Razones de vivir

Interpretan música afrolatinoamericana y aborigen con instrumentos de percusión.

“Yo estoy muy agradecida de que la música afroamericana y los temas populares anónimos existan, y también de lo que el proyecto brinda a mi persona. Me da mucha riqueza espiritual y el placer de hacer algo que he, hemos construido. Quizá viene de otro lado porque nosotras no componemos, pero lo realizamos a nuestra manera. Forma parte de nuestra vida, en algún lugar nos pertenecen. Hoy en día no es mal visto, no es bicho feo que la mujer esté tocando percusión. Antes era raro y hasta bastante subestimado, como que no teníamos tanta fuerza para tocar, son instrumentos para hombres, se pensaba. La verdad es que son como cualquier otro, tienen su exigencia de estudio, hay que ponerse, como con la voz que es otro instrumento. Yo soy la única mujer en La Bomba de Tiempo, por ejemplo, entre diecisiete percusionistas. Antes estaba en Rataplán y éramos dos mujeres solamente. Son energías totalmente diferentes. Lo que percibo con las chicas es eso, energía. Hombres y mujeres tenemos cuestiones diferentes y está muy bueno poder aprovechar las cosas buenas de cada uno,” dice María al “Río Negro”.

María Bergamaschi, Natalia Varela Olid y Ana Archetti, en acción sobre el escenario.

Eduardo Rouillet

Hierbacana es un trío de voces y percusión integrado por María Bergamaschi, Natalia Varela Olid y Ana Archetti, que abarca un repertorio de música de diferentes etnias de nuestro país, Latinoamérica y África, con canciones tradicionales anónimas o de compositores que rescatan la esencia de estas culturas y las vuelcan en sus propias obras. Sus instrumentos son tambores de candombe -piano, chico y repique-, congas, tumbadoras, zurdos, cajas bagualeras, bombo legüero, cajón peruano, shékeres, didjeridú, údu, y accesorios como cascabeles, caxixis, pezuñas, palo de lluvia, triángulo, shamblock, campanas, semillas, y mbiras, marímbulas, entre otros. Entre otros lugares de Buenos Aires y de Río de Janeiro, María, Natalia y Ana tocaron ya en varias oportunidades en Cipolletti y General Roca. María Bergamaschi (38), mamá de una niña, dialogó con “Río Negro” en el Centro Cultural Konex, donde se presenta habitualmente con un renombrado grupo de percusionistas. “El repertorio que trabajamos es afrolatinoamericano y aborigen también. Lo afro va desde el tango a la cumbia, es como la madre de la música americana, más en lo rítmico. ¡Qué presencia! Muchos cantos afrocubanos que hacemos se relacionan con los orishas y son de carácter religioso en esa cultura. Así lo sentimos nosotras. Tratamos de hacer música de la tierra, tal cual el título de nuestro primer disco (“Hierbacana, Música de la Tierra”), donde está bastante equilibrado el tema de las voces y la percusión. No predomina uno sobre otro. Los arreglos los hacemos las tres. Vamos eligiendo material, nos lo vamos proponiendo y hacemos las cosas que más nos gustan. Siempre buscamos elegir desde un lugar emotivo, del corazón… En el ensayo probamos las voces, las bases percusivas. Algunos temas ya tienen definido un ritmo, por ejemplo candombe, una vidala, pero aún así lo reconstruimos a nuestra manera. Trabajamos muchas obras anónimas, son las que más nos interesan.” – ¿Cómo las reconstruyen? Vinieron pasando de boca en boca, generación tras generación… –Hay muchas cuyas letras no se encuentran escritas en lugar alguno y las sacamos por fonética. Pasamos y pasamos las voces y las aprendemos. En cuanto a la percusión, las tres tocamos, las tres cantamos, entonces sobre una vidala vamos probando otros ritmos, mezclamos con un huayno, como en “La fulanita”, agregamos cascabeles, bombo con congas. El patrón es lo que esa canción determina. Respetamos su esencia, lo que su ritmo propone y lo recreamos. No tenemos mucha participación en solos, solo en unos poquitos temas, y en ellos, están pautados. En esta parte instrumental una juega más con el bombo, yo en otra juego más con el cajón. Está tan presente la percusión como las voces, con ellas también improvisamos. Hacer un solo todo el tiempo nos resulta muy recargado, digamos. Hay momentos de la canción que son libres y ahí improvisamos en el escenario sobre una base que mantenemos rítmicamente igual, o al revés, sostenemos algo con la voz y jugamos con lo percusivo. Hay temas en los que Natalia canta la melodía principal, en otros canta más Ana, otros yo, pero la decisión de quién lo hace depende de cómo le calza a cada una. Por una cuestión energética, como yo no siento el tema, lo hace mi compañera porque le queda excelente. Pasa también que ninguna de las tres somos sopranos ni contraltos, sino tres mezzos… Tenemos una tesitura bastante parecida y en una misma canción vamos cambiando. Una toma la melodía, pasa a otra voz, luego a otra. Otras veces, una compañera lleva la melodía toda la canción y las demás hacemos voces, coro. –¿Cómo se juntaron en La Plata? –Yo vengo de Misiones, Natalia de Cipolletti, y en la Facultad de Bellas Artes yo estudié y Naty y Ana tomaron clases informales con maestros. En realidad, primero conocí al novio de Natalia, que también es de Cipolletti, luego empecé a tomar clases de canto con ella, nos hicimos amigas y después descubrimos la necesidad de armar este proyecto y convocamos a Ana, allá por el 2001.” –¿Por qué Hierbacana? –Con Naty teníamos un dúo de música brasileña que se llamaba igual, un nombre que sacamos del Libro de las Hadas. Hierbacana, su nombre científico es senecio vulgaris, es ese yuyito con florcita amarilla que crece por todos lados, en tu casa, la mía. Es muy común y se lo encuentra en toda Latinoamérica. Cuenta la leyenda que la gente ataba sus pequeñas flores con una cintita roja para que no vinieran las hadas y se la llevaran. Nos gustó, más que nada, la musicalidad de la palabra. No creemos en las hadas. Está por todas partes, es la de la tierra.


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