“Nuevo camino para trabajar violencia y acoso escolar”

La violencia y el acoso escolar que se sufren en las escuelas de nuestro país son espejo de lo que nos sucede como sociedad. Estamos enojados, no sabemos encauzar sanamente nuestras emociones, nos faltan valores reales y conciencia del sentido real de la vida. La semana pasada, en un taller de convivencia que coordiné en un séptimo grado de una escuela primaria de la ciudad de Neuquén, se manifestó con suma claridad lo antedicho. La maestra expresó azorada, luego del mismo: “¡Cuánto enojo hay en los chicos!”. Durante el taller los chicos son guiados a sentirse en un estado de bienestar, serenidad y confianza para que cuenten qué les sucede. He aquí que muchos –la gran mayoría– estaban enojados, enojo que vemos muy claramente en los adultos, en los políticos, en los periodistas, en tantas personas que se quejan… enojo –así se lo manifesté a los chicos– que cuando es muy grande puede generar guerras o conflictos sociales. Justamente la temática de estos talleres de convivencia gira alrededor de lo que le pasa interiormente a cada chico y qué hacer con ello. El contar lo que les sucede –ya sea grupalmente o en forma personal luego del taller– es sumamente efectivo –y sanador– para bajar las tensiones del aula. Todo lo que “se carga negativamente” incrementa posibles rencillas, futuros actos de violencia o burla, dolorosos desencuentros entre pares, falta de concentración para estudiar, etcétera. La idea es ayudar a los estudiantes a desarmar esos conflictos internos. Obviamente este clima de intimidad y receptividad debe ser acompañado por una actitud empática y contenedora. He aquí que entre todos construimos un plan para erradicar los enojos. A medida que cada alumno contaba el suyo aparecieron múltiples alternativas de encauce: el procesamiento interno desde el amor y el perdón, la expresión o comunicación de los sentimientos –no guardarlos–, el diálogo amistoso con el presunto culpable y la descarga adecuada de las energías insanas que los desbordan, entre otras. A muchos de los chicos el enojo se les fue con una de las técnicas de los talleres, la meditación en la luz, y los otros pudieron bajar en buena medida los decibeles de ofuscación. Casi todos pudieron irse del encuentro con un pequeño plan de acción para mejorar su estado interno cada vez que se sientan asaltados por sus conflictos o dolores. En síntesis, logramos un clima sereno y afectuoso. Los chicos hablaron de sí mismos y pudieron escucharse y escuchar viendo en sus compañeros un espejo que los hermanaba en su humanidad. Pude comprobar que el cambio es posible, el cambio es hoy, aquí y ahora. Cuando ingresé al aula “padecí” las risas, el desdén y el desorden. Me pude ir con la frente alta y la alegría de ayudar a que trocaran la vieja conducta de “lo arreglamos a la salida” (léase “nos agarramos de los pelos en la vereda”) por un camino nuevo que nos hace bien a todos, especialmente a los que están enojados. Gabriel Bernardo Choclin Docente de talleres de convivencia del programa “La universidad pública en el barrio” de la UNC DNI 14.231.110 Centenario

Gabriel Bernardo Choclin Docente de talleres de convivencia del programa “La universidad pública en el barrio” de la UNC DNI 14.231.110 Centenario


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