“¿Y después qué?”

Ésta debería ser la pregunta obligada antes de tomar alguna decisión, ya que remite básicamente a las consecuencias, sea o no asertiva. El conflicto docente, acompañado y aprovechado por muchas protestas sociales, de otras tantas facciones, más allá de capitalizar una solución lleva a que la sociedad no avale este tipo de metodologías que, por otra parte, impiden un acuerdo sobre lo que queremos y hacia dónde vamos, profundizando aún más la brecha, que no podemos negar.

Lo cierto es que todas las opiniones son válidas y muchas de ellas, a cargo de algunos dirigentes que desde mi mirada pretenden convencer a sus seguidores con mentiras, deformando la realidad, sin darse cuenta de que la propia realidad los deja al desnudo, ya que posibilita que se termine sabiendo qué es lo que buscan detrás de estas viles maniobras. Hoy nadie se sorprende de que estos dirigentes tengan su vida y la de todos sus parientes muy acomodada, situación que no difiere de la de muchos políticos y otros que buscan en estas movidas un salto hacia la política, sin olvidarnos de que su permanencia en los cargos rinde pingües negocios justamente para conservar el poder.

A los llamados gordos de la CGT –epíteto extendido a todas las agrupaciones– no los hace diferentes, ya que en el fondo, en muchos casos, lo que dicen, hacen o a lo que inducen los termina comprometiendo con el delito. Simplemente, y como referencia, podemos recordar las palabras de Omar Viviani amenazando al dar la orden de que hay que dar vuelta el auto de aquel que pretende trabajar. En idéntico sentido se puede mencionar el apriete y las amenazas a la sociedad toda y a los gobiernos con intención de imponer sus caprichos, desafiando a la Justicia, los dictámenes del Ministerio de Trabajo; evitando el diálogo, los posibles acuerdos; imponiendo el desorden, el caos y en muchos casos la fuerza –la razón de las bestias o en todo caso el recurso de los ineptos– para luego arrogarse el éxito del paro del 6A, que de no haber sido por el de transporte se hubiese transformado en un verdadero y rotundo fracaso.

Lógicamente nadie quiere perder su posición de privilegio, su nicho de poder y la perpetuidad en el cargo, por lo tanto abogan y exigen a los gobiernos que se cumplan leyes que ellos mismos a la inversa no cumplen. No quieren la renovación, no quieren ser auditados, y menos en sus respectivas obras sociales. Y así podríamos nombrar una larga lista de negaciones que llevan en algunos casos varias décadas.

Estos dirigentes, entre otros de la talla de D’Elía, Yasky, Micheli, Baradel, María Laura Torre, Eduardo López y Guagliardo, sus referentes políticos y sus dirigidos que se escudan en mentiras y filosofías mediocres, van a insistir en recuperar el salario por las horas caídas, sus prebendas, sus propios negocios atados a las presiones constantes que les imprimen a los consejos provinciales de educación, olvidándose de que hay una sociedad que votó una forma distinta de resolver los problemas, básicamente con diálogo y con respeto por el que piensa distinto. Con pecheras de La Cámpora haciendo marketing con selfies que se burlan del dolor y sufrimiento de nuestros hermanos de Río Gallegos, Santa Cruz; con caras tapadas, palos, facas, tumberas, gritos, banderas y pancartas que faltan el respeto, desacreditan, descalifican e instalan el caos no solucionan absolutamente nada.

Del otro lado, sin enfrentamientos, hay un país que quiere y comienza a ser distinto, una sociedad convencida de que se avanza con trabajo, con jóvenes que quieren estudiar, algo que ustedes “Señores del pasado” insisten en derrotar a toda costa, olvidándose de que nos debemos un debate y una reforma profunda de todo el sistema educativo.

El salario es sólo una parte del todo, la educación es un “servicio público esencial que por ley no se le puede negar y menos privar a nadie”.

Nos olvidamos de educar, nos olvidamos de los alumnos, nos olvidamos del futuro de nuestra patria.

Silvano Giacolla Caruso

DNI 8.119.343

“Hay una sociedad que votó una forma distinta de resolver los problemas, básicamente con diálogo y con respeto por el que piensa distinto”.

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“Hay una sociedad que votó una forma distinta de resolver los problemas, básicamente con diálogo y con respeto por el que piensa distinto”.

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