Más de 10.000 personas fueron a ver los Rembrandt
Es una muestra única en el país y Latinoamérica.
Ayer en plena tarde, cuando el calor arreciaba, dos centenares de personas -la mayoría jóvenes- recorrían los pequeños grandes aguafuertes del pintor holandés del siglo XVII. Durante la semana, desde las 9 se realizan visitas guiadas cada dos horas -la última es a las 20- y los fines de semana y feriados, también cada dos horas, entre las 18 y las 22. En las horas libres, se proyecta un video de 70 minutos de duración sobre la vida de Rembrandt, su obra y su influjo posterior.
Oscar Smoljan, secretario de Cultura y Turismo del municipio, se entusiasmó con la repercusión de la exposición porque «es la más importante oferta de los museos del país, y es la mejor propuesta cultural que hay en la Argentina actualmente». Además, dijo que las obras se exponen en Neuquén merced a un convenio firmado entre la filial local del Museo Nacional de Bellas Artes, el auspicio de la casa matriz en Buenos Aires y el museo Rembrandt de Holanda, en una «negociación en que les ganamos a Chile y a Brasil».
Es un «verdadero lujo para la ciudad» que supone además de un atractivo cultural «un ingrediente turístico» de gran importancia. Estará aquí hasta el 5 de marzo.
El equipo de guías que orienta a los espectadores hace el recorrido por las secciones en que está dividida la muestra: los discípulos de Rembrandt, las obras de los pintores modernos -hay un grabado de Pablo Picasso titulado «Rembrandt y sus tres mujeres»- y las series propias del holandés: los retratos, las estampas bíblicas y los paisajes.
El aguafuerte era para Rembrandt una técnica experimental en sus aspectos técnicos y artísticos y temáticos. Le sirvió para desprenderse de la estética clásica y sumergirse totalmente en el barroco, de manera de expresar el diálogo del hombre con lo divino a través de la recreación de los personajes bíblicos con ejemplos tomados de lo cotidiano. Según las guías, los grabados de Rembrandt «lograron sacar al espectador de una actitud contemplativa y lo envolvieron en una pródiga relación artista-público».
Ocho años antes de su muerte, en 1661, ejecutó su último aguafuerte y en ese momento no utilizó más esa técnica. Según Aníbal Cedrón, el aguafuerte «fue la proyección más directa del dibujo, que desde entonces se independizó de la pintura y se constituyó como género propio». El grabado, entonces, implicó en paralelo una técnica de reproducción y un soporte similar al de la imprenta, que permitió la reproducción en serie y por eso «es la fuente de toda la industria gráfica posterior».
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