Revisando a Pacho

JORGE GADANO jagadano@yahoo.com.ar

Nadie entre quienes, sobre fines del siglo XIX –después de aplastada la Comuna de París– y principios del XX, disfrutaban de la Bella Época de la burguesía, pudo imaginar que, de pronto, una dictadura comunista, levantando banderas de “pan, paz y tierra”, se instalaría en la antigua Rusia de los zares, le cambiaría el nombre por el de Unión Soviética y, antes de su caída en la competencia con el capitalismo, ganaría la carrera espacial con el recordado Sputnik. En tren de imaginar, imaginemos que un fenómeno similar se produzca en la Argentina de este tiempo. Después de una incursión destituyente sobre la Rosada encabezada por Mariano Grondona se iniciaría un contragolpe comunista que, triunfante, colocaría en la presidencia a Jorge Altamira. Hasta aquí el vuelo de la imaginación que, como cualquiera puede ver, es capaz de alcanzar impensables alturas. Tan impensables como para sustentar una pregunta: ¿a qué viene todo este delirio? Voy al grano: viene porque, de producirse semejante accidente histórico-político, es muy posible que el secretario de Cultura del gobierno de Altamira fuera Pacho O’Donell. Busqué la biografía de Pacho y me encontré con antecedentes curriculares que dan como para una edición de magnitud parecida a la de la Enciclopedia Británica. Confirmé lo que buscaba: sí, había sido radical, secretario de Cultura de la municipalidad de Buenos Aires durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Luego secretario de Cultura de la Nación con Carlos Menem, y por lo tanto menemista, y ahora, sin dejar de mirar hacia arriba (donde está el poder), kirchnerista y, por decreto, jefe del flamante Instituto de Revisión Histórica Manuel Dorrego. Hay un libro, “Universos de mi tiempo”, presuntamente escrito por Carlos Menem en 1998, que vale hoy 12 pesos. El prólogo pertenece a Pacho y es, del principio al fin, un modelo del ditirambo criollo. El periodista Hugo Presman seleccionó algunas líneas, útiles hoy para que quienes aspiran a gozar del brillo que da el poder aprendan a ser agradecidos. El historiador, ensayista, y antes y principalmente psicoanalista O’Donell, tras penetrar en las profundidades de su subconsciente (el de Menem, que en alguna parte está), pudo decir de aquel líder que brilló en los 90 con luces cegadoras: “Desde el primer momento en que lo conocí quedé impresionado por su inteligencia”. Ni hablar de los momentos que siguieron al primero. “Menem ha sido, en muchos sentidos, un visionario” (que) nunca hizo alarde de su elevada cultura, que fue forjando en la lectura de libros (por ejemplo y sin ir más lejos, los de Sócrates) y en la frecuentación de maestros” . Uno de ellos, para sólo nombrar al más destacado, el creador y distribuidor de los Aportes del Tesoro Nacional que hicieron la felicidad de gobernadores y empresarios amigos, su ministro del Interior, Carlos Corach. Con lo dicho sería suficiente para saber de las dotes que adornaron la personalidad del ex presidente. Pero sería injusto omitir el mensaje que transmite el compañero Pacho a los peronistas. Menem fue “el gran transformador” (una especie de Napoleón criollo, pero al revés), cuya vida y obra “son justicialistas por espíritu y metodología”. Ojo, entonces. Porque si bien, como lo demostraron las elecciones generales del 2003, Menem no contó con la gratitud de sus conciudadanos, años llegarán en que, con la ayuda de ese escrito de Pacho, se podrá revisar la historia reciente para hacerle justicia.


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