De la Eslovenia natal a Bariloche
“Yo nací en Eslovenia, cerca de los Alpes. Allí se formaba mucha gente de montaña. La montaña más alta de los Alpes Julianos es el Triglav y el Triglav tiene una de las laderas más famosas del mundo entero, son kilómetros de paredes de gran altura. Allí venían de todo el mundo los escaladores y yo tenía un vecino que era el mejor escalador de aquella época previa a la II Guerra. Cuando terminó la guerra, él tenía ya más de 60 años y volvió a escalar la pared por una de las rutas más difíciles y que hoy lleva su nombre. Hoy naturalmente todo ha cambiado y los escaladores de hoy en día con todos los medios modernos y toda la ayuda que tienen pueden lograr cosas mucho más difíciles. Nosotros hablábamos de grado “6 (+Plus) que era lo máximo que un ser humano podía hacer en escalada y hoy en día hablan de grado 8 y 9. Parece mentira.
Los primeros dos años en Austria no los pasé muy bien. Trabajaba en una librería y en mis tiempos libres me iba a la montaña a las que subía en verano y en invierno. Luego me vinculé al mundo del esquí y allí se me abrieron todas las puertas. Me hicieron socio del Club y me invitaron a un entrenamiento con un entrenador que pertenecía al equipo nacional de Austria. Se llamaba Zitterer y en el año 1947, junto a otros austriacos y suizos vino a Bariloche a correr el Kandahar de los Andes. Mientras que estábamos entrenando en Austria, el entrenador no hablaba de otra cosa que de Argentina y de Bariloche: “que buena gente, que bien que los atendieron, que bien que la pasaron, que lindo lugar, que linda montaña”. Yo sabía que teníamos que migrar algún día a algún lado y me dije no iba a ser a la Argentina sino a Bariloche! Con Martín Jerman teníamos todos los papeles para irnos a los EEUU pero lo pude convencer de venir acá. Y así venimos a la Argentina. Era el año 1949 y yo tenía 21 años. En Buenos Aires me enfermé y tuve que estar dos meses en cama. Jerman se encontró con otro amigo, Fleré. Cuando recibí la tarjeta dejé el hospital y me subí al tren para el sur. Y cuando llegué a Bariloche no pude creerlo. Una de esas cosas que le quedan a uno para toda la vida en la memoria. Nosotros venimos de un lugar muy lindo en Eslovenia pero todo es chiquito. Acá todo es grande. Cuando vi el lago Nahuel Huapi y las montañas medio nevadas ¡Que belleza! Que bien hicimos en venir.”
Ciudadanía instantánea
“Gerardo Watzl y yo éramos los dos únicos que cuando nos invitaron no éramos argentinos. Cuando fuimos a ver a Perón, que en ese entonces era Presidente, él se enteró de que éramos extranjeros. Perón cuando lo conocí era una persona carismática y además conocía más de la montaña y del esquí que cualquier otro de la expedición al Himalaya. Cuando se dio cuenta que yo tenia experiencia me llevó a un rincón y estuvimos hablando ahí un largo rato y eso que yo no hablaba muy bien el castellano. Dejaba esperar a los demás para seguir hablando de la montaña. El había ido a Italia para hacer un curso de Montaña en Courmayeur (Piamonte) y había aprendido un montón. En realidad yo no tenía ninguna nacionalidad. Perón me apuntó así con el dedo diciendo: “si ustedes quieren ir a la Expedición Argentina al Himalaya tienen que ir como argentinos”. Un tiempo atrás yo había estado en el equipo de esquí para ir a las olimpíadas de Oslo y no pude ir porque no conseguí la ciudadanía. Durante semanas estuve en Buenos Aires frente a las mismas puertas que ahora estaban todas abiertas. Perdí así la única olimpíada en la que hubiera podido participar en el año 1952 en Oslo. Ahora lo conseguí en sólo dos días y con cafecito y “señor siéntese”.
Un DC3, 200 Coolies y en clave Morse
“Nosotros tuvimos mucha suerte porque había solamente tres aeropuertos muy precarios en Nepal y no había caminos todavía, solo sendas en la selva en la que había víboras, había tigres, había de todo. Tuvimos suerte que desde la India pudimos hacer vuelos hasta Pokhara en un DC3 todo destartalado y nos llevaron las cosas hasta ahí. El edificio del aeropuerto eran tres palos con techo de paja y adentro una mesa, una silla y una maquina de escribir. ¡Ese era el edificio del aeropuerto! Allí nos organizamos porque teníamos unas tres semanas de caminata de aproximación por un valle en la selva. Al final teníamos como 200 coolies (porteadores) que cargaban 12 toneladas de materiales. Al principio lo hicimos por esas sendas de la selva con ponnys, con burritos. Todavía en el aeropuerto, para dormir adentro de aquel galpón, sacábamos las cosas afuera. Teníamos unos quesos redondos que dejamos afuera. De noche, las hienas con su risa tan característica, se llevaron todos los quesos que luego estaban desparramados por todo el aeropuerto. Bueno así fue. Y caminábamos abriendo una senda en la selva a lo largo de ríos torrentosos como el “Mayangdi Kola” y teníamos que hacer puentes para cruzarlo. Volteaban un árbol que caía sobre el río y servia como puente. Era peligrosísimo para cruzar con carga. Yo leo que hoy en día por ejemplo, escriben un montón. Nunca vi que alguien escribiera tanto en una expedición. Me parece fantástico y yo lo leo todos los días. Es muy distinto a aquella época. En esa expedición teníamos un radio operador, Antonio Gil, que era bueno y que era el primero que había trasmitido señales desde el Aconcagua. Era famoso en esa época. Pero se cayó el burro y se rompieron las baterías que teníamos. Igualmente se las arregló para que más o menos pudiéramos tener una comunicación en clave Morse. Lo que más nos interesaba era el tema del monzón. Uno está pendiente todo el tiempo para saber donde está. Empieza del lado oeste y se puede calcular cuanto tiempo se tiene hasta que llegue allí. No esterábamos por Morse, eran otras épocas. Hoy en día, para hablar con Europa desde el Catedral, es más fácil que hablar aquella vez desde el campamento IV hasta la Base.”
“Yo nací en Eslovenia, cerca de los Alpes. Allí se formaba mucha gente de montaña. La montaña más alta de los Alpes Julianos es el Triglav y el Triglav tiene una de las laderas más famosas del mundo entero, son kilómetros de paredes de gran altura. Allí venían de todo el mundo los escaladores y yo tenía un vecino que era el mejor escalador de aquella época previa a la II Guerra. Cuando terminó la guerra, él tenía ya más de 60 años y volvió a escalar la pared por una de las rutas más difíciles y que hoy lleva su nombre. Hoy naturalmente todo ha cambiado y los escaladores de hoy en día con todos los medios modernos y toda la ayuda que tienen pueden lograr cosas mucho más difíciles. Nosotros hablábamos de grado “6 (+Plus) que era lo máximo que un ser humano podía hacer en escalada y hoy en día hablan de grado 8 y 9. Parece mentira.
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