Las picadas «legales» causan furor entre los jóvenes
De la clandestinidad en la calle se fueron al autódromo.La cita es a la medianoche, en Allen o Cipolletti.
CIPOLLETTI (AC).- El Fiat blanco llegó rugiendo a la «parada» del centro. Su apreciable escape, la corta distancia entre el suelo y el zócalo, cubiertas más anchas que las normales y un par de calcos daban lugar a pensar que esas horas de trabajo puestas sobre el auto buscaban sus frutos. Pero para saber hasta dónde podría dar, debía medir fuerzas.
Apenas lo vieron llegar el código quedó establecido. «Qué bueno está tu auto, pero con el mío te paso por arriba», desafió el dueño de un Gol. La respuesta no se hizo esperar, y aunque llegó a modo de pregunta a su vez encerró una afirmación. ¿»Adónde vamos»?. «A la avenida de circunvalación», contestó el joven. Ambos se subieron a sus «facheros» autos y salieron a escape libre para el lugar indicado. Atrás, un grupo de seguidores de uno y otro, conformaron una especie de caravana. Nadie quería perderse el duelo de la medianoche.
Bien pudo haber sido ésta una situación real planteada hace un par de años atrás cuando, especialmente los viernes por la noche, una de las angostas calles de chacras se convertía en un escenario donde la velocidad, las apuestas, la música a todo volumen y el alcohol se convertían en el eje de la actividad.
Una salida
Esto no es más ni menos que el folklore de las picadas. Hasta hace poco tiempo, una forma de sentir la velocidad en la cara para los jóvenes, una molestia para el resto de los mortales y un dolor de cabeza para las autoridades.
Mientras las quejas de los vecinos se acentuaban y la policía no encontraba respuestas, a alguien se le ocurrió una idea. ¿»Y si legalizamos las picadas»?.
Entonces, en Allen le dieron luz verde a una de las rectas del autódromo para que los viernes por la noche los jóvenes no hagan peligrar a los demás en carreras clandestinas y sin mínimas condiciones de seguridad.
Al poco tiempo, el futuro autódromo de Cipolletti también tuvo su recta de unos 700 metros para que en poco más de 11 segundos los «pisteros» transiten el cuarto de milla (402 metros). Si la transgresión tiene en los jóvenes a sus principales seguidores y cuando todo se legaliza no mantiene el mismo sabor por aquello del encanto de lo prohibido, éste no fue el caso.
Todos los viernes, en Allen o en Cipolletti, más de dos mil personas, un número envidiable para cualquier espectáculo deportivo, se coloca a los costados de una recta para gritar, sentir de cerca el ruido infernal de algunos autos, tomar cerveza, comer un choripán o delirar gritando por sus preferidos. Ni qué decir si además se trata de un Ford o un Chevrolet. Porque aunque los más veteranos, aquellos seguidores del viejo Turismo de Carretera no entiendan demasiado de esto, la rivalidad entre una y otra marca sigue siendo la misma de aquellos tiempos. No es otra cosa que la esencia del automovilismo nacional. Como Boca y Ríver.
Uno de los aspectos principales por los que se temió en este tipo de actividades es la seguridad. Nadie quiere pensar qué podría haber sucedido con un vehículo lanzado a más de 160 kilómetros por hora y sin control en una callecita como la que une a la ruta 22 con la provincial 65 a la altura de la Isla Jordán o en cualquier otra ciudad del Alto Valle en donde estas prácticas suelen ser habituales. Todo esto, enmarcado por una cantidad importante de jóvenes, en algunos casos en dudoso estado de sobriedad.
Los dirigentes de la subcomisión de automovilismo del club Cipolletti, organizadores de estas nuevas picadas, explican la situación. «El tema principal para nosotros es el de la seguridad. Nuestra recta es amplia, tiene vías de escape y buena visibilidad. Además –dicen– asiste regularmente una ambulancia, los corredores tienen un seguro especial y exigimos algunos elementos como casco y cinturones».
¿Quiénes pueden correr entonces? Si bien se exigen algunas condiciones mínimas, más allá de que el furor que esta actividad ha despertado lleve a observar vehículos de todo tipo y condición, todo aquel que tenga alguna duda sobre la velocidad de otro coche podrá desafiarlo a correr. Claro que también uno se puede topar con una cupé Chevy con el motor dentro de la carrocería, un Fiat 600 propulsado con nitrógeno, una moto de 125 cc. imparable, una cupé Ford 49 con motor V8, un Fiat 147 con caja de cambios «arrimada» y un motor con tantos retoques que ya no servirá para otra cosa que para las picadas.
La fiesta comienza en el centro de cada una de las ciudades un poco antes de la medianoche. Allí se muestran los autos cual «pura sangre» antes de una competencia. En grupo se trasladan hasta el autódromo que en la ocasión le toque organizar las pruebas, algunas cervezas, música «al mango», y a disfrutar. Lo demás es adrenalina pura.
Patrimonio de veinteañeros con guiño a los adultos
Está claro que en gran mayoría el público de las picadas da un perfil de jóvenes entre 20 y 25 años. Sin embargo esto está lejos de ser absoluto porque parece que el espectro en cada reunión se amplía más.
En los próximos tiempos, entrando ya en la temporada invernal, las pruebas se programarán los domingos por la tarde.
Aquí aparecen algunas apreciaciones que tienen que ver con el éxito o fracaso de esta decisión.
Mientras un sector de gente que algo tiene que ver con la actividad opina que las competencias nocturnas tienen una rotunda aceptación porque los jóvenes encuentran un buen ámbito donde divertirse, tomar cerveza, escuchar música y pasarla bien, es decir, sustituir al «pub» con una pista de carreras; otros creen que esta idea podrá abrir aún más a otro sector. Familias con ganas de ver un espectáculo distinto terminarían por reemplazar el ambiente juvenil que reina por estos días.
Es cierto que si alguien tuviese que solicitar el padrinazgo de esta actividad, el patrimonio le correspondería a los jóvenes. Pero también deberá reconocerse que a partir de la «legalización», mecánicos, padres de familia, «tuercas» en general y curiosos, conforman la «fauna» semanal que contribuyen al éxito de estas presentaciones.
Deberá convenirse además que uno de los importantes ingresos económicos para los organizadores aparece por el lado de la venta de bebidas y comida. En las noches de verano los litros de cerveza y de vino en «tetra» salen como «pan caliente». Esto complementado con choripanes que sobre la medianoche y en horas de la madrugada vienen de perillas. (L. B.)
Autos de exposición
Las marcas que imagine con las innovaciones que se le ocurra. El chico observaba las «patonas» del Fiat Uno que bramaba como un toro enjaulado. A pocos metros de él, su padre quedaba fascinado por una cupé Chevy con el motor adentro de la carrocería. En la otra punta, el propietario de un Ford Falcon le quitaba el capó al vehículo para dejar al descubierto la tapa cromada y una gran toma de aire. Al acelerarlo, se movía todo. En el medio, varios jóvenes se admiraban por un Fiat 600 que lanzado en el cuarto de milla hacía admirar a los espectadores por la potencia de ese «caño».
Esta es, en definitiva, una nueva forma de automovilismo, el furor despertado en esta mezcla de deporte, apuestas y copia de lo que ocurre en otros países, como las picadas de los Estados Unidos o los «arrancones» de México. Pero también hay lugar para los más humildes. Aquellos que utilizan el auto para trabajar durante toda la semana y los viernes por la tarde le quitan los asientos, «tocan» un poco el motor, le cambian las cubiertas, algunos hasta ponen algunas bolitas de naftalina en el combustible…Y a correr.
Si hasta existen versiones no confirmadas que algunos muchachos que tenían ganas de despuntar el vicio alquilaron un auto en una agencia, lo acondicionaron, corrieron y lo devolvieron a la mañana siguiente. Una salida a falta de otros recursos. (L. B.)
Una «fauna» rugiente y veloz
Las luces se encienden. Roja, amarilla, otra vez amarilla… y por fin la verde que da vía libre. El humo de las cubiertas, el olor característico de la mezcla de nafta, aceite y líquido de frenos invade la pista.
Las cabezas acompañan a los protagonistas que desandan el cuarto de milla. En algo más de once segundos, uno de los semáforos electrónicos «marca» el ganador y anuncia el tiempo registrado. Mucha tensión en pocos segundos. Así, sin parar y una tras otra se van ordenando las pruebas que podrán ser en algunos casos desafíos personales y en otros, instalarse en el marco de un torneo organizado.
¿Los más populares? «La cucaracha», una cupé Ford que aparece poco menos que invencible a la hora de acelerar. «La Anaconda» es la cupé Chevy cuya particularidad es tener el motor adentro de la carrocería. El «Tractor amarillo», un Falcon con mecánica de Di Nezio y «La vengadora», viene de Allen para recuperar el título.
Pero sin dudas los más esperados son, aunque parezca mentira, dos Fiat 600. «El diablito» y «Gasparín» por ahora no parecen tener contra, tanto por popularidad como por velocidad.
Las categorías no guardan relación con la potencia. Se establece una división de acuerdo a los tiempos registrados. Esto garantiza la paridad. Por ahora las competencias no están oficializadas por la Federación Regional Once de automovilismo, organismo que en la zona rige la actividad. Es que tampoco existe un reglamento general.
No necesariamente el vehículo más grande es el que tiene mayores chances de ganar en este tipo de pruebas. El secreto radica en encontrar la relación entre reacción y velocidad final en el tramo más corto. Cuando comienzan a «tirar cambios» llegan a superar a los 200 kilómetros en ese corto tramo.
Lalo Brodi
De la clandestinidad en la calle se fueron al autódromo.La cita es a la medianoche, en Allen o Cipolletti.
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