Los inventos de Menem

Se equivoca el ex presidente Carlos Menem al calificar a Daniel Scioli, el compañero de fórmula de Néstor Kirchner, de «invento» político suyo, y también cometería un error si se le ocurriera decir lo mismo de Carlos Reutemann e incluso Eduardo Duhalde, hombre que debe su eminencia actual al deseo circunstancial del riojano de tenerlo a su lado a fin de conseguir más votos en el conurbano bonaerense. Aunque no cabe duda de que Menem les abrió a Scioli, Reutemann y «Palito» Ortega la puerta grande a la política, irritando de esta manera a muchos militantes profesionales de toda la vida, lo llamativo no era su decisión de permitirles entrar, sino la voluntad intransigente de buena parte del resto de la corporación de impedirlo por temor a ver debilitado su propio monopolio sobre los beneficios generados por sus actividades. Puede que los motivos de Menem en aquel entonces no fueran desinteresados, pero de por sí la idea de renovar el paisaje político nacional reclutando a hombres y mujeres de procedencia no tradicional era sumamente positiva. Por desgracia, el proyecto menemista de reemplazar a «los viejos políticos» por otros de mentalidad menos estrecha se agotó muy pronto, pero así y todo, el que los dos ex deportistas reciclados con la ayuda de Menem sigan cumpliendo papeles protagónicos en la vida nacional hace pensar que de haber tenido éxito, el estado actual del país sería bien distinto y con toda seguridad mejor. Al fin y al cabo, entre las causas del desastre desencadenado por el colapso del gobierno del ex presidente Fernando de la Rúa estaba el compromiso de virtualmente todos los políticos del país con una cultura resueltamente antimoderna conforme a la cual su estatus les da el derecho de disfrutar de una multitud de privilegios negados a los ciudadanos comunes.

La actitud de Menem frente a sus «inventos» refleja una forma de pensar que ha contribuido mucho a la inoperancia patente de nuestra clase política que, al privilegiar las relaciones personales internas, ha perdido contacto con la ciudadanía. Menem cree que por ser el padrino, sus «inventos» deberían jurarle lealtad eterna, de suerte que la decisión de Scioli de acompañar a Kirchner equivale a «traición» y que su comportamiento contrasta con aquel de Reutemann que no ha disimulado su temor a enfrentarse con su «creador». Asimismo, no sorprendería que el santacruceño, consciente de la trayectoria «menemista» del ex motonauta, sospechara de que un día podría llegar a «traicionarlo» a él pactando en secreto con su presunto jefe natural. Aunque tal forma de interpretar la conducta de otros políticos se asemeja bastante a la habitual entre capos mafiosos, en nuestro país parece haberse generalizado, acaso porque a esta altura pocos políticos se preocupan mucho por las ideas y las convicciones. Si bien en otras partes del mundo las relaciones de este tipo pueden pesar mucho, su influencia en la evolución de los diversos movimientos ha sido decididamente menor.

En las democracias maduras ya es frecuente que dirigentes respetados se hayan destacado en ámbitos ajenos a la política antes de decidir procurar aprovechar el capital así acumulado emprendiendo una carrera pública. También lo es que los jefes partidarios se vean reemplazados con regularidad: en Europa y en América del Norte, se da por descontado que el electorado siempre tendrá la última palabra, motivo por el que los liderazgos vitalicios son virtualmente desconocidos, lo que dista de ser el caso aquí. Si bien los políticos profesionales que no saben nada de la vida fuera de su corporación semicerrada siguen dominando el escenario en el resto del mundo democrático, en las sociedades desarrolladas los más entienden que conviene que la movilidad sea continua, que todos los años ingrese sangre nueva mientras que abandonen regularmente la política activa hombres y mujeres que, por los motivos que fueran, creen que su ciclo ya ha terminado. En nuestro país, empero, los profesionales de la política se las han arreglado para poner tantos obstáculos en el camino de los «intrusos», que éstos siguen siendo tan poco comunes que es factible que las palabras despectivas de Menem incidan en las fortunas del binomio Kirchner-Scioli, aunque en buena lógica el que éste último no se haya formado en el seno de una corporación despreciada debería ayudarlo.


Exit mobile version