Pablo Bernasconi descubre el exquisito “Paisaje interior” de Leonard Cohen

El dibujante radicado en Bariloche ilustró un volumen especial que rinde tributo el músico y poeta canadiense, al que admira, sobre el que habla en esta entrevista

Como una forma de expandir los sentidos desde lo visual, el ilustrador y autor Pablo Bernasconi se propuso trabajar sobre tres textos del poeta y músico Leonard Cohen (1934-2016) para construir “Paisaje interior”, un cuidado y exquisito volumen que rinde tributo y recupera una enseñanza del artista canadiense: escribir desde lo que está adentro.

Un sombrero negro. En el interior, como en un barco, un hombre blanco de traje oscuro, algo curvado, rema y mientras navega desprende destellos de colores en la noche.

¿Hacia dónde va con su expresión aguardentosa este hombre que legó canciones, poemas, novelas y relatos, canadiense, admirador del granadino Federico García Lorca? ¿Qué viaje lo espera? Uno interior, sin dudas.

“El poema no es más que información./ Es la Constitución del país interior”, escribe Cohen en “Cómo decir poesía”.

“Paisaje interior”, publicado por Edhasa, está integrado por tres libritos: “Cómo decir poesía” (“How to speak poetry”), “Himno” (“Anthem”) y “Todos saben” (“Everybody knows”, una de sus canciones más emblemáticas), bajo la traducción de Laura Wittner. En cada uno de esos títulos, hilvanados como una colección con cajita y lámina incluida, Bernasconi combina formas, texturas y cruza imágenes que aportan una dimensión visual e imaginativa a la poética del canadiense.

Fue precisamente este destacado y original ilustrador argentino, nacido en 1973 en Buenos Aires e instalado hace algunos años en Bariloche, el que decidió trabajar sobre sus textos. Como un homenaje a un poeta al que le sigue el rastro hace mucho tiempo y también como forma de expandir lecturas y acompañar la belleza de la palabra con la de la imagen pulida, curada, metafórica.

Por el sendero que viene transitando en el último tiempo con proyectos como “Finales”, donde trabajó sobre los finales de obras literarias icónicas, y en función de querer “correrse de las prioridades” y salir por “aventuras y experimentos”, este volumen de Bernasconi se gestó desde el placer de trabajar a partir de la obra de un autor que admira, como explica: “Cohen es un personaje, un artista, una personalidad, un ser que adoro en cuanto a sus formas, su construcción, su lírica y su política”.

“Es una persona a la que sigo hace mucho tiempo, tanto a su poesía como a su música. Y por eso, le pedí a los editores de Edhasa si podíamos conseguir una serie de textos para generar el proyecto. Hubo una labor muy grande de parte de ellos por haber podido conseguir los textos y confiar en que lo que iba a salir iba a ser algo constructivo para exponenciar y hacer florecer aún más los textos tan bellos de Leonard Cohen”, explica el ilustrador en diálogo con Télam.

P- ¿Cómo fue el trabajo de relectura e interpretación visual de estos poemas?

R- Me cuesta separar lo afectivo de mi desafío sobre cómo representar de la manera más suculenta posible la obra de un autor. Me pasó con ‘Finales’ pero ahí no tenía tanta afinidad con los autores como tuve con Leonard Cohen.

Entonces, en este caso, tuve que agregar muchas piezas. Me vuelvo muy autocrítico y eso lo que hace es extender en el tiempo la búsqueda y la inspiración y sobre todo las etapas de experimentación para llegar al mejor resultado.

Y en este caso, técnicamente, plásticamente, estéticamente, la búsqueda fue por otro lado. Terminé utilizando técnicas, formas y representaciones de lo humano que nunca había hecho antes. De algún modo creé un nuevo estilo para acercarme lo máximo posible a los textos. Y ese desafío me enriquece porque implica dedicar un esfuerzo extra para ser nuevamente original, en el mejor sentido de la palabra como propone Leonard Cohen. Es decir, cómo quitar la voz del ego para darle vitalidad a la palabra y a la fuerza de la metáfora.

P- El título de la colección retoma esa idea de “paisaje interior” que escribe el canadiense en “Cómo decir poesía” oponiéndose un poco a la expresión ruidosa y convocando a escribir desde adentro ¿cómo operan en tu obra estos consejos?

R- Coincido con todo ese texto. Escribir desde el silencio fue una de las premisas que él mantuvo con mucha holgura y humildad durante toda su vida y si su forma de seducción tenía que ver con eso era de una forma consciente. Por supuesto que adhiero a esa modalidad opuesta a la expresión artística que tiene más que ver con el ego, con la exposición o, en este mundo en el que vivimos, con los likes. Con esperar del otro para entender lo que es uno.

Leonard Cohen tenía una posición tomada con eso: no estaba esperando la aprobación o la mirada del otro para entender cuál era el material artístico que acababa de sacar a la luz.

Al escribir desde el silencio, ciertos poetas como él o su admirado, Federico García Lorca, pueden expresarse sin tener que pulir solamente la piel o solamente la superficie de las cosas sino tratando de hacerlas vitales desde adentro, sacando capas que desde la superficie no se ven.

P- ¿Y qué querés decir cuando señalás que Cohen escribe desde el silencio?

R- Cuando digo que escribe desde el silencio me refiero a esa relación de confianza en la metáfora, en la palabra y en la alquimia que se produce. Y tanto confía Leonard Cohen que extiende el plano de la palabra a la música, que empieza en la interdisciplina que yo retomo también y acompañó con imágenes.

Si bien son diferentes las herramientas, es una misma misión la de traducir imágenes o traducir música. El escribir desde el silencio es eso: entender que la palabra por sí sola y la confluencia de la inteligencia con la palabra o la metáfora implica que el entendimiento va a estar garantizado mientras uno ponga un poco de intención en eso.

P- ¿Cómo se relaciona con la premisa de no actuar las palabras como sugiere él, que podría pensarse también en términos de “no actuar las imágenes”?

R- La exposición prematura y exacerbada de cierta caricatura que a veces se genera por la aprobación externa es la de actuar las palabras. Ya sea en el teatro, el cine, la poesía, la música, o en lo visual, encontramos ejemplos de artistas que exacerban cierta expresión para llegar a más gente supongo.

Es como la diferencia entre gritar y hablar en voz baja: el grito pretende una llamada de atención obligada y uno tiene que mirar pero inmediatamente se deshilacha; en cambio, el hablar en voz baja o desde el silencio, como propone Leonard Cohen, tiene otra mirada menos condescendiente y apela al interés o a la inteligencia del lector.

P- ¿Cómo te vinculás con su música, integra tu repertorio?

R- Claramente, junto a Tom Waits y Bob Dylan. Tienen los tres una búsqueda incansable por mejorar y por expresar desde las diferentes etapas de su vida. Uno puede ver la evolución y la forma del crecimiento y en Leonard Cohen es mucho más claro a partir de su encuentro con lo espiritual y de su decepción en cuanto a lo material, con el lío que tuvo con su representante que le robó todo y tuvo que empezar de nuevo a los 60 y pico de años. Yo considero que en ese recomenzar, cuando tuvo que partir de cero y extraer algo de ese golpe, generó lo mejor de su obra. Lo llamo gente inmensa y está en ese panteón de ángeles de la guarda que han custodiado mi obra y la de gente afín a mi.

P- El sombrero negro, inconfundible del poeta, marca la portada pero vos en su representación además lo conceptualizás con una ilustración donde se lo ve remando ¿por qué?

REl sombrero es un símbolo de Leonard Cohen, cualquier retrato lo exige. Esa actual forma no propia de los tiempos es como imperecedera. Y lo elijo retratar así un poco como un mimo, un cariño, una palmada. Porque lo retrato en un momento en que Leonard Cohen ya no vive y en el que se lo extraña. Extrañamos su voz, su sentir y sus observaciones sobre el mundo y ahí aparece también sus obras más punzantes como “Everybody knows”, una observación del mundo muy nítida pero a la vez urgente, con más vigencia que nunca y eso se extraña.

Agencia Télam


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