Mi hija quiere que la llame de otra forma

Cómo ser madres o padres en esta nueva era de los pronombres. En primera persona, la escritora Tracy Moore cuenta cómo hizo y, de paso, da algunos consejos para padres “desorientados” en esta normalidad.

No puedo precisar con exactitud cuándo comenzó, pero en algún momento del mes pasado mi hija de 11 años empezó a hablar sobre pronombres e identidades. Al principio fue una conversación sobre una amiga que se identifica como demigirl (demichica). A continuación, fueron relatos de sus amistades hablando sobre hacer la transición. Luego, anécdotas sobre sus colegas de clase anunciando su estatus queer o pronombres “elle/elles”. O peor aún, escuchar a un estudiante usar un insulto homofóbico en su escuela, lo que fue un llamado de alerta de la burbuja pandémica en la que se sentía segura en las comunidades en línea de niñas y niños de su edad, que ya normalizan (y también celebran ) este viaje.


No fue una sorpresa: como alguien que ha sido escritora de cultura durante años, he seguido con avidez los cambios en esta conversación. No solo en Los Ángeles, California; sino también en las historias en línea que muestran a las familias y los lugares de trabajo que se niegan a respetar los pronombres e identidades escogidos. Pero ahora era mi hija quien discutía esto conmigo, y había llegado la hora de poner en práctica todo en lo que creía… pero ahora en mi propio hogar.

Fue en ese momento que encontré una columna de consejos de Slate que respondía la pregunta de un padre exhausto pero comprensivo, cuyo adolescente cambia su identidad queer cada semana. “Cualquiera que sea la identidad que elija estará bien para mí”, escribió el padre, quien firmó como “cansado y confundido”. “Pero también me está costando adaptarme a estos cambios rápidos”, agregaba. También decía estar preocupado de que su adolescente solo estuviera poniendo a prueba el límite de ambos padres, que solo estuviera probándose disfraces, y que eso de alguna manera fuera una manera de buscar atención y no algo genuino.

Me identifiqué con ese aturdimiento. Confieso que tuve que buscar el significado de demigirl (que, para quien no lo sepa, se refiere a alguien que se le asigna el género femenino al nacer pero que no se siente plenamente así). Sin embargo, nunca he creído la insinuación de que esto no es algo muy real para las niñas y niños de hoy. También me siento extraordinariamente afortunada de que mi hija sienta que puede hablar de forma abierta sobre sus angustias conmigo, una confianza ganada con esfuerzo que construí a base de discusiones frecuentes y honestas sobre cualquier tema.

Lamento mucho la situación de las y los niños de los que me contó, cuyos padres no son muy comprensivos, y me indignan los profesores que les dijeron que simplemente “no podían lidiar” con la petición de usar los pronombres “elle/elles”. Quiero que esto salga de la forma “correcta”, sea lo que sea que signifique “correcto”.

Es importante tratar de hablar siempre con el pronombre que la persona se sienta más cómoda, para generar mayor confianza.


En principio, los padres deben entender que la búsqueda de pronombres que se sientan adecuados no es una especie de “fase emo”. Sí, estos cuestionamientos de identidad suelen ocurrir junto con los muchos otros cambios aparentemente superficiales que experimentan adolescentes sobre todas las facetas de su personalidad mientras se encuentran en la antesala o dentro de las trincheras de la pubertad. Sin embargo, creo que es nuestro deber como padres aceptar que los tiempos han cambiado, y recordar nuestros propios problemas a esa edad, coincidan o no con los de nuestros hijos, y hacer todo lo posible por expresar empatía y no lamentos.

Yo también tuve alguna vez 11 años, en un pequeño pueblo de Tennessee. No tuve problemas con mi sexualidad, pero sí luché con la manera en que me presentaba como mujer en un lugar cuyo punto de referencia de los estándares de perfección eran los concursos de belleza, lo que contrastaba con mi preferencia personal por los Levi’s de hombres, las camisetas holgadas y los cortes de cabello inspirados en bandas góticas. Si hubiera tenido esa edad hoy, me habría tropezado con el término “disforia de género leve”, que incluye sentirse fuera de sintonía con las normas de género. En vez de eso, me acusaron de ser lesbiana simplemente por no imitar a Pamela Anderson.

Ni mi generación ni la de mis padres tuvieron algo ni siquiera parecido al entendimiento de que la sexualidad puede existir en un espectro, o incluso que el simple hecho de no emperifollarse puede coincidir sin problemas con la identidad femenina. Además, la mayoría de los niños y niñas que conocí que sabían que eran queer habían estado tan profundamente condicionados a autodespreciarse que permanecieron en el clóset hasta que se mudaron a miles de kilómetros de distancia, en lugar de salir de él en un lugar tan hostil.

No podía perpetuar eso, así que esto fue lo que hice: escuché. Todos los días. Todas las veces. Hice preguntas. Le ofrecí a mi hija libros sobre terminología y ficción que no temieran colocar en el centro identidades queer o transgénero. Recibí buenas recomendaciones de libros de ficción para adolescentes de lectores ávidos, dependientes de librerías queer y editores. Me solidaricé con sus frustraciones y le proporcioné todos los recursos que pude encontrar sobre identidad y sobre ser aliado.

Tracy Moore comentó su experiencia en primera persona en los últimos años.


Y cuando las situaciones se han vuelto demasiado frustrantes y apremiantes, le he dicho que no hay ningún problema en que ella y sus amistades en línea dejen que todo eso se asiente, evolucione y emerja. Cuando nos visitan me dicen sus pronombres y los utilizo. Y cuando me equivoco, me disculpo y corrijo.

No hemos llegado a ninguna conclusión, pero eso no cambia lo que le diría a cualquier padre, madre, jefe, profesora o colega: simplemente abróchate el cinturón y lidia con eso. Ciertamente no es algo automático, y eso está bien. Pero no va a desaparecer.

Así que llévate tu incomodidad a otro lugar, porque esto no se trata de ti. Se trata de dar un paso adelante como padre, como madre, en una era que es nueva para todos nosotros pero doblemente delicada para nuestres hijes, quienes necesitan que apoyemos su corte de cabello más reciente tanto como apoyaremos a la persona en la que se están convirtiendo, quienquiera que sea esa persona.

Por Tracy Moore; The Washington Post.-


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