Dificultades para sostener la cuarentena

Mirta Itlman*

La pandemia  interrumpió nuestra vida cotidiana, nuestras relaciones, la vida laboral y social trayendo como consecuencia la adaptación a la nueva realidad. Si bien tenemos una fuerte capacidad adaptativa, han aparecido o exacerbado tensiones psicológicas, emociones, sentimientos y sufrimientos: insomnio, ansiedad, aburrimiento, depresión, soledad, desconcierto, irritabilidad, incertidumbre.


Los niños y adolescentes se encontraron en la situación de suspender sus contactos esenciales como la escolaridad, sus amigos, familiares o personas y  espacios fundantes para su desarrollo. Las consecuencias se agravan para los niños que sufren maltrato dentro de sus hogares y para aquellos que no cuentan con los recursos tecnológicos para poder comunicarse.


Los adultos modificaron sus vidas laborales  teniendo que hacer, en el mejor de los casos, home office al mismo tiempo que acompañar a sus hijos con las demandas de la tele escolaridad sufriendo  una sobrecarga emocional. En relación a los mayores, se ha observado soledad y confusión ya  que suelen no contar con las habilidades para comunicarse por las redes sociales para poder aliviar la soledad o entretenerse un poco.


Para otras personas esta nueva acomodación de distanciamiento social ha sido beneficiosa. Relatan sentirse bien, haber podido afianzar las relaciones con sus convivientes, descubrirse en su creatividad y en la capacidad de estar solos.  


Sabemos que la materia prima de la vida mental son las relaciones. El ser humano es activo socialmente; desde que nace está el deseo de relación con su entorno  ya que para su desarrollo psicológico necesita el contacto físico, los olores, la mirada de los otros. Esta necesidad básica continúa a lo largo de la vida. Tendemos a conservar la continuidad de las relaciones, de lo conocido, de lo que nos da seguridad.


  Cada persona responde con su singularidad, sus necesidades, deseos, conductas respeto a las normativas. Observamos a aquellos que se mueven fuera de las casas con  cautela y con un núcleo reducido de conocidos cuidando la distancia social al aire libre.
 En esta nueva dinámica de relación social y no siéndoles suficiente el contacto a través de la pantalla, algunas personas  van al encuentro del otro negando el peligro de contagiarse y contagiar, saliendo de manera exaltada.


En el otro extremo están aquellos que dicen “ni loco salgo” por temor a infectarse o infectar. El afuera les genera ansiedad.  
 Nos encontramos frente a un delicado equilibrio entre el distanciamiento social y la necesidad del encuentro presencial y corporal. Los recursos internos como la creatividad, la fantasía, la habilidad para comunicarse, son herramientas psicológicas para alivianar malestares, tensiones emocionales que ayudan a sopesar dónde, cómo y cuándo salir o quedarse en casa.


También hay un deseo o ilusión  de reencontrarse con aquello que  era conocido, habitual y familiar, no solo para volver a reconocerse en una relación, en los vínculos, sino quizás también con la fantasía de volver a tener lo que una vez se tuvo o aquello que pudo haber sido.


* Psicóloga. Miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA). Especialista en niñez y adolescencia.


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