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Análisis: Figueroa, el 16A y un regreso a la vorágine política que duró poco

La campaña electoral que decantó en el triunfo del gobernador en las elecciones del año pasado tuvo la virtud de mover el avispero de la provincia, tras años de hegemonía azul.

Si algo tuvo la campaña electoral que decantó en el triunfo de Rolando Figueroa el 16 de abril del año pasado fue haber sacudido el statu quo de la provincia.

Lo que hace algunas décadas atrás habían sido rencillas entre sectores opositores del Movimiento Popular Neuquino, alianzas aguerridas en la Legislatura o bien disputas con los sindicatos estatales, en el último tiempo habían caído en desuso. No había espacio que no ocupara la línea azul del partido.

Hay que reconocerle a Figueroa que movió estanterías, tejió acuerdos y llevó al gobierno a actores que jamás habían ganado una elección en la provincia.

Pero con el MPN alineado, los intendentes adentro (aún de los que se esperaba cierta oposición como Ramón Rioseco o Mariano Gaido), los sindicatos contenidos y buena parte de los partidos políticos participando del gabinete, lo que siguió a esa vorágine política se parece nuevamente a una hegemonía sin fisuras.


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