Falta que se haga la luz, esa que sólo Messi es capaz de irradiar

“¿Quién me afirma aquí hoy que Argentina no puede ser campeón?…”, desafió el Maestro Tabárez, luego de la primera fecha de la Copa América cuando Uruguay goleaba a Ecuador y Argentina perdía ante Colombia. Quedan aún dos partidos por delante y la selección argentina podría no serlo, pero por aquellos días ni siquiera había atisbos de un equipo, más allá de la prudencia del sabio entrenador uruguayo.

Ahora, si bien recién se esbozan los primeros trazos firmes, una Argentina competitiva en tierra brasileña es posible. La selección ha ido de menos a más en el torneo, y por encima de esa incertidumbre de cómo y a qué jugará Argentina en cada compromiso, la solidez y el compromiso se han ido transformando en los bastiones de un equipo que entendió luego del primer día de competencia, que estaba en la antesala de uno de los peores papelones de la historia futbolística albiceleste.

Tan determinantes han sido esas virtudes, más cercanas a la cultura del aguante que a la fantasía, que Argentina está en las semifinales sin haber necesitado imperiosamente de Lionel Messi. Tal dependencia muchas veces fue nociva para el seleccionado, siempre propenso desde Diego Maradona hasta nuestros días, de adorar a la figura de un salvador que nos libre de las frustraciones.
Esta versión de Messi en Brasil ha sido más terrenal y no de “extraterrestre”, como se lo ha calificado muchas veces al crack ante la imposibilidad de describir toda su magia en el arte de la pelota. Siempre atrapado en su traje de súper héroe, Messi ha acudido a esta cita sin su capa, aunque todos esperan que se la calce ante Brasil. “No es mi mejor Copa América”, reconoció Messi ayer, aunque esta versión de Lio en el seleccionado se podría decir que es inédita.

El capitán es ahora el que sale a hablar en las malas, no hay miradas clavadas en el piso en la derrota ni triunfalismos desmedidos en la victoria. Incluso, ante Venezuela cantó el himno por primera vez junto al seleccionado y desactivó así un tema menor que sin embargo para muchos era casi una deshonra a la patria.
Por ahora, Messi se ha mimetizado con esta selección más cerca del overol que de la galera y bastón, aunque se sabe: Argentina espera de él lo que lo ha hecho diferente al resto. Ante Brasil, el crack deberá desenrollar la alfombra roja para que el transito a la final fluya como su fútbol inclasificable.

Lo saludable hasta ahora en esta Copa, es que el seleccionado ha comenzado a reconstruir el equipo por las bases y no por el techo. Se va solidificando de atrás hacia adelante, es solidario y combativo por más que por tal entrega haya resignado brillantez. Contra Venezuela, demostró que es capaz de trabajar los partidos y tener un plan. Restará ahora sumarle magia al sacrificio si es que se quiere hacer la diferencia ante Brasil. Falta que se haga la luz, esa que únicamente Messi es capaz de irradiar.


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