Según lo veo…: La opción trumpista de Javier Milei 

El presidente Javier Milei busca ocupar el lugar emocional que tuvo el peronismo durante décadas en el país. Para eso, prefiere sumar desencantados antes que aliarse con el PRO.

A pesar de los reveses de los meses últimos, Javier Milei aún se cree destinado a liderar un gran movimiento nacional que ponga fin a la larga decadencia del país. Espera incorporar a buena parte del electorado de PRO a la nueva mayoría que tiene en mente, pero influido por su hermana Karina y otros integrantes de la cúpula gobernante, prefiere mantener a raya a los dirigentes macristas. Además de temer que el expresidente Mauricio Macri y sus allegados los priven del protagonismo que disfrutan, los libertarios de la primera hora entenderán que tenerlos a su lado los harían menos atractivos a ojos de los desencantados con el peronismo cuyo apoyo necesitarán. Saben que, a menos que consigan millones de votos procedentes de las capas más pobres de la sociedad, no les sería posible crear el movimiento de masas con que sueñan. 

Si sólo fuera cuestión de su actitud respectiva frente a los problemas macroeconómicos del país, Milei y Macri tienen tanto en común que sería lógico que “fusionaran” a los partidos que les responden, pero en otros aspectos son muy diferentes. También son diferentes los núcleos de sus respectivos electorados. Milei se ha mostrado capaz de enfervorizar a muchos jóvenes de familias peronistas. Lo ha hecho aprovechando el rencor comprensible que sienten hacia los personajes que consideran responsables de la situación nada buena del país, una “casta” que, desde luego, incluye a políticos como Macri. Aunque pocos manifiestan interés en teorías económicas, el que Milei se afirme profeta de una radicalmente nueva los entusiasma.

No extrañaría, pues que Milei y, desde luego, su hermana, sintieran que les convendría más procurar seducir a quienes han perdida la fe en el peronismo que limitarse a congraciarse con los macristas y radicales, tan altaneros ellos; dan por descontado que el grueso de sus votantes seguirá apoyándolos porque a su juicio la alternativa sería peor. Para que La Libertad Avanza crezca como prevén, tendrían que incorporar a una parte sustancial del peronismo.

Muchos dirían que se trata de una misión imposible. Sin embargo, Donald Trump, el político extranjero más admirado por Milei, se las arregló para desplazar al viejo liderazgo del Partido Republicano que en el mundillo político de Estados Unidos había desempeñado un papel muy similar a aquel de PRO en la Argentina y, haciendo uso de la retórica beligerante que tanto le gusta, atraer a sectores importantes de la clase obrera y media baja que tradicionalmente habían adherido al Partido Demócrata.

Sorprendería que no se le hubiera ocurrido a Milei procurar emular a su ídolo norteamericano. Si tiene éxito, la política nacional se reconfiguraría, con La Libertad Avanza ocupando el espacio emocional que durante tres cuartos de un siglo era del peronismo y la oposición principal llenando el que, por un rato, pertenecía al Juntos por el Cambio.

Antes de las elecciones de 2023, parecía que la Argentina se había acostumbrado a una variante propia del bipartidismo en que Juntos por el Cambio se enfrentaba al peronismo kirchnerista, dejando poco espacio a los partidos menores, pero el triunfo de Milei dinamitó el esquema así supuesto. La coalición que se había construido en torno al PRO de Macri se cayó en pedazos y, de manera menos explícita pero aún más confusa, el peronismo se dispersó a la espera de la llegada de un nuevo caudillo que sería capaz de reordenarlo. Huelga decir que la incertidumbre generada por la fragmentación política está incidiendo negativamente en la evolución de la economía que a buen seguro se vería beneficiada por un grado mayor de previsibilidad.  

Es que la democracia funciona mejor cuando sólo dos partidos están en condiciones de disputar el poder, como ha sido el caso desde hace más de un siglo en Estados Unidos y el Reino Unido. En dichos países, los republicanos y demócratas, o conservadores y laboristas, se ven obligados a alcanzar consensos internos antes de tratar de convencer a los votantes de sus méritos. Por tal motivo, se acostumbran a discutir minuciosamente los pros y los contras de las medidas propuestas con el objetivo a llegar a acuerdos que todos estarán dispuestos a defender en público.

 Si bien el bipartidismo perjudica a grupos minoritarios, en especial a los comprometidos con causas determinadas, sirve para asegurar la gobernabilidad. Como acaban de recordarnos los alemanes, las coaliciones formadas por partidos distintos suelen ser quebradizas. Aunque a veces las diferencias entre las facciones internas de un partido amplio pueden ser lo bastante grandes como para provocar una ruptura formal, no es algo que ocurre con frecuencia es sociedades habituadas a que haya dos partidos significantes.


A pesar de los reveses de los meses últimos, Javier Milei aún se cree destinado a liderar un gran movimiento nacional que ponga fin a la larga decadencia del país. Espera incorporar a buena parte del electorado de PRO a la nueva mayoría que tiene en mente, pero influido por su hermana Karina y otros integrantes de la cúpula gobernante, prefiere mantener a raya a los dirigentes macristas. Además de temer que el expresidente Mauricio Macri y sus allegados los priven del protagonismo que disfrutan, los libertarios de la primera hora entenderán que tenerlos a su lado los harían menos atractivos a ojos de los desencantados con el peronismo cuyo apoyo necesitarán. Saben que, a menos que consigan millones de votos procedentes de las capas más pobres de la sociedad, no les sería posible crear el movimiento de masas con que sueñan. 

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