Palabra, política y violencia

Viedma

En el campo de la política, la buena administración de la palabra es equivalente a la buena administración de los fondos públicos.

A tal punto considero esta función, que la buena administración de la palabra es una responsabilidad superior a la que tienen los medios y los periodistas.

En efecto, los políticos -tanto en ejercicio del gobierno como de la oposición- nos constituimos en la referencia de los ciudadanos y sectores que intervienen en el desenvolvimiento general de la comunidad.
Por lo tanto, las pautas de conducta que comunicamos deben estar siempre en concordancia con los principios de la democracia y del respeto al otro.

Cuando decimos, cuando hablamos no sólo transmitimos información sino también una pauta de conducta.

La selección del léxico, la entonación de lo que expresamos, las formas no verbales que acompañan nuestros actos de habla suelen ser más relevantes que la información del acto locucionario propiamente dicho.

La violencia verbal nunca es gratuita.

Por empezar, es una pauta de conducta agresiva.

El límite donde el lenguaje se roza con la violencia directa.

Donde la boca de una persona puede terminar mutando en la boca de un cañón.
La historia reporta mil ejemplos.

Pese a ello, la Argentina ha naturalizado la violencia verbal.

La irrupción de las redes sociales en la vida cotidiana y la exigencia de los algoritmos que descartan los mensajes no violentos para estimular la generación de contenidos agresivos ha profundizado esta conducta que luego se traslada a la realidad tangible.

Por esa razón los políticos tenemos el principal deber de ser buenos administradores de la palabra. Y, los ciudadanos, jueces implacables frente a quienes la administran con agresividad y violencia.

Pedro Pesatti
Intendente de Viedma