Las rutas de la muerte

El 4 de enero de este año, en ocasión de viajar a Neuquén por vacaciones tomamos la ruta nacional 151 de la provincia de Río Negro. En el trayecto que va de Catriel a Cinco Saltos tuvimos un accidente de magnitud. Carteles descarados por el tiempo nos anunciaban que el camino estaba deteriorado.


No obstante haber bajado la velocidad, surcos pronunciados nos hicieron perder el control de la dirección del auto que mordió la banquina. Salimos disparados. Según algunos conductores de autos que se detuvieron a que auxiliarnos, dimos vueltas en el aire. Según otros, trompos. Nosotros solo vimos una nube de polvo y en segundos vertiginosos el auto se paró en medio de la greda.


Somos personas mayores y no teníamos fuerzas para recuperarnos. Logramos salir de la máquina enteros con algunos golpes. Los viajeros solidarios llamaron a la policía, a ambulancias, a bomberos. No vino ninguna ambulancia. Una pareja de enfermeros nos asistió curando heridas. No vino ningún auxilio.


En cambio, varios cambiaron la rueda de auxilio, quitar el auto de la banquina, quitar guijarros incrustados de otra, inflarla, sacar la máquina de la banquina con una linga, todas herramientas de las personas solidarias. No vinieron los bomberos ni la policía. En cambio, dos conductores solidarios con chalecos fluorescentes hicieron señas a los autos que cruzaban la ruta en las dos direcciones para que bajaran la velocidad en tanto uno de ellos con un escobillón que sacó de su camión barría los guijarros para evitar un nuevo accidente.


Días posteriores leímos notas del 2022 en diarios de la provincia que este problema de las rutas destruidas por el peso de los 1500 camiones que llevan mercadería hacia y desde las zonas petroleras y la falta de mantenimiento no es nuevo.


O sea que la provincia y la nación saben que estas rutas son caminos de la muerte y no hacen nada. Pero valga la ocasión señalar que tampoco funcionaron los otros organismos del estado: policía, bomberos y ambulancias. Si no hubiera sido por la solidaridad de las familias que se detuvieron, podríamos haber quedado tirados en ruta sin atención.


Sin dudas, cuando se dinamita el Estado, quienes corremos el riesgo de vida somos cada uno de los habitantes de este país. Valga esta nota como refuerzo al reclamo existente de que el estado nacional y las provincias realicen mantenimiento de nuestras rutas y garanticen la seguridad de las mismas con asistencia al viajero.


Y como agradecimiento a quienes bajo el sol del verano, detuvieron su marcha para auxiliarnos.

Laura Marrone
DNI 10545232


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