Prohibido opinar

La diplomacia venezolana es realmente muy peculiar desde que rechaza la cortesía y utiliza, en cambio, la prepotencia, la amenaza y la intimidación. Por ello, es una insólita muestra de vulgaridad constante, entonces.

Su principal exponente es la muy poco educada, agresiva y nada profesional Canciller, Delcy Rodríguez. Pero, como veremos enseguida, sus principales dependientes no le van, para nada, en zaga.

Entre ellos, el insólito representante del país caribeño ante la Organización de Estados Americanos (OEA), un tal Bernardo Álvarez. Es un hombre intolerante, arbitrario y, como veremos, tan autoritario que ni siquiera permite a los demás tener opinión. Es, como casi todos sus colegas del gobierno venezolano, un dueño absoluto de la verdad. Un eslabón más del esclavizante “discurso único”.

Por eso no sorprende que Álvarez acabe de protagonizar un episodio singular. Se queja de que el Secretario General de la OEA, el ex Canciller uruguayo Luis Almagro que, con todo coraje, se anima a señalar públicamente que en Venezuela no hay democracia- utilice la vía del Twitter. Como si estuviera que estar excluido de ella. Y no tolera que, a través de ella, se anime a opinar y a decir la verdad, lo que don Álvarez considera como si fuera un pecado mortal. Para él, no es posible tener opinión “negativa” sobre su “perfecto” país. Menos aún calificarlo como corresponde, esto es como una nación que, desde hace rato, ha extraviado la democracia.

Ataca a Almagro porque la visión del funcionario de la OEA sobre Venezuela es ciertamente muy crítica. Como debe ser, naturalmente. Para el representante venezolano en la organización regional, Almagro es apenas un empleado sin opinión. Y, según Álvarez, en rigor no tiene derecho a hablar. Está, agrega, “inhabilitado” para ello.

Le molestan, muy en particular, los llamados a que no se frustre el referendo revocatorio que un pueblo harto de los bolivarianos está procurando insistentemente, conforme a derecho por cierto. Y también que se le recuerde que no debe haber prisioneros políticos, como es el caso de Leopoldo López. Mucho menos cuando se los acusa perversamente, sin respetar el debido proceso legal y desde la mentira más contumaz.

Álvarez sostiene que la “tuitplomacia” no existe. Para los demás, claro está. Y que Almagro está en una “campaña” impropia, tratando de “socavar” al gobierno de Nicolás Maduro, que en verdad se socava sólo, por su tremenda incompetencia.

Lo cierto es que Almagro está defendiendo la democracia y las libertades civiles y políticas de los venezolanos, así como sus derechos humanos, como es su deber ciertamente. Lo que cabe aplaudir.

Hace muy pocos días en la reciente Cumbre Iberoamericana de Cartagena, el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, adoptó correctamente una posición similar a la del secretario general de la OEA. Y recibió de inmediato un ataque -también mal educado- de Delcy Rodríguez. Una suerte de grotesco ladrido intimidante, además. Lo de Delcy Rodríguez –queda visto- es ya “castaño oscuro”.

Mientras tanto, el diálogo entre los bolivarianos y la oposición ya ha comenzado en Venezuela. Con cuatro temas urgentes en la agenda corta. La paz y el estado de derecho; verdad, justicia y derechos humanos; la economía y lo social; y el establecimiento de la confianza y el calendario electoral inmediato. Veremos.

Debo admitir que soy pesimista. Nicolás Maduro no tiene nunca buena fe. Pero realmente quisiera equivocarme, para bien de Venezuela.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

Su principal exponente es la muy poco educada, y nada profesional canciller Rodríguez. Pero sus principales dependientes no le van, para nada, en zaga.

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Su principal exponente es la muy poco educada, y nada profesional canciller Rodríguez. Pero sus principales dependientes no le van, para nada, en zaga.

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