Los sueños políticos
Por ADRIAN PECOLLO
pecollowa@yahoo.com.ar
La interna radical está en marcha y emerge judicializada.
El legislador José Luis Rodríguez llevará sus reclamos a la Justicia. Pide mayor apertura, es mucho para su UCR: días distintos para los comicios y elección completa de cargos partidarios y electivos. La línea oficialista convocó en un día –el 16 de julio– a elegir sólo la fórmula de gobernador y vice y los tres primeros lugares de la conducción radical.
Los restantes espacios electivos se pactarán en la Convención. Un instrumento «excepcional», pero nada novedoso para los radicales. Se repite desde 1998. Es más, Rodríguez resiste a un andamiaje que lo catapultó: su candidatura –como todos los cargos a diputados de 1999 y 2003– se resolvió con la Convención como órgano electoral.
La poca participación garantiza ese esquema. Los convencionales reflejan lealtales y responden a acuerdos de cúpulas. Deparan pocas sorpresas.
Las pretensiones de la COR son plausibles y convocantes, pero es difícil que logre –por sí misma– esa renovación (y la Justicia se resiste a involucrarse en estos temas partidarios). La COR es producto del mismo esquema madre. Además, se opone a Saiz, pero apoya a Verani en el partido. Sólo que hoy el poder está en otro lado.
Todo se sostiene en metas personales. El caso más reciente es la dispersión de la COR: Icare acordó y se fue con el Frente para la Victoria, y los intendentes –como Adrián Casadei– consolidaron entendimientos con Saiz. El vicegobernador De Rege está hoy en España con una misión comercial. Esta temporaria distancia geográfica también es política respecto de la estrategia y proyección de Rodríguez.
Una visión equívoca es interpretar esa actitud del vice como gesto de regreso a la fuente oficialista. De Rege revisa pasos y tiempos para su partida. Sabe que pocas razones lo retienen en esta UCR. Consolidó un estrecho lazo con el intendente Jorge Ferreira, con un compromiso mutuo de no agresión en Viedma. El jefe viedmense resistió los plazos de las internas. Pero ¿ya convocadas, Ferreira –decidido íntimamente por la reelección– tendrá un rol pasivo?
Se cultivan rencores y diferencias. Sentimientos que alentarán alguna vez una confrontación electoral en un radicalismo «aburguesado», sostenido en lealtades exclusivas a los gestores de poder por sobre la construcción en base a percibir reclamos y acercar soluciones a la ciudadanía.
El presente centro de decisión se sostiene en Saiz y Verani, una dupla cada vez más representativa de conveniencias ocasionales que de convicciones. Otros partícipes menores son Bautista Mendioroz y Daniel Sartor, algunos miembros del gabinete –como Francisco González e Iván Lázzeri– y ciertos amigos del gobernador.
Los riesgos exigen limitaciones electorales. Una necesidad a contramano de la promocionada reforma política. Ahora, oficialismo y PJ evalúan qué suman y qué restan a sus objetivos aquellas modificaciones, que ya son legislativas.
La diputada arista Magdalena Odarda fue esclarecedora. «Hay que seguir con la reforma, pero mientras tanto hay que cumplir con lo aprobado». Tiene razón. Hace cuatro años, la Legislatura avanzó en transparentar la política. Por caso, prohibió el acarreo de electores. En octubre del 2003, la elección de Cinco Saltos fue la primera experiencia. El Partido Humanista denunció prácticas de acarreo. No prosperó, pero el Tribuna Electoral Provincial analizó la cuestión en una resolución: en «la práctica es meramente declarativa» porque no se fijaron las sanciones y «todavía no hay reglamentación». Persiste esa ausencia legal. Además de alentar más reformas, el Ejecutivo expresaría una efectiva voluntad de completar esos cambios, que dependen de sus acciones.
Radicales y frentistas coinciden en detener la marcha. Son estrategias. El Frente anunció su oposición y su retiro del debate reformista. Una expresión en la que el PJ siguió a Arriaga y quedó encorsetado en otra contradicción: acompañó y firmó inicialmente el plan gubernamental, que había rechazado el diputado frentista.
En el actual sistema, el Frente participará con más chances en las elecciones si no hay acuerdos entre sus socios y concurre con listas de diputados separadas en los circuitos, siempre con una única fórmula para la gobernación. Una opción factible frente a las múltiples aspiraciones.
La UCR acompaña esa paralización, usando un argumento valedero: la necesidad de consensos. Una razón oportuna para quienes reniegan con demasiada facilidad de la búsqueda de coincidencias. Ocurre que el oficialismo no le facilitará nada y sostendrá el 22% de piso para acceder al reparto en los circuitos.
La marcha electoral de Bariloche acelera también los tiempos políticos. Saiz confía en recuperarla con su instalación y la de su gobierno, y con una lista de candidatos «notables». «Cualquier resultado será mejor que el del año pasado y será sin Icare», es su evaluación. La renovación de fidelidad con los referentes locales es todavía un complejo objetivo por cumplir.
Igual propósito tiene por delante el Frente. Icare reabre grietas internas. El jefe barilochense no otorga espacios y poco aporta a mejorar la relación con la dirigencia local del PJ. Además, los planteos de Icare erosionan la relación de Pichetto con Arriaga. Se reunieron esta semana y se forzaron para superar estas cuestiones domésticas.
No es sencillo. Los tres no logran alistar a los suyos. Su proyecto para votar el 1 de octubre no tuvo el apoyo de la edil justicialista Silvina García Larraburu. Al final, la elección será el 24 de setiembre. Sólo resta que mañana el Concejo de Bariloche formalice ese llamado.
Esas pugnas locales se neutralizan con acciones políticas, un papel asignado a Pichetto. Pero, en cambio, sus mandatos multiplican oposiciones internas, como ocurrió con el respaldo a la reelección de Icare. Por eso, «hay que resolver ya su candidatura para lograr alineamientos», dicen –con razón– en su entorno. Así, Pichetto se propuso esa resolución para agosto, interna mediante si es necesario. Pretende aquietar las aspiraciones de Soria y de Nemirovsci.
Hay otra resistencia. Arriaga tampoco tiene apuro. Se ilusiona y exagera ante algunos gestos. «El candidato del presidente es Pichetto. Por ahora», dicen que le comentó el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Fue suficiente para alentar un final abierto en el cipoleño, jugado a las encuestas. Para eso, Arriaga necesita seguir con las indefiniciones hasta octubre o noviembre.
Varias actitudes ratifican su ansiedad: el diputado desconfió y se irritió con Alberto Weretilneck cuando éste afirmó que en 60 días debería estar resuelta la fórmula. Arriaga volvió esta semana a la Línea Sur. ¿Una esforzada gira en beneficio ajeno? Ya no tiene apuro en la reunión del Frente con Kirchner. No quiere sorpresas. En un ámbito así, el presidente podría anticipar el apoyo a Pichetto, lo cual desestabilizaría su objetivo.
Se cruzan intenciones personales con objetivos políticos. Se mezclan vaguedades de políticas públicas con proyectos de poder. Son razones que aceleran los tiempos en Río Negro.
Por ADRIAN PECOLLO
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