«Semillas malas»: ciencia ficción y psicodelia delirante en la meseta neuquina

Ubicada en el imaginario pueblo de San Cráter, la flamante novela de ciencia ficción de Federico Watkins mezcla, en clave de sátira, drogas psicodélicas, un rayo extraterrestre y la disputa siempre vigente entre ciencia y religión.

Creatividad, paciencia, humor, ingenio, belleza y lo originario, de todo esto, entre otros elementos, está hecha “Semillas malas” (Libros del Cosmonauta, la reciente novela del neuquino Federico Watkins, una novela de ciencia ficción ubicada en San Crater, el imaginario -y no del todo improbable- pueblo donde jamás pasó nada y de pronto comenzó a pasar de todo. 

El creador de este texto, de 160 páginas, hace estallar su imaginación y en clave sátira la novela explora la forma en la que este pueblo imaginario lucra, con fines turísticos, a partir de la caída de un rayo extraterrestre en el marco de esta historia que conjuga drogas psicodélicas de otro planeta y la disputa entre ciencia y religión.  

En diálogo con Diario RÍO NEGRO, el lúdico y cálido Federico Watkins, publicista y escritor, se refiere a la mixtura entre ciencia ficción, ignorancia, poder y manipulación, entre otras cuestiones. 

P: ¿En qué te inspiraste para semejante historia y por qué ese título? 

R: En 2018, empecé a escribir un comic, una historieta para ver si podía dedicarme al mercado yanqui, amparado en que estaba elaborando un cómic que al final no terminé para “House God”, una editorial inglesa.  

Ese cómic era un delirio absoluto, imposible de resumir: En San Cráter, un pueblo del interior neuquino, un intendente corrupto, Saulito Bernardetti, construye un monumento a Stonehenge copiando en todos sus aspectos el monumento original de Stonehenge en Surrey, Inglaterra. ¿El motivo? Saulito cree que su pueblo es un vórtice de Fibonacci porque varios años antes de su asunción (cuando su padre era el intendente), un rayo extraterrestre cayó en las afueras del pueblo y perforó un cráter perfecto. (Luego sabremos que ese rayo se le había disparado por estúpido a un militar religioso del planeta Acun). 

P: ¿Más detalles de la trama?  

R: Te contaba que, con la construcción de ese segundo Stonehenge, Saulito quiso convertir a San Cráter en la capital mundial de Fibonacci (recordemos que Stonehenge está construido bajo la esa secuencia numérica) para enriquecerse vendiéndoles merchandising a los visitantes (para eso había fundado en el pueblo, y bajo cuerda, Cráter SA).  

Ese segundo Stonehenge, además, hace que la nave insignia del planeta Acun, la Imperial HGG, que lo usaba de estación de carga de energía, se confunda: bajaron en Neuquén, donde nadie les recargó las baterías ya el verdadero cromwell podía hacerlo. El nuevo, por más que lo copiaba a la exactitud, no estaba bajo el dominio de la Orden Druida, que eran los que le recargaban a la nave la energía de las almas sacrificadas que usaban para viajar. 

Resultado: la nave no pudo recargar (ah, el piloto que se confundió de Stonehenge era religioso, cosa que está prohibida en el planeta Acun pero no se dieron cuenta). Entonces quedó varada en la luna. Para volver, debían destruir la Tierra. 

En el monumento de Neuquén, la familia Yáñez, de paseo, descubrió un frasco que se cayó de la nave cuando bajó por error: el frasco tenía Indra, una marihuana violácea acuniana que empodera las sinapsis de quien la fuma y lo hace brillar en su habilidad innata (si sos escritor, te ganás el Nobel, si sos músico, hacés la música del futuro y así). 

“Mi novela transcurre íntegramente en la meseta neuquina. Tenemos duendes, mitología, ríos, lagos y montañas ¡qué te parece!”

Federico Watkins.

P: ¿Cómo fueron apareciendo los personajes? 

R: Primero los pasé al castellano, a mi provincia. Fue todo bien local: fueron apareciendo nombres de acá, políticos de acá y me di cuenta de que no conocía un «soto»; entonces le fui dando una personalidad intrínseca a cada personaje y basada en la región y me fue mucho más fácil caracterizar al intendente del pueblo, cuando le puse espesor argentino ya era otra cosa: es gordo, usa chupines y mocasines sin medias. 

El gran protagonista de la historia es «Nathanael», quien le tiene miedo a todo y lo vive con cierta angustia. Logré pasarle algunas cuestiones mías y de mi vieja, necesité ese contrapunto. 

P: ¿De qué modo “les pegó” la sustancia a los personajes? 

R: Es que la familia empezó a usar Indra excepto Nathanael, el protagonista y héroe final de la historia: es un idiota, un tarado, un chabón que vive asustado por todo. Susana, su esposa, triunfa en Londres con su música. Fat, su primo, elabora teorías únicas sobre matemáticas, Sofía, la hija, se convierte en una brillante observadora de los astros.  

Mientras eso sucede, los acunianos deciden destruir la Tierra con un rayo gigante que caerá en el cromwell del Stonehenge original y las 8.000.000.000 de almas se canalizarán en el monumento y subirán a la Luna, donde están varados, y les dará la potencia necesaria para volver. En Acun hay mucho lío, mucha tensión entre los Científicos (que usan la Indra para avanzar en la ciencia) y los Religiosos, que no fuman Indra y son igual de idiotas que los religiosos fanáticos de la Tierra. 

Cuando Susana da un concierto en Londres, sus hijos Sofía y Burton van a Stonehenge porque Sofía, impelida por la Indra, empezó a ver coincidencias entre ambos monumentos. Ahí ven a la Orden Druida en acción y entienden que la Tierra está en peligro, pero no saben nada. 

En San Cráter, mientras tanto, Nathanael fuma Indra sin querer y explota su super poder: la aprensión, el miedo, la persecuta. Él se da cuenta de que la Tierra está en peligro. Cuando le da esa info a Sofía, se pone en marcha el plan para salvar al planeta. 

Todos ellos y Saulito, apoyados por todos los best sellers de Bran Down, el ídolo de Saulito, definen que tienen que rearmar el monumento a Stonehenge (que lo habían tumbado ex operarios de Cráter S.A. porque habían quedado cesantes). Cuando lo rearman, están listos para “algo”. No saben bien qué, pero creen que pueden devolverle el golpe a los acunianos. 

Hasta que Nathanael se da cuenta de que eso que había visto él en su paso por el mundo de las drogas (así le dice él a la ingesta casual de humo de Indra) necesitaba un sacrificio final (así colectaban la energía álmica los acunianos: se ponían cerca del Stonehenge original, la Orden Druida sacrificaba humanos y esa alma alimentaba la nave). Define que el sacrificio tenía que ser él, así que, ayudado por Tony Hawk, la tortuga-hámster skater de Burton, salta y se ofrece como carne de sacrificio: se acuesta en el cromwell y el rayo, que había salido de la luna y tenía como destino el cromwell original, con la presencia de Nathanael en la segunda piedra de sacrificio, va de Surrey a Neuquén y luego, por triángulo de fuerzas, vuelve a la Luna, donde destruye a todos los acunianos. 

San Cráter, Neuquén y el mundo festejan. Nathanael, convertido en polvo, es un héroe mundial postmortem y la Tierra comienza su reconstrucción. Así fue que decidí convertir al cómic en una novela: «The Bad Seed» junto con la banda sonora de Nick Cave.  

P: ¿Quién fue el ilustrador/a del libro? 

R: El artista se llama Eduardo Karakachoff, KOF, es el artista habitual de la colección «Astronave» del sello. Es platense, es un maestro y es primo del cuervo karakachoff, el tecladista de los Peligrosos Gorriones. 

P: ¿Cómo juega el humor? 

R: Lo antepongo a todo, es una herramienta fundamental. Es la forma con la que me relaciono con el mundo, con la gente, más en este contexto en el que es todo tan violento, prefiero encontrarle del lado amable y divertido, a cualquier situación. Es una parodia. Uso la ciencia para hablar de la parodia y la parodia necesita humor, guachada y, además, hago unos chistes muy buenos (risas). No me tomo muy en serio porque tomarse en serio, es el primer paso para hacer cagadas. 

P: ¿Por qué elegís Neuquén como locación para esta historia? 

R: Es la provincia más magnifica, tenemos todo, la amo, estoy muy orgulloso, tenemos nombre mapuche, en esto de ser unitario, soy neuquino y escribo sobre Neuquén (risas).  Mi novela trascurre íntegramente en la meseta neuquina. Tenemos duendes, mitología, ríos, lagos y montañas y, además, tenemos petróleo, gas y luz ¡que te parece!. 


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