Las bibliotecas populares

Hay que destacar el valor de estas férreas unidades populares de cultura, ya que al servicio de lectura le anejan otros tipos de actividades destinadas a favorecer el intelecto y el alma.

En su colosal obra literaria “Megafón o la guerra”, Leopoldo Marechal -uno de nuestros mayores escritores y adalid del pensamiento nacional- enfoca su inicio en quien será luego el eje central de su trabajo: Megafón, a quien presenta como un joven que se ganó ese mote por ser quien, con un enorme megáfono, anunciaba las peleas de boxeo en el club del barrio, a la vez que lo describe como un autodidacta que pasaba sus horas formándose e informándose intelectualmente en la biblioteca local, espacios ambos que ubica idealmente en el barrio porteño de Villa Crespo.

Esa acertada personificación, aunado a la inmortal frase de Jorge Luis Borges: Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de bibliotecay la numerosa cantidad de personas, mayormente jóvenes, que vemos cotidianamente estudiando y capacitándose en los salones de las innumerables bibliotecas a lo ancho y a lo largo de nuestro país, como así también de toda la gente de a pie que concurre a satisfacer su necesidad de lectura e información, especialmente en aquéllas que son de carácter popular y nacidas en el seno de la comunidad de la que son referentes y se sostienen por esfuerzo de sus asociados, me eximen destacar su importancia e impacto en la vida socio cultural de una comunidad y, por tanto, de una nación.

Si a ello le agregamos el cimero pensamiento de que sin lectores no es posible la existencia de escritores, tenemos una clara exposición del valor de estas férreas unidades populares de cultura, ya que al servicio de lectura le anejan otros tipos de actividades destinadas a favorecer el intelecto y el alma.

Hoy las mismas corren peligro porque el esfuerzo de propios no es suficiente y se encuentra seriamente amenazado el aporte estatal que unido a aquel permite su normal -y sacrificado- funcionamiento.

Es menester llamar la atención de las autoridades directamente involucradas en ello para que el Estado no claudique su papel tutelar en materia de educación y formación, cuyo real sentido abarca este aspecto del cuerpo social acá descripto.

Hago votos por ello.

No así con las gentes, porque las gentes -como dicen los pibes- la tienen bien clara.

* Integrante de la filial Neuquén de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Socio de la biblioteca popular Juan Bautista Alberdi de Neuquén