver al Alto como una masa de comportamientos absolutos, pero no es tan así. De todos modos los cambios son lentos y en alguna medida todavía son dos mundos que no se tocan. Hay chicos de los barrios que no conocen el lago, ni hablar de ir al cerro Catedral.

¿Esa desigualdad tan marcada es una condición necesaria del modelo económico o es un factor de tensión que en cualquier momento lo puede desequilibrar?

Como diría un abogado, hay media biblioteca y media biblioteca. Depende de los comportamientos. El conflicto no se desborda si existe una política de inclusión y una política económica que absorba esas diferencias. Si las relaciones se tensan va a tender al estallido. Pero hay otros factores que también juegan. Los sectores del Alto, al revés que el centro de la ciudad, no están creciendo, porque el campo está mejor y Chile también, entonces se frenó la inmigración de ese origen. Esto equilibra un poco las situaciones.

Pero la distribución esperada está lejos de darse.

Está lejos. Lo que se ve, por el contrario, es una mayor concentración. A largo plazo es insostenible.


DANIEL MARZAL

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