Producción de frutillas en la región: una propuesta viable
Neuquén ya produce 1.500 toneladas de frutilla al año. Por rendimiento, rentabilidad y un corto período hasta la primera cosecha, se trata de una excelente alternativa. La región presenta una alta potencialidad por clima, condiciones agroecológicas e infraestructura. Volúmenes chicos y estacionalidad permiten obtener un buen precio.
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La profunda crisis que atraviesa la actividad frutícola en la región hace que, desde distintos sectores públicos y privados, se busquen nuevas alternativas producción y nichos de mercado.
Diversificar la oferta a fin de escapar a la caída de los precios internacionales, disminuir los costos internos y contar con financiamiento para la producción es el nuevo objetivo hacia donde tienen que apuntar los hombres de campo de la región.
En ese contexto, la producción de frutillas se presenta desde hace un tiempo como una excelente oportunidad para la región patagónica.
Las condiciones meteorológicas, la cantidad de agua disponible, la infraestructura de logística, los antecedentes ya existentes en la zona y la posibilidad de obtener buenos rendimientos con alta calidad entre septiembre y mayo de cada año hacen de la región un lugar propicio para la producción de berries.
Las Jornadas Nacionales de Frutilla organizadas por el Centro Pyme-Adeneu y realizadas en la ciudad de Neuquén entre el 12 y 13 de noviembre último convocaron a los principales referentes del rubro a nivel nacional y a cientos de pequeños productores locales interesados en incursionar en la actividad.
La frutilla es la principal fruta fina en Argentina cuando se analizan los volúmenes comercializados. Se estima que este año finalizará con una producción cercana a las 45.500 toneladas en todo el país, lo que pone a la Argentina en el tercer lugar del continente en cuanto a volúmenes producidos, detrás de Brasil y Chile.
A nivel nacional, el grueso de la producción de frutillas se concentra en las provincias de Santa Fe y Tucumán.
La ciudad de Coronda, en Santa Fe, es célebre por su producción de berries. Se estima que en el 2015 la cosecha total en esa provincia ascenderá a las 16.000 toneladas. Tucumán, en tanto, aportará otras 10.000 toneladas.
Actualmente hay en el país unas 1.300 hectáreas implantadas, de las cuales 400 pertenecen a Santa Fe y 300 a Tucumán.
Cuando se analizan las exportaciones de esta fruta, se observa que alcanzaron su pico máximo esta década en el año 2006, con envíos al exterior que superaron las 12.000 toneladas en esa temporada. Pero los volúmenes exportados se desplomaron por completo desde el 2012, cuando Estados Unidos decidió excluir a la Argentina del Sistema Generalizado de Preferencias. Se estima que este año las exportaciones alcanzarán apenas las 200 toneladas. Problemas de costos internos y una paridad cambiaria muy debilitada terminaron por minar las expectativas comerciales con el exterior.
Toda una oportunidad perdida, dado el buen panorama de precios que presenta la frutilla en el mercado internacional. En este sentido, es importante mencionar que el precio FOB por kilo alcanzó los 2,10 dólares el año pasado. Un 68% más que en el 2006, el mejor año para las exportaciones argentinas.
Es por tal motivo que el mercado interno es el principal destino de la producción nacional hace ya unos años. Una demanda sostenida que se canaliza, principalmente, vía el Mercado Central de Buenos Aires (MCBA). Se estima que actualmente el consumo promedio por habitante es de un kilo de frutillas por año, un valor muy bajo cuando se lo relaciona con cualquier país desarrollado de Occidente.
Buenas perspectivas
El peso de Neuquén a nivel país es absolutamente marginal. El volumen obtenido este año alcanzaría las 1.500 toneladas, existiendo alrededor de 50 hectáreas plantadas a lo largo de la provincia.
Aníbal Caminiti, coordinador del Programa de Frutas Finas del Centro Pyme-Adeneu, explica que la superficie cultivada en la región fluctúa año a año entre las 40 y las 60 hectáreas. La variación se debe a que se trata de un cultivo bianual, por lo que el recambio de plantas puede generar modificaciones en la superficie total.
El Programa de Frutas Finas mencionado asiste a 16 productores de la zona del valle de la confluencia, cuya producción asciende a 800 toneladas. El 80% de esa producción se comercializa en fresco en acuerdo con comercios y cadenas de supermercados de la región. El resto se congela y se comercializa como frutilla congelada hacia distintas actividades. Explica Caminiti que la región guarda un gran potencial de precios. Los productores reciben entre 120 y 150 pesos por cada caja de 3 kilogramos. Un valor muy superior al que se maneja en el MCBA, donde el kilo tiene un promedio de entre 13 y 15 pesos por kilo. La diferencia radica principalmente en los menores volúmenes que se manejan y en la estacionalidad en la que se oferta la producción del norte de la Patagonia. Es que cuando finaliza la cosecha en la zona norte del país, en la zona al sur del río Colorado recién se inicia, una ventana que debe ser bien explotada para aumentar los niveles de rentabilidad de la actividad.
El principal atractivo que ofrece la frutilla es la capacidad de las plantas de generar un fruto de buena calidad a los pocos meses de implantadas, lo que permite obtener un rápido retorno económico, a diferencia de otro tipo de frutales donde la amortización de la inversión es mucho más lenta.
Por esa misma razón es ideal para emprendimientos a pequeña escala, que en general son de corte familiar, o para productores medianos que quieran diversificar parte de sus cultivos.
Una de las plantaciones que reciben el apoyo del Centro Pyme es el establecimiento La Esperanza, ubicado en la localidad de Plottier. Se trata de un emprendimiento experimental desarrollado en conjunto con el vivero Don Antonio. La superficie actual alcanza las tres hectáreas y esperan alcanzar las cinco hectáreas productivas este año. Distintas variedades de frutilla como Albión, Monterrey, San Andreas y Porto se pueden encontrar en la plantación. Explican en el establecimiento que las plantas provienen en su mayoría de Estados Unidos. Esto genera algunas dificultades, ya que los largos viajes –a los que hay que sumarles el tiempo de ingreso y salida de Aduana– generan un estrés sobre las plantas y eso aumenta el tiempo que lleva regenerar las mismas una vez implantadas. Pese a ello, los resultados han sido muy buenos en cuanto al rendimiento, tanto en las plantas incorporadas este año, como en aquellas que ya cursan su segunda temporada de producción.
El ingeniero Eduardo Miserendino del INTA-Esquel fue uno de los expositores en la Jornada Nacional de Frutilla, y comentó con entusiasmo las potencialidades de la actividad en la zona del Alto Valle de Río Negro y Neuquén. Explicó que en la cordillera de los Andes existe una planta que es pariente, genéticamente hablando, de la frutilla. Es por ello que la región tiene cualidades agroecológicas y de clima muy propicias para la producción de este tipo de fruto, algo que no ocurre con otros cultivos como el tomate, que es mucho más sensible a las heladas y el rigor del clima.
A la vez en la Patagonia hay una gran diversidad de ambientes. Es por ello que desde el INTA se ha estudiado, mediante distintos ensayos, cuáles son las variedades que mejor se adaptan a la zona costera, a la estepa o a la zona andina.
Desde el INTA se atiende no sólo a productores sino a todos aquellos que se interesan en la producción familiar y se los capacita acerca de cómo realizar un buen “lomo”, a colocar el sistema de riego por goteo, a realizar el acolchado plástico de suelo y, en ocasiones, acerca del uso de microtúnel. Este último sistema es muy útil no sólo para resguardar de las bajas temperaturas la planta y su floración, sino también de otros agentes externos como el viento o la lluvia que también deterioran el ambiente del cultivo.
Miserendino trabaja en el INTA desde hace más de quince años y ha recorrido distintas ciudades como Ushuaia, Esquel, Bariloche y Neuquén, asesorando a pequeños y medianos productores frutilleros. Explica que la potencialidad del Alto Valle está dada principalmente por su infraestructura. Las cámaras de frío, las plantas de empaque y las vías de comercialización frutícola ya están presentes en Río Negro y Neuquén, lo que le otorga a la región una ventaja competitiva notable respecto a otras regiones donde tales condiciones no existen.
El gran problema que presenta la actividad, según Miserendino, es que no existe mano de obra calificada para la recolección del fruto. La cosecha requiere mucho personal en un corto lapso de tiempo y el fruto es delicado al momento de su cosecha. A los empresarios se les complica encontrar personas dispuestas a la tarea. Explica que, dada esta dificultad, la comunidad boliviana, que en general se especializa en la producción de verduras, está incursionando en la producción de frutilla con muy buenos resultados.
Se trata de una colectividad cuya cultura de trabajo es muy distinta a la que presenta el argentino que trabaja en el campo. En general se dedican a cultivos de corte familiar, con jornadas de trabajo que a veces superan las doce horas diarias. El cosechador local tiene ciertos perjuicios con la fruta fina, dado que en general son mucho más propensos a cultivos de tomate o cebolla. Pero cuando visualizan la rentabilidad que se puede obtener, “comienzan a atreverse”, confiesan los técnicos consultados.
Diego Penizzotto
diegopenizzotto@rionegro.com.ar
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