La sesión secreta previa a la declaración de Independencia

Armando Mario Márquez

* Integrante de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén. Presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue

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En el encuentro, el 6 de julio, Belgrano, un ferviente partidario de la Independencia Nacional, aprovechó la ocasión para fogonear “in situ” la decisión libertaria.


Un nuevo mes de julio nos remite a los sucesos de 1816 en la capital tucumana; quiero, en este ensayo, describir someramente su contexto político final. Allí vamos.

De camino a hacerse cargo de la Jefatura del Ejército del Norte, don Manuel Belgrano fue invitado a informar ante el Congreso reunido en la ciudad de San Miguel de Tucumán sobre la gestión diplomática que poco antes había llevado a cabo en el continente europeo, lo que generó que se presentara ante los convencionales de ese cónclave, originándose así la sesión referida en el titulado.

En ella, también, dado que Belgrano era un ferviente partidario de la Independencia Nacional, aprovechó la ocasión para fogonear “in situ” la decisión libertaria. Veamos.

Es así que se lleva a cabo la sesión secreta del sábado 6 de julio de 1816 en la que aquél expone ante los congresistas que era necesario tomar una pronta decisión de independencia, ya que si no la situación de estos confines seguiría siendo mirada desde el viejo continente como un mero conjunto de actos de rebeldía, sin sustento institucional que lo respaldara.

Explica, por otra parte, que Europa vería con mejores ojos la instalación de una monarquía atemperada -o constitucional- que una república -esquema imperante únicamente en los Estados Unidos de Norteamérica y algunos cantones suizos-, proponiendo que, tras la declaración de la independencia -y ya en el plano de la organización del estado por medio del dictado de una constitución- se concrete la instauración de ese modelo de gobierno en la persona de un soberano de origen inca, con derechos legítimos en América, lo que, por otra parte, contaría con la férrea adhesión de todos los naturales de estas tierras y, reitera, sería visto con buenos ojos por las potencias europeas, poco proclives a los gobiernos de corte republicano.

La propuesta conllevaba la designación de la capital de la Nación en Cuzco, lo que descomprimiría las cuestiones suscitadas entre Buenos Aires y la Banda Oriental y las provincias del litoral, a la vez que el firme apoyo del Alto Perú.

En fin: de lo expuesto surge claramente que su mirada estratégica iba dirigida a los frentes interno y externo.

Si bien esa jornada fue rica en ásperos debates sobre el particular, las discusiones se retomaron el 12 de julio, ya declarada la Independencia Nacional, en cuya ocasión y posteriores, por motivos que exceden el marco pretendido para este trabajo, no prosperó el proyecto belgraniano.

Sin embargo, lo más importante, que unía en pensamiento estratégico a dos de nuestros mejores hombres, José de San Martín y Manuel Belgrano, había sido logrado y la Independencia Nacional era ya una realidad desde el 9 de julio de 1816.

Como siempre lo remarco, que ello forme parte de nuestra memoria y de nuestro respetuoso recuerdo.

* Presidente de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén. Presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue.


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