Cómo un «día de no hacer nada» puede mejorar tu vida

La inactividad absoluta es más gratificante de lo que parece. Un espacio blanco en nuestras agendas puede ayudarnos a pensar mejor, ser más creativos y muchas cosas más de las que te podrías imaginar.

Si perteneces a la categoría de los acelerados mega-eficientes y adictos al trabajo, la nada debería estar en tu lista de cosas para hacer, sin importar tu situación financiera. De hecho, hacer cosas muchas veces tiene un precio. La nada, en cambio, es gratis. 

Es cierto que el ocio tiene mala fama. Tendemos a exigirnos a ser constantemente eficientes y aprovechar el tiempo al máximo. ¿Quién no se acuerda de esos memes pandémicos en los que alguien gritaba desesperado ante las órdenes de “hacé ejercicio, aprendé un idioma, empezá a tejer”? 

La pandemia es un ejemplo muy concreto y cercano sobre cómo gestionamos nuestro tiempo libre. A pesar de que muchos ganamos el tiempo que antes usábamos para llegar a nuestros lugares de trabajo,  un estudio de la Universidad de Harvard reveló que la jornada laboral media de los profesionales  aumentó un 8,2% -o 48,5 minutos- durante las primeras semanas de la pandemia.

En su visita a El Método Rebord, Juliana Gattas (cantante de Miranda!) comentó que le apasiona el ocio, algo que a la gente le suele dar vergüenza decir, y que en la pandemia jamás se aburrió: mirando películas, dibujando y divagando, su casa “se convirtió en un jardín de infantes”. Este puede ser un ejemplo extrañamente preciso para todo lo que sirve “la nada”. 

Agendar algunos “espacios blancos”, de la misma forma en que dejamos tiempo en el día para comer, hacer ejercicio o dormir, nos permite dispersarnos mentalmente. Muchos estudios de psicólogos y neurólogos han demostrado que esto puede mejorar nuestra creatividad, nuestra habilidad para resolver problemas, e incluso apreciar más nuestras actividades cotidianas. Si el tiempo libre te genera culpa o aburrimiento, puedes tener en cuenta los siguientes hallazgos:

Fascinación


Foto de Kellie Churchman.

La Universidad de Michigan distinguió en un estudio la fascinación dura y la fascinación suave. La primera funciona, por ejemplo, cuando miramos  la televisión, que ocupa toda nuestra atención y no deja lugar a la divagación mental. La segunda, en cambio, está presente en actividades como paseos por la naturaleza o mirar al mar. Los psicólogos concluyeron que la fascinación suave es más reparadora y efectiva para sentir que realmente nos alejamos un rato del mundo de las exigencias. 

Resolución de problemas


Foto de DS stories.

En otro estudio conducido por neurocientíficos y psicólogos, publicado en la revista PubMed, dos grupos se enfrentaron a problemas que requerían resoluciones creativas después de un tiempo de ensoñación y fantaseo o de concentración en tareas concretas.  Las tareas poco exigentes que maximizaban la inspiración y facilitaban un tiempo de mind wandering  llevaron a un mejor desempeño en el enfrentamiento de problemas a futuro. 

Aburrimiento


Foto de Paula Schmidt.

Según el estudio The bright side of boredom (El lado luminoso del aburrimiento) de Andreas Elpidorou,  doctora en filosofía de la Louisville, la discusión sobre el aburrimiento fue increíblemente unilateral, donde siempre se lo consideró un estado negativo y a evitar.  Sin embargo, nuevos hallazgos empíricos han demostrado que “el aburrimiento motiva la búsqueda de un nuevo objetivo cuando el objetivo actual deja de ser satisfactorio, atractivo o significativo”. 

El aburrimiento ayuda a restablecer la percepción de que las propias actividades tienen sentido y actúa como un estado regulador que mantiene a la persona en línea con sus proyectos. En ausencia de aburrimiento, uno permanecería atrapado en situaciones insatisfactorias y se perdería muchas experiencias gratificantes desde el punto de vista emocional, cognitivo y social. El aburrimiento es a la vez una advertencia de que no estamos haciendo lo que queremos y un «empujón» que nos motiva a cambiar de objetivos y proyectos.

Algunos consejos prácticos


Con todo esto, Arthur C. Brooks, el autor de The Atlantic que se dedica a la sección Cómo construir una vida, una columna para orientarse hacia la felicidad, recomienda dos formas para empezar a no hacer nada. 

1) Si empezar con un día entero es mucho, puede ser útil dejarnos cinco minutos al día sin pantallas ni ninguna otra distracción. En este momento, las partes del cerebro que se dedican a la resolución de problemas pueden descansar. Cuando cinco minutos resulten ya fáciles y naturales, podés agregar cinco más, y así sucesivamente hasta llegar a veinte.

2) Un nivel un poco más profundo sería agendar unas vacaciones no estructuradas. Nada de tours, monumentos y listas de museos. En algún lugar rodeado de naturaleza como bosques o playas, podés dedicarle mucho tiempo a las actividades de fascinación suave y a actividades como leer o dibujar, que pueden estimular la creatividad por fuera de las pantallas.


Este contenido fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica como parte del programa ‘Periodismo Humano’, una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN


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