La Peña: Las noches de Navidad donde florecían los cantores

Las noches de Navidad siempre terminaban con guitarreada en mis pagos y no había Papá Noel que las frenara.

Las noches de Navidad siempre terminaban con guitarreada en mis pagos. No había Papá Noel que las frenara, porque para muchos folcloristas era una pena que el final de noches con tantas emociones llegara sin la música que todos sabían cantar.
Las sobremesas navideñas podrían ir hasta las dos o tres de la mañana y la caravana de cantores y aspirantes a cantores largaba con tres o cuatro integrantes y en cada casa por donde pasaba la serenata se iba sumando alguno que quería seguir de festejo. La salida del sol era el límite para las visitas a las casas, donde por supuesto no faltaban las bebidas frías y para reponer energía, algún resto de lechón o de pollo de la noche.
El número de cantantes se agrandaba y podía llegar al doble o triple de los que habían iniciado el camino de la noche musical. Pero la calidad de los músicos se achicaba drásticamente. El cansancio y el alcohol hacían lo suyo.
Pero el folclore se había instalado casi como el postre de la Navidad. Y no colisionaba con nada porque era un buen modo de repartir emociones por las calles del pueblo. A lo sumo por ahí podría ocurrir que un Papá Noel rezagado todavía estuviera descargando regalos en algún patio cuando llegaran los cantores, pero no había reportes que dijeran eso.
En cada casa había un bombo o una guitarra, la música formaba parte casi del ADN de cada uno de los que se salían de la vaina por salir a demostrar cuánto habían aprendido de un año al otro. Porque cuando todos estaban sobrios había limitaciones para integrar el grupo de cantantes. Vos sí, vos no, te falta, sos menor de edad, aprendé mejor a tocar y el año que viene vemos. Esas eran las razones que podían dejarte afuera de una salida incomparable por las calles del pueblo.
Las mañanas eran de una tranquilidad muy superior a lo habitual, eran silenciosas, salvo el ruido de los niños que ponían sobre la calle las pelotas, las bicicletas y cuanto regalo habían recibido. La música quedaba en el corazón.


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