La palabra maldita

La frecuencia de los ajustes no es tanto debido a quienes los implementan, como a la irresponsabilidad de quienes los hicieron inevitables.

El colapso de la economía nacional se ha debido más que nada a la voluntad de la mayoría de los políticos de gastar más sin aumentar los impuestos y sin molestar a los evasores, de suerte que es lógico que una de las palabras clave de las décadas últimas haya resultado ser «ajuste». Como todos sabemos, tiene connotaciones tan negativas que muchos parecen tomarla por sinónimo de hambre, despidos y miseria, razón por la que abundan los políticos, sindicalistas e intelectuales que parecen haberse convencido de que siempre es necesario luchar contra «el ajuste» de turno y que es más «humano» proponer planes fantasiosos de lo que sería procurar manejar la economía con un mínimo de sensatez. Así las cosas, el que el FMI haya pedido al gobierno que introduzca cambios en el presupuesto, o sea, que ordene algunos «ajustes», habrá servido para estimular a sectores que ya están protestando contra la política emprendida por el gobierno de Eduardo Duhalde por considerarla demasiado severa. Asimismo, en un intento de asegurarse más dinero en los próximos meses, los gobernadores están reiterando que las provincias no tolerarán más «ajustes» aun cuando éstos se deban a la falta de recursos, no a un capricho del gobierno nacional.

Pues bien: la idea muy difundida de que todos los ministros de Economía de los años últimos no han hecho nada más que proponer ajustes innecesarios que, por fortuna, fueron frustrados por la vigilancia de políticos solidarios respaldados por amplios sectores sociales, nos dice mucho sobre las causas de la crisis. Mal que les pese a los que suponen que la disciplina fiscal es de por sí reaccionaria, no puede ser viable una sociedad cuyos dirigentes sean congénitamente incapaces de producir presupuestos realistas porque siempre pretenden gastar más de lo que podrían recaudar. Puesto que es inconcebible que todavía haya políticos que sinceramente crean que la llegada milagrosa de «dinero fresco» haría de un presupuesto excesivamente ambicioso un programa de gastos razonable, tales actitudes no tienen nada que ver con factores ideológicos.

Al rehusar actuar con responsabilidad desde el vamos, lo cual los obligaría a comprometerse con paquetes de medidas realistas por entender que la alternativa a la coherencia es el caos, muchos gobiernos y legisladores se han habituado a declarar que actúan de este modo porque están resueltos a defender a sus compatriotas, sobre todo a los más pobres, contra las penurias que les supondría una mayor estrechez. Sin embargo, lo que hacen en realidad es pasar el bulto a otros por suponer que la gente se sentirá tan impresionada por su resistencia a aceptar cortes que no los culpará por las consecuencias concretas de sus omisiones que, obvio es decirlo, serán atribuidas al FMI o a «los liberales». Durante muchos años, la mayoría tomaba en serio esta interpretación interesada de lo que sucedía -según las encuestas de opinión, compartía la indignación manifestada por aquellos políticos que se especializaban en «denunciar» ajustes-, pero parecería que esta actitud ha cambiado. Por cierto, son cada vez más los que se han dado cuenta de que lo que refleja la frecuencia realmente extraordinaria de los ajustes en nuestro país no es tanto la mezquindad de los técnicos que tratan de instrumentarlos, cuanto la irresponsabilidad crasa de quienes los hicieron inevitables.

En los países bien gobernados es común que los presupuestos experimenten algunos retoques que, en ocasiones determinadas, podrían ser resistidos por sectores políticos importantes, pero no lo es que pocos días transcurran sin que el anuncio de un nuevo ajuste provoque más conflictos. Aquí, en cambio, es normal porque virtualmente todos los presupuestos que se han confeccionado últimamente se inspiraron en el optimismo excesivo de los funcionarios y legisladores que los redactaron. Por eso, no sorprendió en absoluto que al regresar de su visita a Washington Remes Lenicov haya tenido que explicar que a juicio del FMI sus cifras no cerraban, de modo que para tener la posibilidad de recibir nuevos préstamos será forzoso modificarlas para que contemplen ciertos costos que el gobierno hubiera preferido pasar por alto. Por el contrario, lo asombroso hubiera sido que llevara en su equipaje un presupuesto que fuera claramente realista.


Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Ver planes ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora