La sospecha en los mismos de siempre

¿Por qué se llega a esto?

ROCA (AR).- El intendente de Roca, Ricardo Sarandría, no dio nombres. No dijo dónde. Ni tampoco señaló a ningún asentamiento en particular. Pero aseguró que detrás de la organización de las tomas hay «una mano negra» que las alienta. No completó su denuncia, pero con esa frase blanqueó las sospechas de muchos, incluso de algunos de los dueños de los terrenos usurpados «Sabemos que antes de las elecciones provinciales del 31 de agosto pasado hubo punteros y operadores que recorrieron algunos barrios de Roca diciéndole a los vecinos que usurpen las tierras, que se animen, que cuando ellos lleguen al municipio o a la provincia les iban a a dar los títulos de propiedad de esos lotes. Una locura», señaló ante este diario el propietario de un terreno tomado en la región.

La misma sospecha es compartida por otros más, pero nadie va más allá de eso, de las sospechas. De todas formas, por lo bajo, algunos revelan un sistema bastante particular de organización usurpaciones adentro. «Yo no puedo hablar mucho, pero acá hay gente que maneja la ayuda que se recibió antes de las elecciones, comida sobre todo, como ellos quieren. Tienen listas y ellos deciden a quién se la dan. En la toma hay una familia que encabeza las negociaciones, que distribuye la comida, que decide quién ocupa terrenos, quién se queda y quién se va», contó a este medio una mujer que construye su casilla en una de las ocupaciones de Roca En las tomas, la gente también habla de punteros. Este diario accedió al testimonio de uno de ellos que aseguró que «lo más llamativo de ahora es el error municipal de no ofrecer una solución así favorecer las expectativas de que esa es la forma adecuada de conseguir tierras. En algunas tomas hay más parcelas que gente usurpando, con eso te das cuenta que hay planificación. Hay diferencias con los antiguos asentamientos, en los que la gente se instalaba de a poco y en la época de las elecciones los punteros ofrecían regularizar los servicios y la titularidad. Ahora, son directamente los punteros los que inducimos las usurpaciones, en terrenos privados y cerca de los servicios, no como antes que eran en tierras poco deseadas» Pero los propios ocupantes niegan esas afirmaciones. «Los punteros estuvieron acá antes de las elecciones, nos prometieron de todo, pero nosotros no queremos quedar pegados con eso, los echamos de acá. Queremos hacer las cosas bien». Quienes hablan son Ester, 34 años y 5 hijos, y José Luis, de 47, ocupantes desde el 18 de agosto dos de la toma de Stefenelli Norte. El hombre, jubilado policial, bien vestido y con pretensiones claras, asegura que lo que ellos quieren es «que nos den los terrenos y poder construir nuestras casas. No queremos una 'villa de emergencia', queremos tener nuestras casas en buenas condiciones, por eso no dejamos que se hagan pozos como baños. Lo único que pedimos es que nos den los terrenos en cuotas que podamos pagar» Pero ese pensamiento choca de frente al de Carlos Mehdi, hijo y apoderado de uno de los dueños del terreno usurpado. «Nunca fuimos reticentes a vender los terrenos, pero en condiciones justas y con un precio acorde a lo que valen. No vamos a aceptar presiones de nadie ni a desprendernos de algo que es nuestro por los compromisos políticos que otros asumieron. No estoy dispuesto a enfrentarme con la gente diciendo que ahí hay punteros, eso se lo dejo a otros. Pero lo único cierto es que el primer usurpador fue el municipio, quien de forma inconsulta procedió a la apertura de calles», concluyó.

¿Qué le pasa a una persona cuando decide usurpar terrenos ajenos? ¿Qué pasó con su vida para tomar esta decisión? Pensar que se trata de una «buena forma» de obtener lo que no se tiene es correr la vista del problema de fondo: la pauperización sistemática de gran parte de la sociedad argentina durante los últimos 30 años.

Luis Di Giácomo, psiquiatra y dirigente político, afirma que las tomas producidas en Roca son un problema social cuya causa principal es el retiro del Estado de los asuntos públicos, fundamentalmente de la asistencia social: «En los últimos 15 años se produjo una carencia del Estado muy profunda. Cuando éste se retira los más fuertes se apropian haciendo uso de su fortaleza y los que no tienen esa fortaleza quedan desguarnecidos. Así, aparecen los excluidos, aquellos que no pueden valerse por sí mismos y ya no cuentan con el Estado. Frente a la falta del árbitro (el Estado) cada uno ocupa el lugar que no le corresponde» En el caso específico de la usurpación de tierras, Di Giácomo sostiene que es producto de la pérdida de la esperanza: «Usurpar significa ocupar un lugar que no te pertenece, un lugar que es de otro. Pero, ¿cuándo alguien ocupa un lugar que es de otro?, cuando pierde la esperanza de tener el propio lugar. En los últimos años apareció la desesperanza: aquél que comienza a pensar que no podrá tener nunca más lo que le falta o lo que tenía y lo perdió. Y empieza a pensar cómo conseguirlo por cualquier medio».

«Pasamos de una sociedad argentina con imaginario social donde todos pensábamos que se podía progresar, la cultura del trabajo a una Argentina donde la exclusión es ley. No se tiene acceso a la salud, la vivienda, el trabajo. Hay una inmovilidad social, aquel a cual se lo condena a no tener nada o tener cada vez menos empieza a traspasar los límites que fijan las leyes de convivencia social: si esto está vacío, entonces lo ocupo. Esta es la lógica que empieza a predominar y ésto explica en parte las usurpaciones».

«No se trata de que tenga razón una u otra parte, acá hay un conflicto donde ambas partes tienen sus razones. Y cuando los dos tienen razón, entonces está fallando el árbitro que es el Estado».

«Los chicos que nacen y se crían bajo estas circunstancias sociales son víctimas del desarraigo. necesitan que haya alguien en la familia que ocupen el lugar de la madre, del padre. Esta base segura también necesita de un lugar geográfico, una casa, una habitación. No lo tienen. Después la falta de un alimento seguro, una educación. Sufren una exclusión temprana y es muy grave», acota.

«Dentro de los mismos barrios se están rompiendo redes sociales básicas. En muchos planes de viviendas se comienzan a dividir entre los que piden más seguridad y quienes tienen que robar. Una pérdida de la solidaridad. El vecino deja de ser alguien con quien se puede hacer algo en conjunto para transformase en eventual enemigo. La organización de personas para fines comunes, como ser conseguir viviendas, huertas, son signos de salud ante esta crisis», acota el político. Para concluir:

«Si la sociedad comienza a tener expectativas, la cosa puede comenzar a revertirse. La situación actual no es irreversible. Si comienzan a visualizar expectativas, el sentido de la rueda puede empezar a cambiar».


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