La desigualdad social viene de lejos


Cada vez hay más investigaciones antropológicas que corren hacia atrás en el tiempo su origen y la consideran como un factor esencial del progreso histórico, pese a que hoy la igualdad aparece como un valor indiscutible.


A pesar de que la idea de igualdad hoy parece indiscutible es, por el contrario, una de las más debatidas y aún no existe una formulación política que conforme a todos los contendientes.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea revolucionaria francesa el 26 de agosto de 1789, se sintetizó en la consigna “Igualdad, libertad y fraternidad”. Pero en esa famosa trilogía la idea de igualdad (que fue tomada por los revolucionarios franceses de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de 1776, en la que se la registra por primera vez) nunca fue apoyada por todos.

Ya en el momento mismo de la Revolución Francesa había muchas facciones políticas que descreían de la igualdad social como un bien indiscutible. Y esa disidencia fue in crescendo: incluso un partidario de la igualdad ante la ley como Abraham Lincoln desconfiaba de que la igualdad social fuera un bien deseable. Irónicamente dijo: “Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son”.

Desde entonces, el mundo se ha divido entre los que sostienen que la desigualdad es inherente al progreso y los que creen que es más perniciosa que la miseria.

Desde la Revolución Francesa, el mundo se ha divido entre los que sostienen que la desigualdad es inherente al progreso y los que creen que es más perniciosa que la miseria.

La Revolución Rusa fue el gran movimiento político que se propuso acabar con la desigualdad. Pero dentro de unas semanas se cumplirán 30 años desde que la Caída del Muro de Berlín sepultó al comunismo. Muy pocos son los que hoy querrían volver a vivir en un sistema como el soviético. Los idealistas de izquierda dicen que el sistema soviético fue la forma perversa del socialismo, pero que el ideal igualitario sobrevive esperando que aparezca una formulación virtuosa. Sin embargo, nadie sabe cómo sería esa forma virtuosa.

Lo cierto es que el ideal igualitario sobrevive en la mentalidad progresista moderna. Nacido como ideal en el siglo XVIII nunca se lo vio concretado. Y cada vez hay más investigaciones prehistóricas que corren hacia atrás en el tiempo el origen de la desigualdad social y cada vez se la considera más claramente como un factor esencial del progreso histórico.

Los primeros estudios antropológicos en el siglo XIX basados en la vida de las poblaciones de cazadores-recolectores (en las que la diferenciación social era nula o ínfima) hicieron pensar que hasta muy recientemente las sociedades humanas habían sido muy igualitarias, y que fue la creación de los imperios (el mundo grecorromano en el Mediterráneo, los primeros reinos chinos e indios en Asia oriental, los imperios mesopotámicos y el Egipto faraónico) los primeros y raros gérmenes de la desigualdad social.

Sin embargo, en la última década una avalancha de nuevas investigaciones demostró que durante la muy primitiva sedentarización (incluso en casas campesinas aisladas o en la conformación de pequeños poblados poco numerosos) ya la desigualdad social estaba plenamente desarrollada.

En un artículo publicado el miércoles pasado en la revista Science por Alissa Mittnik (del Instituto Max Plank), Ken Massy y varios otros investigadores se demuestra que la desigualdad social existía plenamente desarrollada en la Edad del Bronce en Europa Central. Un numeroso equipo (que incluye a biólogos, expertos en genética, antropólogos y prehistoriadores) estudió, además de los bienes encontrados en las tumbas halladas en Alemania cerca de Augsburgo (y fechadas entre 2750 a.C. y 1300 a. C.) los restos de unos 104 individuos de todas las edades.

Por primera vez se pudo reconstruir árboles genealógicos que abarcan hasta cinco generaciones. Lo sorprendente es que solo incluyen el linaje masculino: todas las mujeres encontradas son de otras familias (y por otros estudios, como los restos del agua en los dientes, se supo que deben provenir de grupos situados a más de 400 kilómetros de este poblado): “Estoy absolutamente seguro de que se pactaban matrimonios concertados entre distintos grupos familiares que estaban muy distantes, quizás intercambiando las hijas de cada grupo”, dice Philipp Stockhammer, profesor de Arqueología Prehistórica en la Universidad de Múnich.

Pero el descubrimiento más importante en este yacimiento cercano a la cuenca del río Lech es que en la misma casa convivían personajes ricos -que eran enterrados con sus armas y objetos de metal fundido- e individuos pobres (posiblemente sirvientes o esclavos), que no poseían nada. Esto demuestra que la división social que se encuentra masivamente demostrada en la época grecorromana (unos 2.300 años más tarde) ya estaba plenamente impuesta en la Edad de Bronce.

Quizá la desigualdad social, que atormenta a los militantes de izquierda -la ven como una atrocidad moral- fue un avance civilizatorio que permitió a los humanos organizarse de manera óptima. Suena brutal, pero en los últimos 70.000 años ha sido muy efectiva.


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