Del fin de la historia al fin del hombre 1-4-03

En lo que representa un giro significativo a su tradicional campo de acción -vinculado a la cultura y la economía-, el politólogo Francis Fukuyama aborda en su último libro «El fin del hombre» de los peligros surgidos de los usos de las ciencia y la tecnología, a los que identifica como los principales puntos débiles de la actual civilización. Fukuyama generó bastante revuelo en 1989 cuando publicó un artículo -ampliado luego en formato de un libro bajo el título de «El fin de la historia y el último hombre»- en el que sostenía que el filósofo alemán Hegel tuvo razón al afirmar que la historia había finalizado en 1806, dado que no se había producido ningún avance político esencial más allá de los principios de la Revolución Francesa. Me pareció que lo único que no admitía refutación alguna (a propósito de su artículo) era el argumento de que no podía darse el fin de la historia a menos de que se diera el fin de la ciencia. Tal como yo había descrito el mecanismo de una historia universal progresiva en una obra posterior, se presenta como uno de sus principales motores», señala el analista en el prólogo de su nuevo libro. «Buena parte de la tecnología de finales del siglo XX, como la denominada revolución informática, ha contribuido en gran medida a la expansión de la democracia liberal. Sin embargo, no nos hallamos, ni mucho menos, cerca del fin de la ciencia; de hecho, parecemos estar inmersos en un período de avances monumentales en las ciencias de la vida», agrega. En «El fin del hombre. Consecuencias de la revolución biotecnológica» -recién publicado por Ediciones B-, Fukuyama plantea que el futuro de la humanidad no se va a librar en el campo de batalla (por muy destructor que éste resulte), sino en un campo de operaciones mucho más sutil: el de los laboratorios y la biotecnología. «Si alteramos la naturaleza humana, el descontrol puede ser tan fantástico que a lo mejor nos resulta imposible dar marcha atrás», indica el pensador, para quien las guerras a cielo abierto «son menos peligrosas que los escondidos laboratorios». El hombre, para Fukuyama, se encuentra al término de su existencia como especie y es justamente el desarrollo en espiral de la biotecnología el que conducirá a la especie humana a un estadio «posthumano». Según Fukuyama, nos hallamos en el umbral de una nueva era en la que los individuos ya no existirán necesariamente constreñidos por las leyes naturales (y especialmente las biológicas) que hasta hoy fueron inmutables. La inteligencia humana se ha desarrollado ya hasta el punto de permitir que el hombre se recree, se reinvente, descarte, mejore o genere aspectos y facetas de la entidad humana. Los beneficios de la revolución biotecnológica son prácticamente innumerables y pueden generar un nivel de bienestar y calidad de vida que jamás pudimos soñar, según Fukuyama. Sin embargo, las amenazas que esta misma revolución presenta son, sencillamente, capaces de eliminar en pocas generaciones al ser humano. En cualquiera de los escenarios, ya no es realista contemplar en el largo plazo una Humanidad inalterada, natural: todo, desde la reproducción hasta las fronteras de la muerte, desde la mente y el pensamiento hasta la morfología del individuo, va a experimentar una transformación radical. Fukuyama procura no aportar soluciones a los dilemas planteados, pero le parece de especial importancia el simple hecho de ponerlos sobre la mesa porque, incomprensiblemente, este cambio radical e inminente no está en el debate de nuestros días. (Télam).


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