“La prohibición del fracking es política”

<span style="text-transform:uppercase">George king, experto mundial en no convencionales, relativizó los impactos de la fractura hidráulica. dijo que la crítica ambientalista carece de pruebas y pidió mayores regulaciones. </span>

“Para un año de fractura en Estados Unidos se utiliza menos agua que para regar todos los campos de golf del país”. Así, en tono desafiante pero con “la ciencia” de su lado, el consultor de Apache George King arremetió en la exposición Oil & Gas contra los “mitos” que –según él– se levantan sobre el fracking. Para ello, llevó las conclusiones de un estudio sobre 650.000 pozos en todo el mundo. Lejos de revelar las “maravillas” de la industria, allí se ve el impacto que tiene la actividad, aunque no es precisamente la fractura hidráulica la culpable de los mayores focos de contaminación.

“Río Negro Energía” conversó con el consultor, un hombre excéntrico y pasional con 40 años de trabajo en la industria, para conocer su posición sobre los reclamos ambientales. El especialista criticó la postura de los ecologistas pero también pidió cambios al sector petrolero y a los gobiernos. Dijo que la clave para evitar el impacto sobre la tierra es la regulación y señaló que la prohibición del método de producción en algunos estados de su país es una cuestión política.

–Uno de los puntos más críticos contra el fracking es la supuesta filtración de gas metano a las napas de agua. ¿Esto es real?

–En la mayoría de los casos esa filtración se da de forma natural. En nuestra investigación encontramos unos pocos casos en los que, si no se puso la cantidad suficiente de cemento en el pozo, puede haberse creado la migración de metano. Una vez que la regulación cambió, dejamos de ver este tipo de cosas. La mayoría de esta migración de gas la vemos en el noreste de Estados Unidos, una zona con historia petrolera. Cuando Edwin Drake perforó el primer pozo en esa zona, en 1859, encontró petróleo a 90 metros. La mayoría de las napas de agua están por debajo de eso. El primer pozo de gas estuvo en los 97 ó 98 metros y produjo por 40 años. Hay mucho hidrocarburo en el mismo reservorio que las aguas del subsuelo, ya estaba ahí desde antes. Además, Pennsylvania, el lugar donde el problema se registra, tiene alrededor de 200 viejos pozos de gas que nunca fueron bien abandonados. En esa área se perfora con aire y la presión mueve el gas que ya está y lo lleva a la superficie. Recorrí por mucho tiempo el lugar y hablé con viejos operadores. Les pregunté qué hacían con el agua de retorno de las perforaciones y me contaron que la tiraban en el río y eso era legal. Eso sólo se podía hacer en Pennsylvania; en Texas, por ejemplo, era imposible. En esa zona específica hay muchos problemas de regulación.

–¿Cuál es el punto más crítico de la técnica del fracking?

–Probablemente el más peligroso sea el transporte de químicos en camiones. Ahora se ha reducido mucho su uso y de forma consecuente las cantidades. Se llevan en envases de plástico, de a poco cada día, para evitar el almacenaje masivo. Hay maneras de hacer más seguro este proceso y las estamos buscando. Estoy en la industria desde hace 42 años. Me contrató uno de los hombres que inventó la fractura hidráulica. Me crié en ese ambiente, vi muchas operaciones mal hechas. Pero a partir de los 70 las prácticas cambiaron y se han registrado muy pocos incidentes ambientales.

–¿Las políticas ambientales aplicadas en Estados Unidos pueden replicarse en la Argentina?

–No lo sé. Si sé que hay muchos reclamos ambientalistas en la Argentina que toman como referencia discursos que provienen de EE. UU. Yo vengo de la ciencia, tengo un título en química, otro en ingeniería química y una maestría en ingeniería del petróleo. Cuando veo un reclamo, lo primero que hago es preguntar qué argumento tienen para probar lo que denuncian. Y ahí se ve que sólo hay discurso y no pruebas científicas. No entendemos cómo el público puede creer eso. Hay una tendencia natural de las personas de creer siempre en lo peor. Por eso es terreno fácil para los antifracking.

–¿Qué deberían hacer las empresas y los gobiernos?

–Deberían mirarlos con el trasfondo de la ciencia. Tenemos que ver cuánto dato duro hay detrás de estos reclamos. Hay que ver cómo podemos hacer que el público entienda mejor de qué se trata. Evidentemente, las compañías no hemos hecho el mejor trabajo para educar tanto a la sociedad como a los gobiernos. No hemos escuchado mucho al público y tenemos que cambiar eso. Y también hay que estandarizar las operaciones con regulaciones claras, que la gente las entienda. Es toda una batalla, pero también tenemos que tener los oídos abiertos para escuchar cuando surge un verdadero problema.

–Muchos estados de Estados Unidos prohibieron el fracking…

–Maine y Nueva Jersey lo prohibieron, pero no tienen petróleo o gas, con lo cual no van a fracturar nunca. Nueva York sí tiene algo de gas, pero pusieron una moratoria. Ahí es siempre 50 y 50: en una oportunidad iban a instalar molinos de viento y varias zonas de Nueva York los rechazaron. Muchos prohíben el fracking, pero sí quieren la energía.

–¿Las razones son políticas?

–Sí, son prohibiciones políticas. Los republicanos están más cercanos a la industria y por eso el sector del petróleo los apoya. No somos vistos con buenos ojos entre los demócratas. Pero hay gente que vota demócratas y apoya el petróleo porque genera trabajo y vivieron mucho tiempo en el lugar con la conciencia de que los riesgos son menores.

roberto aguirre

robertoaguirre@rionegro.com.ar


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