«Absorbe todo, ¿viste?»

Por Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

Pensando bien, uno debería concluir que todos los gobernantes -la mayoría del signo justicialista- están animados por el propósito sublime de salvar al país del total hundimiento, aunque con ideas distintas acerca de cómo alcanzar esa meta y brindar oportunidades parejas de desarrollo y bienestar para los 37 millones de habitantes.

Pero en la Argentina, donde todos sospechan de todos, se ha hecho carne el «piensa mal y acertarás». Están los que plantean una suerte de prospectiva incierta -Hilda «Chiche» González, esposa de Eduardo Duhalde le señaló en el Congreso del PJ a Cristina Fernández, esposa de Néstor Kirchner, que hay que mirar hacia el futuro y no quedarse anclada en el pasado-, y los que ensayan una retrospectiva cerrada, y en lugar de condenar el terrorismo de Estado como un flagelo del demonio, se retrotraen a las luchas entre peronistas de derecha y de izquierda, que supieron militar en el sindicalismo y en organizaciones juveniles guerrilleras.

En una semana en la que se dio el puntapié histórico para instalar un Museo de la Memoria en el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) donde funcionó un campo de concentración de detenidos y desaparecidos, afloraron las divisiones políticas. En tanto, los dramas cotidianos siguieron propinando los impactos más efectivos: para el invierno se anticipan restricciones energéticas y menos envíos de gas a naciones vecinas como Chile; una balacera tronchó la vida de un joven secuestrado y el desempleo, pese a la mejoras de los índices laborales, sigue sumergiendo en la pobreza a casi la mitad de la población.

«No se empezó de la mejor manera». Un nuevo miembro de la «conducción de unidad en el disenso» del PJ, encabezada como quería el ausente presidente Kirchner por el gobernador jujeño Eduardo Fellner, sintetizó con esa frase el resultado del congreso del viernes en Parque Norte. Un encuentro que estalló cuando el santacruceño Jorge Acevedo, dejó entrever cierta justificación al asesinato de José Ignacio Rucci, retrucando al cordobés José Manuel De la Sota, quien minutos antes había condenado la violencia de un lado y del otro y exteriorizado su «dolor» por la muerte del ex titular de la CGT, 24 horas después de la asunción de Juan Domingo Perón como Presidente, en 1973.

El «peronismo diferente» que esbozó la fastidiada senadora Cristina Kirchner chocó con el «peronismo de siempre», que según palabras de «Chiche» Duhalde, no puede permitirse abrir la puerta para que algún «trasnochado» crea que se pueda construir un proyecto serio por afuera. El Presidente de la Nación, incómodo en la actual estructura, apela a los transversales, consciente al mismo tiempo de que la gobernabilidad depende de «esos incorregibles» que ocupan las bancas y las poltronas de los Ejecutivos provinciales.

Mandatarios como el bonaerense Felipe Solá,el sanjuanino José Luis Gioja, el entrerriano Jorge Busti y el santafesino Jorge Obeid y diputados como el duhaldista José María Díaz Bancalari, exhortaron a alinearse detrás de la propuesta del hombre llegado de la Patagonia, a pesar de que se sintieron desairados, como De la Sota y el pampeano Carlos Verna, por el «veto» de Hebe de Bonafini, de Madres de Plaza de Mayo y «el silencio aprobatorio» de Kirchner.

Las contradicciones no son patrimonio exclusivo del Justicialismo, pero su preponderancia en el escenario nacional las tornan más significativas que las que se suceden en el radicalismo, partidos de derecha o en corporaciones como la Iglesia y la castrense, mucho más harapienta ésta por el papel que tuvo en el «proceso» y en la penosa guerra de Malvinas.

«¡El peronismo absorbe todo, ¿viste pibe?!». Con esa fórmula, el ex presidente Duhalde despidió antes de partir hacia Montevideo a un periodista, que le preguntó si el Justicialismo marchaba a hacerse añicos el viernes. Y si bien la tensión dio paso a momentos de crispación, el kirchnerismo se resignó a que le votarán en contra una moción de amnistía que hubiese beneficiado a un protegido de K, el gobernador misionero Carlos Rovira, que le ganó las elecciones a Ramón Puerta, exponente del PJ.

La relativa adhesión que cosechó De la Sota se prestó a diferentes interpretaciones. Los menemistas no arrepentidos, al igual que el gobierno, lo ven como un polo de acumulación de poder. Pero tal criterio no se condice con la actitudes conciliadores que adoptaron el salteño Juan Carlos Romero y el riojano Angel Mazza, y la pasividad perenne de Carlos Alberto Reutemann.

Felipe Solá, jaqueado por el fenómeno de la inseguridad y el descontrol policial, ve fantasmas por todos lados. Desde mañana, empezará a batallar además para que no lo perjudiquen con la distribución de los fondos federales coparticipables.

«De la Sota no tiene envergadura para pivotear un frente opositor», comentó uno de los nuevos defensores de Kirchner, que consideró desafortunada la intervención de Acevedo, a quien no le pegaron trompadas por poco.

Kirchner minimizó la importancia del congreso partidario -«tengo cosas más importantes de que ocuparme», dijo -, pero personal de Protocolo de Presidencia estuvo en Parque Norte, por si el curso de las deliberaciones facilitaban su presencia. No fue así, al punto que Cristina hasta insinuó que el del viernes pudo haber sido su último congreso.

Esa no era la opinión del grueso de los kirchneristas con cargos, que mientras jerarquizaban la investidura presidencial aceptaban que se viene un debate ideológico profundo. «El peronismo aguantó 10 años las privatizaciones y la entrega del país y estos gurkas del interior no se bancan los primeros 10 meses de Kirchner».

En la Rosada, afirman que la «sobreactuación» de De la Sota alimenta a los sectores que «están agazapados y quieren hacer fracasar» al santacruceño.

Y en una semana en que, con resistencia larvada, el Presidente le ordenó al jefe del Ejército Roberto Bendini, sacar los cuadros de Rafael Videla y Reinaldo Bignone de las paredes del Colegio Militar, de El Palomar, hubo bamboleos histéricos del conjunto.

Al analizar el comportamiento de la sociedad frente a la dictadura de 1976, el historiador Tulio Halperín Donghi, apuntó que, como los italianos, los argentinos desconciertan cuando pasan de una reacción positiva a una negativa en forma muy brusca. «Son veleidosos, tienen metejones que terminan de golpe», alertó.


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