Análisis: Milei, las prepagas y la mano no tan invisible del Estado

El presidente dejó de lado por un rato el dogma y mandó a sus funcionarios a intervenir frente al alza de las cuotas de las prepagas.

El gobierno de Javier Milei abandonó por un instante el dogma con el que maneja los destinos del país desde hace cuatro meses y decidió intervenir en el mercado de la medicina privada, un negocio que obtiene la renta principalmente de la clase media.

Usó pragmatismo sin dolor, igual que cada vez que Patricia Bullrich u otro funcionario debe salir a pedir disculpas a algún país ofendido por declaraciones realizadas demasiado en el aire.

Las llamadas “prepagas” se unieron en su política de precios y, al ritmo de la desregulación de la que el gobierno hizo remera, aumentaron parejo y por encima de la inflación las cuotas a sus afiliados. Se cartelizaron.

Preso del personaje, el presidente insultó a los dueños de estas empresas, como unos días antes había hecho con periodistas y directores de medios de comunicación. Y enseguida mandó al Estado que conduce a intervenir.

Retrotrajo la autorización tácita con la misma facilidad que volvió a bajar los aranceles de los trámites de registración automotor y los emolumentos que reciben sus encargados, que en su mayoría son prestanombres de dirigentes políticos o dirigentes políticos directamente.

La intervención del Estado con las prepagas bien podría extender su brazo hacia otras zonas de la economía igual de cartelizadas o, lo que es peor, concentradas en marcas que se cuentan con los dedos de una mano.

Es cierto que la microeconomía argentina, tal como está, no la creó este presidente y los anteriores poco hicieron para transformarla en un mercado más competitivo.

Puede estar tranquilo Milei con su dogma: hasta los países más capitalistas del planeta usan la regulación para que los consumidores no sucumban a los desvíos de la mano invisible del mercado.


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