Revalorizando el agropiro, viejo aliado en el secano del noreste patagónico

Se caracteriza por su rusticidad y persistencia.

PRIMERA ENTREGA

En la región existen agropiros de más de 30 años que han soportado la sequía del 2005-2009, dando sobradas muestras de su rusticidad y capacidad para sobrellevar situaciones muy adversas, por lo cual sólo aplicando mínimas “atenciones” en su manejo y respetando su fisiología, especialmente en las etapas vulnerables, nos puede dar muchas satisfacciones no sólo en lo económico-productivo sino también en la sustentabilidad de nuestros sistemas ganaderos.

El agropiro es una forrajera perenne, longeva y de lenta implantación, que crece activamente en condiciones favorables en primavera, verano y otoño, mientras que en invierno su crecimiento es reducido por el efecto de las bajas temperaturas. Se caracteriza por su rusticidad y persistencia, siendo capaz de crecer en suelos con altos niveles de salinidad y alcalinidad y de soportar sequías estivales e inundaciones invernales esporádicas.

Existe abundante información sobre el comportamiento del agropiro en regiones templadas húmedas como la cuenca del Salado en el centro de la provincia de Buenos Aires, con lluvias de 750-1.000 mm y suelos pesados, franco-arcillosos, alcalinos de pH 8,5 o superior, baja permeabilidad e inundables con presencia de sales que afectan la germinación y establecimiento de las plántulas.

En general los resultados encontrados en estas regiones no son del todo aplicables a ambientes templado-fríos y semiáridos, con precipitaciones de 300 a 400 mm, como es el noreste patagónico en los departamentos de Adolfo Alsina, Conesa y Pichi Mahuida (de Río Negro) y el partido de Patagones (de Buenos Aires).

Un relevamiento reciente de cultivos de agropiro de distintas edades efectuado en la zona mencionada por técnicos de la Estación Experimental Valle Inferior Convenio INTA-Provincia de Río Negro y de la AER INTA de Patagones permitió comprobar el desempeño de esta forrajera para rehabilitar suelos y actuar como control de la erosión eólica e hídrica en los sectores en los que se encuentra implantado.

Este relevamiento puso en evidencia que el agropiro posee ventajas y desventajas y que la mayoría de los usuarios reconoce su utilidad para el sistema ganadero regional. Asimismo se observó que existen tecnologías para implantar y mantener estas pasturas en buenas condiciones productivas durante muchos años en distintos ambientes del noreste patagónico.

También se observó que existe un amplio margen para aplicar y experimentar o validar nuevas tecnologías que puedan mejorar el desempeño productivo del agropiro, que cumple un rol de importancia fundamental en los encadenamientos forrajeros, el restablecimiento de la diversidad, la alimentación animal y el desarrollo de sistemas de producción más estables en el tiempo.

La siembra

Al momento de decidir la siembra de una pastura perenne como el agropiro, es conveniente tener en cuenta que se deben reducir las posibilidades de fracaso y el consiguiente sentimiento de frustración acompañado de conclusiones tales como el agropiro “no anda” o “no funciona”.

En primer lugar hay que tomar conciencia de que se trata de un cultivo cuya expectativa de vida útil oscila entre 15 y 20 años o más si se le aplican prácticas de manejo adecuadas. En otras palabras, estamos hablando de un costo por kilogramo de materia seca muy bajo si se lo compara por ejemplo con el costo de un verdeo (avena, centeno, cebada, sorgo, etc.), que se debe sembrar todos los años con el consiguiente riesgo ambiental que ello implica.

No es conveniente escatimar esfuerzos y recursos para lograr una buena implantación porque los mismos se amortizarán a largo plazo. Supuestos “ahorros” en una buena calidad de semilla, densidad adecuada, sembradora bien regulada, preparación del suelo, respeto del período de espera para primer pastoreo, entre otros, pueden resultar onerosos, haciendo realidad aquello de que lo “barato” sale “caro”.

Tiempo y volumen

Teniendo en cuenta el régimen hídrico de nuestra región, se aconsejan siembras en marzo-abril, con barbecho o cultivo antecesor previo que permita acumular humedad de las escasas lluvias estivales y las más seguras otoñales que garanticen un buen arranque del cultivo.

Llegamos así al momento de la clásica pregunta: ¿cuántos kilos siembro? Que recibirá también una respuesta clásica: depende. Depende de si se hizo o no barbecho, de si se realizó o no cultivo antecesor, del equipo de que se dispone para la siembra, de la procedencia de la semilla, del análisis de calidad de la semilla o de si se incorpora o no cultivo acompañante.

A medida que se mejoren las condiciones de la cama de siembra, se utilice una maquina sembradora precisa, sembremos semilla fiscalizada o analicemos la misma si proviene de “bolsa blanca”, podremos inclinarnos por densidades menores. De esta manera, dependiendo del cumplimiento total o parcial de estas condiciones, es factible obtener buenos cultivos con densidades que van desde los 15 hasta los 30 kg por hectárea de una buena semilla, entendiendo como buena semilla aquella que tiene no menos de 88% de pureza y 80% de poder germinativo. Se debe tener en cuenta que aproximadamente por cada kilo de semilla que sembramos estamos colocando 17 semillas por metro cuadrado, o sea que serían entre 255 y 510 semillas por metro cuadrado.

¡Ojalá que llueva!

En el noreste de la Patagonia los registros históricos de lluvias indican un pico de precipitación en los meses de marzo-abril. Por ello, una vez efectuada la siembra sólo resta esperar que el nivel de lluvias se ajuste a la media histórica o, mejor aun, que sea superior, es decir un otoño más húmedo que lo habitual. Resulta vital para lograr una buena implantación que las condiciones meteorológicas, especialmente la humedad, sean favorables durante el primer año de vida del cultivo. Anticipamos al inicio de este artículo que el agropiro es de lenta implantación, por lo que las lluvias durante ese largo período deben ser favorables para que el cultivo se implante y desarrolle raíces que lo hagan tolerante a la sequía. ¿Y si llueve poco? Si llueve poco hay que hacerse de paciencia y esperar, porque la germinación puede ser lenta y al cultivo “no se lo ve” pero conviene no apresurarse y esperarlo. Por lo general luego de alguna lluvia importante aunque tardía suele germinar y “emparejarse”.

Si es “lenteja” para implantarse, ¿qué hacemos para no perder el año? El primer año “no se toca al agropiro”, eso dicen los productores que conocen y aprecian a esta especie; excepto cuando se siembra con acompañante que debería “despuntarse” con un pastoreo liviano. El pastoreo prematuro puede dañar plántulas por pisoteo de los animales. Existen alternativas como la cosecha de semilla si se dispone de cosechadora o la confección de rollos en primavera antes de que “largue las cañas”. Tanto en un caso como el otro se logra utilizar al agropiro sin pastorearlo con animales.

La siembra debe responder a una planificación previa que debe comenzar el año anterior. No conviene tomar decisiones improvisadas sobre la marcha. La elección del lote a sembrar debe ser acompañada de labores culturales previas, todas las cuales acrecentarán las posibilidades de éxito. Si se ara y se siembra sobre un pajonal, no seremos muy exitosos. Si se realiza un barbecho largo, de cinco a seis meses, mejoramos las posibilidades de lograr una buena siembra. Es mucho mejor si se realizan uno o dos verdeos de invierno con vicia y mejor aún si se hace un laboreo con arado de cinceles que rompan el “piso de arado” para facilitar la tarea a las raíces del agropiro, mejorando sensiblemente la capacidad de infiltración, el balance hídrico del suelo y aumentando la actividad biológica en el mismo.

Fierros viejos

Las herramientas de siembra disponibles en la región no se caracterizan por su precisión y nivel tecnológico, por lo general son viejas y obsoletas. Escasean las sembradoras de siembra directa, intersembradoras y sembradoras de forrajeras. A lo sumo existen sembradoras convencionales de grano fino con cajón forrajero o alfalfero como mejor sistema; de allí en más encontramos sembradoras convencionales comunes, rastras con cajón sembrador, arados rastras con cajón sembrador, antiguas sembradoras de granos finos y hasta arado de cinceles con cajón sembrador, a los que debemos ajustar y regular lo mejor posible para lograr una siembra uniforme.

Tener en cuenta que el agropiro es un cultivo perenne al que, a diferencia de un cultivo anual que se agota en un ciclo, hay que respetarle su fisiología. El pastoreo de los animales no debe ser intenso sino parcial, dejando aproximadamente un tercio del crecimiento anual para que la planta recupere sus reservas, renueve sus raíces e inicie el rebrote luego de cada utilización. Alertamos sobre esta situación teniendo en cuenta que los productores regionales poseen amplia experiencia en el manejo de verdeos de invierno y/o verano, a los que llegado el fin de su ciclo se los pastorea “al ras”, como se dice en el campo. Este tipo de pastoreo sin dejar remanente puede ser letal para el agropiro.

Ing. Agr. Miguel Silva

Ing. Agr. Mario Enrique

Ing. Agr. Daniel Miñón

EEA Valle Inferior – Convenio Provincia de Río Negro/INTA


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