El canal de Panamá, ¿un límite para Trump?
El presidente estadounidense ha manifestado reiteradamente su voluntad de recuperar el manejo de esta estratégica vía. Pero hay razones históricas y geopolíticas que podrían impedirlo.

Las reiteradas amenazas del presidente norteamericano a incorporar nuevamente al Canal de Panamá a la soberanía de los Estados Unidos, otorga relevancia a la necesidad de conocer mejor al General Omar Torrijos.
Éste militar fue Jefe de Gobierno de Panamá durante una década y luego de arduas negociaciones con el presidente demócrata James Carter obtuvo la devolución por parte de Estados Unidos del Canal de Panamá y su territorio anexo.
Veamos un poco de historia: los padres de los padres de Torrijos habían llegado de Galicia a pesar de portar un apellido clásico de Castilla. De alguna forma habían sentido en España el llamado que la Compañía del Canal de Panamá había hecho en 1881 en una campaña mundial para obtener mano de obra para la construcción de la gigantesca empresa. Trabajaron unos 75.000 obreros y había comunidades enteras de gallegos, chinos, colombianos, etc. que aún hoy nos miran desde viejas fotografías de color sepia, compactamente agrupados.
El tifus y la malaria radicaron para siempre, en la tierra ubérrima y pantanosa, a la mayor parte de esos hombres. Otros, con papeles legales alcanzaron a levantar un bohío, germinar media docena de hijos y, en la siguiente generación, mandarlos a la escuela.
En aquel tronco, José María Torrijos Rada, colombiano, y su esposa Joaquina Herrera, panameña, tenían claro que había que poblar el mundo. Aportaron 12 hijos y durante más de 30 años fueron maestros en los caseríos de la provincia de Veragua, Panamá, donde se habían afincado.
El sexto de sus hijos nació el 13 de febrero de 1929 y lo bautizaron con el nombre de Omar de lucida historia árabe, aunque ellos no lo sabían. U´mar Al-Numán había sido un poderoso y sabio rey omeya del año 700; y U´mar Jaiam nacido en el año 1040, fue un célebre matemático, astrónomo, médico, filósofo y poeta más conocido popularmente por sus rimas, los famosos “robaiat”. En árabe, la palabra Omar hace referencia a “vivir” y “cultivar”, de modo que Omar significa algo así como “El que verdaderamente vive”, “El que está cultivado, preparado”.
El pequeño Omar estudió (orientado por sus padres que lo esperaban maestro, como ellos) en la escuela local, con dedicación y aprovechamiento, y recibió una beca para continuar en la Academia Militar de San Salvador, donde obtuvo simultáneamente el grado de subteniente y el título de bachiller en ciencias y letras. Por entonces Panamá no tenía fuerzas armadas sino sólo policía que desempeñaba la Guardia Nacional a donde Omar Torrijos Herrera ingresó en 1952. Dio muestras de singular dotes de mando y claras señales de inteligencia por lo que fácilmente fue detectado por los caza-talentos de los Estados Unidos y fichado por la CIA.
Un oficial blanco, caucásico, formado en institutos pro-norteamericanos, con ascendiente entre sus pares. Su carisma era inocultable, así como su profundo conocimiento del pueblo panameño. Lo conocían en todas sus ciudades y en todas sus aldeas.
Pero en su interior lleva una herida profunda que no fue detectada por los aparatos de rayos x a los que fue sometido, y que él oculta cuidadosamente; si sus entrenadores la hubieran descubierto lo habrían rechazado de inmediato, soltándolo de la mano. Omar hubiera llegado a Sub-Comandante del puesto de vigilancia panameño de Guabito en la frontera con Costa Rica, a lo sumo.
Un interés muy antiguo
La importancia estratégica de Panamá no es un descubrimiento norteamericano. El explorador Vasco Nuñez de Balboa desembarcó en la costa atlántica y, luego de mil penurias caminó los cien kilómetros que lo distanciaban del océano Pacífico, al que avista desde unas colinas próximas en septiembre de 1513. A partir de entonces comienzan las urgencias de la Corona Española para hallar el canal que una los dos océanos, y lo que fue decisión política se transformó en alucinación colectiva.
La búsqueda del canal que lleve directamente al Oriente, China, Catay (en el lenguaje de la época) a las islas de las Especies, a las doce ciudades de mármol y oro, fue una fantasía generalizada que consumió flotas, hombres, fortunas. Hernán Cortés deja nada menos que México para buscar el Estrecho Dudoso “que es la cosa en el mundo que más deseo topar”.
Y por último, herederos de los sueños españoles y de las fantasías americanas, la tierra pare estos hombres que carecen de límites, de proporciones, de perspectivas. Gente de mirar plano. Extraña enfermedad que afecta a los tuertos: carecen de visión binocular, sólo ven en un plano.
Y Omar padece ese estrabismo que lo esconde, y crece hasta llegar a la cúspide de la Guardia Nacional; y desde allí revela su patología a sus amigos más allegados. Le duele el Canal de Panamá, el tajo hecho a la montaña, le zanja el corazón al ver ondeando la bandera norteamericana sobre su tierra. Y contagia a un grupo de ellos. ¿Rebeldía española?
Colonial, injusto, arbitrario son vocablo eufemísticos referido al Canal de Panamá. Un país, Estados Unidos, impuso un tratado a perpetuidad a otro país nacido por los fórceps de sus barcos de guerra, para construir esa obra.
Lo habían comenzado los franceses con Ferdinand de Lesseps a la cabeza, que había abierto el canal de Suez, pero los norteamericanos boicotearon a la empresa francesa, la llevaron a la quiebra, luego compraron los derechos y construyeron el canal, al mismo tiempo que una “revolución espontánea” independizó Panamá de Colombia, país al que le pertenecía la soberanía de esa región.
La primera acción del primer presidente de Panamá fue firmar el acuerdo cediendo a perpetuidad los derechos del canal al gobierno de los Estados Unidos.
Vital para el comercio
Gracias al canal en el viaje por barco entre San Francisco y Nueva York se ahorran casi 8.000 millas, u once días de navegación con los barcos de hoy. De Chile a Europa se ahorran 5.000 millas. Adicionalmente Panamá donó a Estados Unidos un superficie igual a las ¾ partes de la superficie de Holanda. Allí funcionaban 17 bases militares norteamericanas, con derecho de intervención sobre Panamá, con prohibición de circular en esas tierras para los panameños, que sólo podían hacerlo en vehículos matriculados en la Zona del Canal, y las infracciones de tránsito se ventilaban en los tribunales de Miami.
A Omar, el Tigre, le duele el canal, y aprendió de sus amos muchísimas técnicas que le serán necesarias en la curación de su llaga. Da un golpe de estado y derroca a un presidente constitucional. Sus amos no se preocupan todavía, al fin y al cabo es un hombre de ellos que lucha por el poder. Y desde “atrás del trono” comprende que jamás podrá Panamá poseer el canal que le pertenece si se limita a una discusión bilateral: David conversando con Goliat, sin espacio para la honda, sin poder mover el brazo que arroja la piedra.
Con paciencia y tenacidad de araña comienza a ampliar la red que pueda inmovilizar al abejorro de vientre rayado, y para hacerlo tanto busca el contacto personal con su pueblo, como deja su uniforme verde oliva con sombrero de selva australiano, para meterse dentro de un traje negro ceremonial y entrevistarse en el exterior con líderes mundiales, explicando su política.

Cuando completó la red, Jimmy Carter, trigésimo noveno presidente de los Estados Unidos estaba sentado en una mesa de negociaciones discutiendo con él la devolución del Canal de Panamá.
El apetito de un tigre no tiene límites. Carter, para salir del aprieto, designó a un ex embajador en Vietnam como su principal negociador y armó un equipo de primerísimo nivel para defender los amplios intereses norteamericanos.
El Tigre buscó todos los recursos a su alcance en su pequeño país, cuando algo le faltaba lo pedía a sus amigos. A Juan Domingo Perón le pidió ayuda para organizar la campaña de prensa, y al Hotel Internacional de Panamá llegaron unos jóvenes argentinos que desde Radio Nacional de Panamá lanzaban consignas, jingles en versión criolla de “Agipro”, agitación y propaganda. Único e indiscutido mariscal, Torrijos conducía las operaciones con la tenacidad y eficacia de un director de ópera alemán. Con un claro sentido de la oportunidad fue llevando las negociaciones hasta que se llegó a lo imposible: Estados Unidos firmó un acuerdo con Panamá para la devolución del canal el 7 de septiembre de 1977.
Los hombres de negro dejaron de fumar. Por esos años los acontecimientos se aceleraron y la política latinoamericana se enrareció para los intereses de los Estados Unidos. Ya en 1964 habían tenido que dar un golpe de estado en Brasil, contra el presidente Jôao Goulart, al que más tarde, en 1976, asesinaron en la Argentina como recordatorio que hay cosas con las cuales no se juega. El 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe de estado en Chile y murió el presidente Salvador Allende con una bala en la cabeza en su sillón de la Casa de la Moneda. El 24 de marzo de 1976 un golpe de estado en la Argentina, en el que participaron oficiales entrenados en las escuelas norteamericanas de los Fuertes panameños, derrocó a la Presidente constitucional. El 27 de junio de 1973 se produce un golpe de estado militar en Uruguay que coloca un títere civil como presidente. Todos estos golpes de estado fueron planeados y dirigidos desde los Estados Unidos por la mano larga de los fumadores.
Una sospechosa muerte
Para 1980 ya habían decidido que el Hombre de Panamá había ido demasiado lejos. “Se nos escapó. Tendremos que hacer un retoque”, dijeron. El 24 de mayo de 1981 en un accidente de aviación muere el Presidente de Ecuador Jaime Roldós Aguilera cuando estaba a punto de reordenar la política de hidrocarburos de su país, en una línea que los sectores conservadores de los Estados Unidos consideraban contraria a sus intereses. Cuando el Zorro Torrijos se enteró del accidente le dijo a su ayudante inmediato: “El próximo soy yo”. Conocía perfectamente las líneas de acción de sus entrenadores.
El 31 de julio de ese mismo año, dos meses después del accidente de Roldós, un De Havilland Twin Otter 6, considerado uno de los aviones más seguros y confiables en su tipo, estalla en el aire y se incrustan sus restos contra el cerro Marta, a unos 180 kilómetros de la ciudad de Panamá. El Tigre viajaba en ese avión. No hubo sobrevivientes. De todas las series de Twin Otter 6 fabricados hasta el día de hoy, el único que estalló en el aire fue el de Panamá.
Poco antes de despegar en el fúnebre vuelo, un “amigo” del Semental le entregó una pequeña grabadora para que la llevara hasta la capital. Jhon Perkins, antiguo miembro de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos publicó en el año 2004 un libro llamado “Confesiones de un sicario económico” afirmando que la grabadora portaba la bomba que destruyó el avión. Nunca se pudo probar. Así murió el general Omar Torrijos Herrera.
En juicio rápido hoy no tiene Panamá un hombre del calibre del general Torrijos, pero en cambio tiene una red de apoyo internacional de indudable peso político, y a la vez hay una sensibilidad generalizada que la violencia de una invasión no es de digestión simple.
Particularmente para China, el Canal tiene una importancia estratégica insustituible y un cambio de mano le perjudicaría directamente en sus intereses económicos.
El Canal de Panamá es un duro freno para el voraz apetito de Donald Trump.

Las reiteradas amenazas del presidente norteamericano a incorporar nuevamente al Canal de Panamá a la soberanía de los Estados Unidos, otorga relevancia a la necesidad de conocer mejor al General Omar Torrijos.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios