Saddam, desafiante: «No temo ser ejecutado»

El ex dictador usó el proceso como tribuna política.

BAGDAD (AP) – Saddam Hussein impugnó ayer a los gritos la legalidad del juicio que se reanudó en su contra y dijo que «no temo ser ejecutado'' durante un desordenado proceso en el cual los primeros testigos declararon que el ex presidente ordenó arrestos indiscriminados, torturas y asesinatos.

«Viva Irak, viva la nación árabe», gritó Saddam indignado al presidente del tribunal, Risgar Mohammed Amin, para expresar su rechazo a la manera en que se desarrolla el juicio. «Este tribunal es ilegal y lo crearon los estadounidenses. Usted permite hablar a los funcionarios del tribunal, pero no permite que hable la defensa», reclamó.

Saddam y otros siete acusados podrían ser ejecutados si se los condena por los asesinatos de más de 140 chiítas en 1982como represalia a un intento de asesinato contra el ex dictador.

«No temo ser ejecutado. Advierto que ustedes sufren presiones y lamento tener que enfrentar a uno de mis hijos. Pero no lo estoy haciendo por mí. Lo estoy haciendo por Irak. No me estoy defendiendo a mí mismo. Los estoy defendiendo a ustedes''. También formuló una velada amenaza al juez, al decir que «cuando llegue la revolución del heroico Irak, usted será responsable'' por sus acciones.

El juez le contestó «Este es un insulto al tribunal. Nosotros estamos buscando la verdad''. «¿Esto es lo que usted llama la búsqueda de la verdad?'' preguntó Saddam. Luego señaló «Este juego no puede seguir. Si ustedes desean la cabeza de Saddam Hussein, la tendrán''.

Otro de los acusados, Barzan Ibrahim, hermanastro de Saddam, así como los abogados de la defensa, cuestionaron la declaración de otro testigo, pues tenía 15 años en 1982, cuando ocurrió la matanza de los chiítas.

El testigo Ahmed Hassem había contado minuciosamente y entre sollozos los tormentos que sufrieron él, su familia y varios amigos en Dujail y las ejecuciones. Estaba sentado sólo a unos metros de Saddam, y subraya, mirando de reojo al derrocado dictador, que sólo quiere explicar lo que ocurrió. Sabe que Saddam está acusado, pero que su culpa no ha sido probada, dice. Saddam se vuelve hacia él y con una sonrisa gélida y forzada le dice: «tranquilo hijo, simplemente cuenta lo que ocurrió».

Mientras, el medio hermano del mandatario derrocado insultaba agresivamente a Hassem. «Ese testigo necesitaba la ayuda de la madre para ir al baño entonces'', declaró.

Horas antes, el equipo de abogados de Saddam abandonó el tribunal en protesta por el procedimiento, y el hermanastro de Saddam gritaba «¡Por qué no nos ejecuta de una vez!'.

La ostensible rebeldía de los acusados y de los defensores obligaron a Amin a decidir un receso de una hora hasta que accedió a que pudieran presentar sus quejas. Clark denunció: «No hay protección para los cinco abogados iraquíes y sus familias»

En tanto, miles de simpatizantes del presidente derrocado salieron a las calles de Tikrit, la ciudad natal de Saddam, para repudiar el juicio. A su vez, fuerzas de seguridad frustraron un supuesto ataque de rebeldes sunnitas contra el tribunal.

Un «motín» destinado a sus seguidores

Las escenas en el tribunal hablan por sí mismas: Saddam Hussein y los otros siete coacusados gritan todos a la vez y se levantan enfadados, gesticulando y vociferando.

Los abogados cuestionan la legalidad de todo el proceso, y el presidente del tribunal, Risgar Mohammed Amin, intenta con dificultad mantener el control. A menudo parece desconcertado en vistas de la rebelión en la sala.

El juicio es dominado desde su inicio claramente por el ex dictador iraquí y sus defensores, entre los que figuran el ex fiscal estadounidense Ramsey Clark, conocido por sus provocaciones.

El juez Amin se muestra más decidido que en las dos primeras vistas del proceso e interrumpe con frecuencia el discurso de los abogados, pero con esto sólo consigue que la defensa y sus clientes protesten aún más. Saddam, de nuevo en camisa blanca y chaqueta de traje gris, vocifera que no reconocerá al tribunal en estas condiciones. Tras varias interrupciones desde el banquillo de los acusados con frases como «¡Vamos, ejecútenos directamente a todos!» o «¡Larga vida a Irak!», los abogados defensores abandonan la sala, con Clark a la cabeza.

Ponen a prueba su poder, y la estratagema les funciona. Después de que el juez Amin prohibiera en un primer momento a Clark que presentara sus argumentos y le dejara claro que la lengua oficial del tribunal es el árabe, el ex fiscal sí pudo exponer sus quejas y además, en inglés. Debido al turbulento inicio, el verdadero asunto central del día – el testimonio de un hombre en relación con la masacre en la localidad chiita de Dujail en 1982, tras un fallido atentado contra Saddam- queda relegado a un segundo plano.


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