Lecturas: «Intimidades», una historia profunda a ritmo de thriller

Después del thriller “Una separación”, Katie Kitamura vuelve a demostrar su capacidad para tensar la cuerda y lograr climas de una violencia contenida.

¿Cuánto influyen los hechos de violencia que nos rodean en los aspectos cotidianos de la existencia?. ¿Qué grado de intimidad nos permiten los parentescos, las relaciones? ¿se puede poner en términos precisos aquello que sentimos?. Algunas de estas preguntas, con sus respuestas, corren entre la trama de “Intimidades”, la novela de Katie Kitamura editada por Sexto Piso, elegida por The New York Times como uno de los cinco libros de ficción mejores de 2021, que fue el año original de publicación, aunque aquí llegó el mes pasado.


En pocas palabras, la trama del libro podría resumirse así: una mujer nacida en Nueva York, cuyo padre acaba de morir y cuya madre se mudó a Singapur, se va a La Haya con un contrato de un año para trabajar como intérprete en un tribunal (todo hace suponer que se trata del Tribunal Internacional de Justicia).


Allí conoce a Jana, un artista que vive en un barrio algo peligroso, y luego a Eline; allí se enamora de Adriaan, y allí, fundamentalmente, le toca hacer de intérprete de un ex jefe de estado africano que cometió crímenes de guerra.


Las relaciones con cada uno de esos personajes moverán el grado sutil de la intimidad y de determinadas formas de violencia. Con Jana la une una suerte de amistad, pero también de desconfianza; con Eline, la une un secreto que una no se anima a confesarle a la otra y que esconde un hecho un tanto chocante; con Adriaan la une una intimidad incómoda. Él aún está casado aunque fue abandonado por su mujer que se fue a Lisboa. Cuando conoce a la protagonista nada de esto está demasiado claro y ella, de hecho, se entera del abandono de casualidad, en medio de una fiesta y porque se lo cuenta un hombre, Kees, que muestra más malicia que inocencia al deslizar los datos. Y finalmente, claro, la trama plantea la repulsiva intimidad que aprieta allí donde se confluyen la moral con el deber. Porque a la protagonista le toca hacer de intérprete para el exjefe de estado que ha cometido crímenes de guerra. Ella debe hacerle las traducciones casi en su oído, debe escuchar los testimonios, debe abstraerse buscando las palabras perfectas para narrar atrocidades.


¿En qué punto, el interés laboral por interpretar a la perfección lo que se está diciendo hace que lo que se dice no importe tanto como el cómo? ¿Cómo influye eso en su día a día, colmado de situaciones banales o profundas como su relación con Adriaan?


“Creo que vivimos en un estado de vértigo cognitivo: sabemos que están ocurriendo cosas terribles en el mundo, y aún así seguimos con nuestras vidas, tomamos café, hacemos la cena para los niños. Eso requiere cierto nivel de ‘lo sé pero no lo sé’. Nos permitimos comportarnos como si existiéramos en un mundo en el que la violencia más atroz no fuera ubicua, como si no habitáramos un mundo que está en llamas. Es algo necesario para que podamos funcionar; y, sin embargo, una vez que de verdad sabes algo es difícil seguir adelante como si nada”, explicó la autora en una entrevista, cuando salió su libro.
La intimidad recorre cada una de esas relaciones como una corriente subterránea y erosiva.


“Intimidad es una palabra que contiene connotaciones contradictorias. Se supone que es lo que todos queremos alcanzar con los amigos, con la pareja. Pero en la novela también quería presentar casos de intimidades no deseadas, en las que se inscribe el acoso o la intimidación sexual”, contó la escritora en Madrid a a Infobae España.


El ex jefe del Estado que aparece en la novela se basa en Laurent Gbagbo, expresidente de Costa de Marfil, que fue encarcelado después de generar una crisis político-militar y juzgado por el Tribunal de La Haya en 2019 para ser finalmente absuelto.


Con la vida escindida entre los andariveles de la amistad, las relaciones y ese trabajo que pone a prueba su límite de tolerancia, la protagonista intenta hacer pie además en una ciudad que no es suya y a la que también necesita interpretar. Es ahí donde, más allá de la resolución de la trama, el libro encuentra su profundidad y su mayor tensión: en eso que es común a todos los andariveles por los que transita.


Katie Kitamura: amante del suspenso



Aunque nació en los Estados Unidos, más precisamente en Sacramento, en 1979, Katie Kitamura pasó su infancia y sus años de formación entre su país natal y Japón, una experiencia clave para su modo de abordar la narración.


Kitamura debutó en la literatura en 2006 con la novela autobiográfica “Japanese for Travellers” (Penguin Books) y ha colaborado como periodista para medios como “The Guardian” o “Wired”.Además, también da talleres de escritura creativa en la Universidad de Nueva York.
Según cuenta, creció leyendo novelas de misterio. “Amo toda la producción de John le Carré. Pero, más que estar interesada en ver cómo se resuelve todo a través de la trama, lo que de verdad me fascinaba era desgranar el paisaje psicológico de los personajes”, dijo en una de las entrevistas dio tras la repercusión de “Intimidades”.


Y esta no es la única novela en la que se nota su apego por el thriller. Ya en “Una separación”, también editada por Sexto Piso, hay rastros de ese suspenso que, más que enfocar la resolución de la trama se ocupan de la psicología de los personajes implicados. Hay, podría decirse, un soplo de Hitchcock, que le da el aire justo a “Una separación” porque la historia parece una cosa y se vuelve definitivamente otra.
La trama es así: una mujer viaja a Grecia tras los pasos de su marido que no da señales de vida desde hace algunos días. En realidad, la mujer y su marido se han separado seis meses atrás, pero decidieron no contarle a nadie esa situación, así que cuando la suegra de la mujer le dice que le compró un pasaje para que ella vaya al hotel donde se hospedaba Christopher (así se llama el marido), ella acepta, muy a su pesar y sin estar segura de querer encontrarlo. Si están separados ¿qué va a buscar?, ¿le interesa encontrarlo?


Lo que ocurre después es puro suspenso psicológico. La mujer se hospeda en el mismo hotel que su marido. Un hotel de lujo con vista al mar, pero en medio de un paisaje salvaje y estéril arrasado por una oleada de incendios, una tierra quemada por donde la protagonista rastreará los fracasos de su relación para descubrir que apenas conoce al hombre que una vez amó. Un lugar idílico rodeado de desolación, como una metáfora de lo que puede ocurrir con una relación.
En el hotel, a la mujer rápidamente su rol se le vuelve en contra: ¿es una mujer que busca a su marido, o una ex que quiere el divorcio?


Mientras lo busca, y mientras Christopher sigue sin aparecer, la autora ahonda en las profundidades de la infidelidad, en el impulso de conservar una relación, y en la necesidad de dejar ir tras una separación.
La novela tiene algo cinematográfico en la construcción de las escenas. Escrita desde el punto de vista de la mujer que soporta la decisión de su suegra, que luego imagina infidelidades de su ex marido, que intenta seguir sus pasos en esa tierra quemada y en medio de un pueblo donde todos se conocen, y que finalmente se hace unas preguntas incómodas sobre ese punto al que llegaron, la novela exprime la tensión.


La historia combina el misterio con la introspección; el suspenso con la disección de emociones que emanan de una separación. El resultado es una novela atrapante, que se lee de una sentada.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios