Impresiones sobre la Línea Sur

JORGE CASTAÑEDA (*)

La Línea Sur es paradójicamente una de las regiones más postergadas de la provincia de Río Negro, pero que tiene inmejorables fortalezas para su desarrollo integral. Su perfil ha cambiado sustancialmente desde la concreción de la obra de pavimentación de la Ruta nacional 23 con todo lo que trae aparejado. Se acortan las distancias, se abaratan los fletes, permite la integración de sus localidades y muy en especial favorece la actividad turística. En cada uno de sus pueblos se puede observar una cada vez mayor oferta en lo que a hotelería y gastronomía se refiere, con la puesta en valor de los recursos naturales, como el bosque petrificado de Valcheta –con especies de 60.000 millones de años–, el fortalecimiento de los museos, el turismo arqueológico y paleontológico, con pinturas rupestres y petroglifos y, de manera muy especial, el gran atractivo común que es la meseta de Somuncura, un área natural protegida con un paisaje incomparable, con especies únicas en el mundo y con determinadas zonas de gran atractivo desde lo etnográfico y antropológico. Hay otras obras en las que se está avanzando rápidamente que son vitales para toda la región, como el gasoducto a las localidades que aún no cuentan con ese servicio y el tendido de la fibra óptica que terminará integrando y comunicando a cada uno de los pueblos y parajes no sólo con Argentina sino también con el mundo. Nuevas experiencias, como el aprovechamiento integral de la fibra del guanaco y otras actividades productivas tuteladas por el Ente de Desarrollo de la Región Sur, buscan crear nuevas alternativas ante la situación terminal del ganado lanar, debido a razones climáticas, como la prolongada sequía que afecta a varios departamentos, el sobrepastoreo y la erosión de los campos, la proliferación de plagas como el zorro, el puma y, agregándose últimamente, el jabalí, que han diezmado sensiblemente las majadas con el consiguiente despoblamiento de los campos que quedan muchas veces abandonados, donde todavía persiste el minifundio que ata a las familias de productores a una unidad económica deficitaria. Persisten todavía los denominados valles menores, a los cuales resta definirles un rol productivo. La carencia de recursos hídricos también conspira contra cualquier actividad pecuaria, a pesar de los esfuerzos que las unidades técnicas están realizando al respecto, habiéndose hecho experiencias en busca de este recurso vital incluso en plena meseta de Somuncura. Una de las iniciativas más acertadas ha sido la creación de centros de estudios terciarios de diferentes universidades, destacando las carreras que son vitales para la región, como tecnicaturas en producción y en turismo sustentable y otras similares que permiten generar recursos humanos propios y que esos jóvenes capacitados con nuevos conocimientos los trasladan a sus medios con excelentes resultados, a la vez que evitan el éxodo de los que se reciben y que se quedan en las grandes ciudades. La actividad minera no contaminante es también otra de las alternativas de varias localidades, como Valcheta con la bentonita y el pórfido, Los Menucos con la piedra laja e Ingeniero Jacobacci con las diatomeas y otras similares, donde se debería reglamentar su complementación para no ocasionar daños al medio ambiente. En la posibilidad de concretarse el Corredor Bioceánico Norpatagónico, la Línea Sur está ubicada estratégicamente con enormes posibilidades de desarrollo en todos sus perfiles. Entre las mayores fortalezas de la región se encuentra un paisaje natural como pocos en el mundo, vislumbrado por paisajistas mundiales que han pasado por la zona: valles como el de Valcheta, apropiados para el aprovechamiento de productos naturales sin agroquímicos ni contaminantes; la siempre postergada construcción del Dique Embalse sobre el arroyo homónimo; los frigoríficos y mataderos con rango nacional; una cultura con fuerte presencia de los pueblos preexistentes; una producción artesanal de altísima calidad y las posibilidades de desarrollar economías regionales con emprendimientos, como la cría de conejos, frutas finas y elaboración de dulces, la cría de cerdos que ya ha comenzado con un desarrollo todavía incipiente, pero en crecimiento sostenido, criaderos de pollos e industria apícola. Es una región donde, a diferencia de otras, sus pobladores tienen una fuerte identidad, una cultura y una historia común que les otorga un sentimiento de pertenencia y de arraigo a la tierra que los vio nacer. Por otra parte, poseen un espíritu de lucha forjado al sobreponerse a la dureza del clima hostil, al aislamiento, a los caminos en mal estado, al déficit en lo que a educación, salud y servicios se refiere, y que sin embargo en arduas bregas supieron plantar, a principios del siglo pasado, instituciones que han perdurado en el tiempo como clubes, bibliotecas, cooperadoras y sociedades civiles de todo tipo. Ese espíritu pionero ha calado hondo en las nuevas generaciones que saben que todo en la región cuesta grandes esfuerzos –porque en la Línea Sur nada se regala–, desde tener un cajero automático hasta peticionar por mejores servicios. Las perspectivas son interesantes y sus potencialidades inmensas, pero para desarrollarla en su totalidad faltaría solamente el acompañamiento provincial y nacional con políticas de largo plazo, que trasciendan las diferentes administraciones. La Línea Sur merece eso y mucho más, porque su dirigencia y sus vecinos jamás han bajado los brazos, ni en las épocas más duras, y todavía tienen un sentimiento común que los alienta: estar en igualdad de condiciones que los ciudadanos de otras regiones más favorecidas. (*) Escritor. Valcheta


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