El Coro Universitario en singular concierto

La agrupación neuquina aborda un repertorio complejo y poco transitado

Coro Universitario del Comahue. Realizador de Video y Operación Técnica: Mario Tondato. Iluminación: Gonzalo Córdova. Operador: Andrés Ponce de León. Preparación Vocal y Asistencia: Gabriela Coniglio. Dirección: Daniel Costanza. Obras: «Cuatro Motetes en Memoria de Maurice Duruflé» de Vytautas Miskinis (1954) – Lituania; «Crucifixus» de Antonio Lotti (1667 – 1740) – Italia; «Lamentaciones de Jeremías Propheta» de Alberto Ginastera (1916-1983) – Argentina; «Cantus Gloriosus» de Jósef Swider (1930) – Polonia; «Misa para Doble Coro – Agnus Dei» de Frank Martin (1890-1974) – Suiza.

El mero enunciado de las obras presentadas por el Coro Universitario del Comahue y el carácter de la puesta, hablan de la fuerte apuesta artística que realiza su director, Daniel Costanza en este nuevo ciclo de conciertos programados para octubre y noviembre, en la Casa del Coro de Neuquén.

Entrar a la sala de la Casa del Coro en semipenumbra, que comience a proyectarse una imagen en una pantalla y que el coro inicie su ejecución en un lugar insospechado, otorgan al inicio y desarrollo de esta nueva presentación de una perspectiva no habitual; sitúa al público ante imágenes quietas o en movimiento en simultaneidad con las interpretaciones de las obras corales.

Estas imágenes son de la ciudad de Neuquén y sus alrededores, y de alguna manera se vinculan al reciente centenario cumplido por la capital de la provincia. Se produce entonces un fuerte encuentro: el Coro y su interpretación de obras religiosas, en su mayor parte del siglo XX -y por lo tanto muy raramente o nunca escuchadas- , y las imágenes de gente y lugares fácilmente reconocibles por nosotros, cotidianas, cercanas. Por momentos los dos discursos se separan, no fusionan: queda por un lado la música en sí para ser escuchada, y por otro, la imagen con su propio contenido; la intencionalidad religiosa y el paisaje semirural y urbano no encuentran un significado común.

Pero hay un momento muy especial en que los dos discursos encuentran una semántica común y se logra una fuerza expresiva de una potencia muy llamativa. Es durante el «Crucifixus» de A.Lotti. Las imágenes en, pantalla dividida, muestran simultáneamente el Neuquén opulento y el relegado; a los muy pocos que acumulan los beneficios de estas políticas de exclusión, y a los muchos que las padecen; la riqueza obscena y la pobreza que se oculta; el egoísmo y sus víctimas.

Este escándalo, trágico y culpable, lo contemplamos sin atenuantes mientras el Coro canta sobre el escándalo, trágico y culpable de la crucifixión de aquel que -según recuerdan algunos- fue asesinado por amar a sus hermanos; dolorosa y desesperada obra del barroco de una intensidad emocional y perfección constructiva inmensas. Un momento muy conmovedor y altamente significativo; música e imagen alcanzan una contundente construcción, que habla a las claras de las enormes posibilidades de este doble recurso artístico.

El logro alcanzado por el Coro Universitario y su director, en la interpretación de estas obras es realmente notable. Se trata de obras a capella de afinación e interpretación muy complejas; y como, además, casi todas ellas son relativamente modernas, no tienen la extensa tradición interpretativa de las obras habituales de los repertorios corales. El resultado es de detalles y terminación finas, cuidados, bien terminados; a los que, si bien Costanza nos tiene acostumbrados, no es prudente olvidar el refinado sentido artístico que requieren.

Se asume con estas obras un enorme riesgo de ejecución y de relación con el público, que no está habituado a ciertos lenguajes, aunque ya posean cierta antigüedad. Y se nos brinda como público la gran oportunidad de escuchar estas obras de la música del siglo pasado, realizadas por compositores de una trayectoria probada y reconocida.

Es así que podemos percibir esa particular concepción religiosa que se encuentra presente en muchos compositores de este singular período, más ligada a lo apocalíptico y a lo escatológico que a la esperanza, más cercana a la contemplación de una devastación que al dolor por sentirse lejos de la mano de Dios.

En este sentido, ofrece un contraste muy llamativo el «Anus Dei» de la «Misa para Doble Coro» de F. Martín. Esta obra, como muchas de este compositor de origen suizo, posee una amplitud de recursos constructivos y expresivos muy poco común en los compositores de la época, más bien interesados en que cada obra sea una exploración de recursos únicos, obsesivamente llevados hasta la exasperación. Y posee un rasgo más infrecuente: una emocionalidad franca, muy comunicativa, que nos conecta con una esperanza sin barreras constructivas. Es una obra bellísima.

Nuevamente el Coro Universitario del Comahue ofrece un espectáculo de mucha jerarquía, con un trabajo musical de una gran calidad que asume riesgos. La puesta en general tiene aún en la segunda función, algunos desajustes en los tiempos de las imágenes y de las luces, pero se cuenta con la oportunidad de asistir a las numerosas funciones que se han programado y participar de su maduración. Es un espectáculo para transitarlo asistiendo más de una vez. No se lo pierda.

 

Marcelo Chevalier

 


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