Noemí, la vecina indispensable

Recuerdos cipoleños de Noemí Labrune. Vive aquí desde 1972.

El 30 de octubre de 2010 se plantaron 13 árboles en la

plaza Hidronor en recuerdo de los desaparecidos de Cipolletti, con un especial reconocimiento en el lugar a la actuación de Rosalía Preiss y Noemí Labrune.

Noemí y Cristian Labrune llegaron en 1972 a Cipolletti y junto con Raúl Preiss y Rosalía de Preiss, también vecinos de esta localidad, fueron quienes motorizaron desde aquí la labor de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) neuquina, conocida en todo el país por su incesante tarea durante la dictadura. Consultada sobre cómo fue la actividad en esta ciudad en aquellos años, Noemí Labrune destacó: “Cuando llegué a Cipolletti, todavía se vivía esa energía cívica” que había llevado a la comunidad a movilizarse varios años antes cuando fue el hecho histórico del Cipolletazo. Y recordó cómo –por otros motivos y varios años después de aquel hito político– los vecinos participaron públicamente en defensa del hospital, en un abrazo masivo en tiempos en los que toda manifestación popular estaba prohibida y vigilada.

Cristian y Noemí Labrune se radicaron en 1972 en esta ciudad; venían de El Chocón: él era ingeniero de Hidronor y desde 1969 había estado trabajando en la presa. El matrimonio recaló en la zona valletana desde Buenos Aires, donde tenían una importante actividad como académicos de la UBA; Cristian era profesor en el Instituto de Construcciones de la Facultad de Ingeniería y Consejero Superior de la Universidad; Noemí era directora de Extensión Universitaria.

“Fuimos renunciantes de la Universidad luego de la noche de los bastones largos”, explicó Noemí en referencia a la dimisión de más de 1.000 profesores e investigadores de la UBA en 1966, luego de que la dictadura de Onganía ingresara por la fuerza a la Facultad tomada de Ciencias Exactas, donde se habían reunido todos los claustros para rechazar la intervención. Al salir con manos en alto, los estudiantes y académicos fueron apaleados por los bastones de la policía, que se había organizado en un doble pasillo para reprimir.

Noemí poco quiere hablar de su propia vida, aunque se sabe que el acercamiento de los Labrune a don Jaime de Nevares guarda relación con la intervención del obispo neuquino en favor de los obreros de El Chocón, en tiempos que los ingenieros de la obra eran de los pocos que podían pasar por los “piquetes” policiales durante el conflicto y así llevar las novedades.

Noemí destacó la valentía de los cipoleños cuando en plena dictadura, se produjo el “abrazo” al hospital de la localidad. “El Plan de Salud comenzó en 1973 y había calado muy profundo en los barrios: hasta ese momento el hospital era de feudos en los servicios de ginecología, pediatría y demás; la gente se atendía por médicos connotados que iban un rato a la mañana y se armaban unas colas tremendas, muchos de ellos se debían volver y otros cuando podían terminaban yendo al consultorio privado”, dijo.

Agregó que a partir de la implementación del Plan de Salud, se contó con médicos full time y se instaló la modalidad de centros de salud periféricos. “Había delegaciones para la atención primaria de la salud en los barrios, la gente iba a la mañana y a la tarde y los atendían; las clínicas privadas y los consultorios comenzaron a declinar en asistencia y el hospital estaba tapado de gente, con muy buena relación con los médicos que se ocupaban muchísimo”, describió. Esto “se cortó con el golpe de 1976 y estaban destruyendo el plan. Desde el año anterior hubo atentados contra los médicos, pero después del golpe, en abril o mayo, se citó para un abrazo simbólico al hospital porque ya estaban las exigencias de renuncias de los profesionales, hubo pediatras muy queridos que habían sido secuestrados y luego aparecieron, pero en ese momento no se sabía. Y se hizo: toda esa energía cívica del Cipolletazo se vio que había calado hondo en la población, porque éramos muchísimos, rodeamos el hospital que era toda una manzana y sobraba gente, en pleno golpe, increíble”, resaltó.

Ante el llamado del obispo neuquino en 1976 para la conformación ciudadana de una organización que actuara en defensa de los derechos humanos, junto con Raúl y Rosalía Preiss –ambos contadores y afiliados orgánicos al Partido Comunista cipoleño– los Labrune acudieron y junto a varias familias del resto del Alto Valle se conformó la APDH.

“El papá de Raúl vino de Mar del Plata cuando aún Raúl usaba cortos, era el dueño de La Comercial, la venta de materiales de construcción. Raúl debió estudiar en La Plata –no recuerdo si había entonces secundario en Cipolletti, pero seguro se recibió de contador allí– donde se conoció con Rosa y luego se hicieron cargo de La Comercial”, recordó.

Explicó que la convocatoria de De Nevares fue a los vecinos de Neuquén y el Alto Valle, y entonces la Asamblea la constituyeron por igual vecinos de Cipolletti y de Neuquén con matrimonios como los Preiss, los Labrune y “también estaba Marité Martín, hermana del cura de la parroquia San Pablo”. Las marchas se organizaban en Neuquén “y veníamos toda la gente de Cipolletti”, destacó.

Noemí y Cristian no tienen hijos desaparecidos y para cuando Leticia Veraldi (que estaba parando en su casa) desapareció a mediados de 1977 los Labrune ya deambulaban acompañando a los familiares de los desaparecidos en el Comando de la Sexta Brigada para averiguar el destino de los que se habían llevado. Un año antes, a mediados de septiembre de 1976, De Nevares y la APDH se habían enterado de la existencia de un centro clandestino en Neuquén, cuando el ex secretario de la Unter, Luis Genga (secuestrado en Cipolletti y sobreviviente de la tortura) había relatado a APDH los tormentos y las vejaciones durante el secuestro. Las razones de por qué De Nevares –a contramano de lo que ocurrió con otros obispos del país– y un grupo de vecinos insistían en interceder por los desaparecidos aún a costa de su propia seguridad y la de su familia, sólo se puede explicar en aquellos espíritus que actúan conmovidos por la tragedia que afecta a otros y, rebeldes ante la impunidad, los impulsa la búsqueda de la Justicia.

En los juicios de hoy, en la incesante tarea durante los años de plomo, Noemí siempre supo cuál era su lugar

Ese año, junto a su marido Cristian y Raúl y Rosalía Preiss participaron en la creación de la APDH.


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