Se animan a soñar un futuro mejor en la tierra de Vaca Muerta

Son de Yuto, Jujuy, y luego de una década de ser trabajadores “golondrina” vienen a instalarse a Añelo. Llegan solos y traen luego a sus familias.

A 40 kilómetros de Añelo se ubica una chacra en la que se cultivan manzanas, ciruelas y otras frutas que disfrutan todos los valletanos. Las manzanas, lustradas y bien presentadas en el centro de mesa de cualquier neuquino, esconden detrás historias de lucha y migraciones internas desde el norte al sur. Es que desde que se hizo pública la existencia de Vaca Muerta, hace poco menos de una década, hoy es uno de los reservorios de gas y petróleo más grandes del mundo y nadie quiere quedar fuera del boom.

En el caso de la fruticultura, que comienza una vez que se pasan los montes de Tratayen con destino a El Chañar, muchos de los trabajadores que antes eran “golondrinas” hoy son locales y están a la espera del “sueño petrolero”. “Nosotros ya nos instalamos a finales del año pasado luego de más de una década”, comienza su historia Elvio Pascual, oriundo de Yuto, Jujuy. “Estoy muy agradecido con mi patrón por la oportunidad que me dio de traer a toda mi familia”, agrega.

Él, junto a Teresa y sus 8 hijos decidieron venirse a vivir a Añelo aunque ambas poblaciones sean el agua y el aceite. Mientras que en Yuto llueve de forma constante, en Añelo todo es seco y frío. “Sin embargo no nos podemos quejar -acota Teresa- nosotros queríamos un futuro mejor para nuestros hijos y a eso vinimos. Ya estábamos acostumbrados a vivir como vivíamos, pero a ellos no queríamos darles lo mismo”, concluye mientras sirve un gran plato de “tortillas”, algo muy similar a las sopaipillas chilenas.

Hoy, la hija mayor del matrimonio trabaja como acopiadora en una de las transnacionales petroleras y gracias a su presente económico puede ayudar a su familia. “Mirá, se pudo comprar ese que es 2018”, comenta Belén Pascual, una joven de 16 años que cursa cuarto año en el CPEM 39 de Añelo mientras señala un hermoso auto blanco, de la marca del rombo. Tanto ella como su papá también desean trabajar en el petróleo. Belén estudiará Seguridad e Higiene en Neuquén para jugarse un puesto mientras que Elvio dice que “le hace a todo con tal de ingresar” .

La familia sostiene que no hubieran logrado muchas de las cosas que hoy tienen si no fuera por haber migrado 2121 kilómetros. “Allá la jornada laboral era más larga y encima nos pagaban como mucho 400 pesos”, agrega Hugo Chávez, amigo de la familia Pascual, con más de 12 años de trabajador “golondrina”. “Yo aún no tomo la decisión de venirme, Dios dirá”, dice y cuenta que en la chacra les pagan aproximadamente 700 pesos la jornada y que el trabajo es mucho más amigable y en mejores condiciones. Además, para la época de cura la empresa les brinda todo lo necesario en ropa y equipamiento para que la recolección sea lo mejor posible. Un escenario que para ellos se presenta como ideal.

Por su parte, Valentín Rodríguez, de 35 años y con 3 hijos y 1 nieto a cargo, no puede dejar de emocionarse al pensar la nueva aventura que decidió emprender hace un mes y medio cuando contactó a Elvio y decidió venirse a Añelo dejando atrás el pasado. “Pienso después de que termine la temporada, en abril, traer a toda mi familia. Tengo fe que pronto los voy a tener conmigo”, dice contento y el cachete lleno de hojas de coca para “tirar en el día”.

El salario promedio es de 12.000 pesos y con eso viven ellos y sus familias. Muchos aún continúan mandando dinero a Jujuy.

Los trabajadores se reúnen los fines de semana a cocinar juntos comidas tradicionales del norte.
Juan Thomes

Un pueblo que sueña con dejar de ser pequeño, al abrigo de la producción petrolera.
Juan Thomes

“No nos podemos quejar, nosotros queríamos un futuro mejor para nuestros hijos y a eso vinimos. No queríamos darles lo mismo ”.

Mirta Martínez es oriunda de Yuto, Jujuy

Hacer una gran familia entre todas las familias

La chacra está a la vera de la ruta y el sonido de los camiones es constante. Las camionetas pasan a una velocidad alta y muchos son los perritos o gatitos que pierden su vida al costado, en el ripio. Belén hace poco perdió uno chiquito, blanquito, que era el preferido de su mamá.

“Me dejó de cama, era mi preferida”, dice Teresa mientras alza del suelo al heredero de la ya fallecida. Ella y su hija afirman que cuando se está lejos de casa, el apego a los animales y a toda persona se hace aún más fuerte.

Es por eso que los fines de semana todos los habitantes de Yuto, que trabajan en la chacra, se convierten en una gran familia que comparte sus costumbres: “Nos juntamos a hacer tamales, locro, empanadas norteñas, todo bien picante y condimentado, no como acá hacen la comida ”, agrega Teresa y se emociona de sólo pensar que en diciembre Belén irá a Jujuy y vendrá “recargada” de picantes y otros productos que no se encuentran en Añelo.

Con ese viaje, también la esperanza de poder contagiar a todos los familiares que quedaron allá en el norte y traerlos a “casa”.

Un pedacito de Jujuy crece en Añelo. Como de todas las comunidades del país en la zona y la llegada también constante de extranjeros.

A la espera del sueño del petróleo y de una mejor oportunidad de vida, como lo hicieron nuestros abuelos, expulsados por la guerra y la miseria, desde hace más de un siglo.

“Pienso después de que termine la temporada traer a toda mi familia. Tengo fe de que pronto los voy a tener conmigo”.

Valentín Rodríguez, raleador en las chacras. Tiene 35 años.

Datos

“No nos podemos quejar, nosotros queríamos un futuro mejor para nuestros hijos y a eso vinimos. No queríamos darles lo mismo ”.
“Pienso después de que termine la temporada traer a toda mi familia. Tengo fe de que pronto los voy a tener conmigo”.

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