Escuelas y celulares: ¿muerto el perro se acabó la rabia?
La relación entre las escuelas y los celulares no puede verse como una batalla, sino como una oportunidad para preparar a los ciudadanos en un mundo digital. Es fundamental que las leyes y las instituciones acompañen la enseñanza de prácticas responsables y críticas en este escenario complejo.
El celular es sólo un dispositivo en el que convergen variadísimas prácticas que realizamos en los entornos digitales; es la punta del iceberg de algo mucho mayor. Lo digital nos ha transformado como sociedad. Principalmente, las prácticas de lectura y escritura que atraviesan nuestra vida social y que es deber de la escuela enseñar. Entonces, tenemos que pensar seriamente esta relación. Pero no sólo la relación de la escuela con el celular, sino de la educación -porfiadamente analógica- con los entornos digitales.
Es verdad que uno de los aspectos a analizar son los riesgos y adicciones por el uso excesivo, descuidado y desinformado del celular, no sólo en los niños. La reciente ley neuquina sobre el uso del celular en las escuelas da sobrados argumentos de los problemas de salud física y mental que acarrea el celular. Pero pareciera entender que esos problemas se resuelven sólo en la escuela y no en otras instituciones.
Tomemos por caso la familia: podríamos preguntar a muchos padres y madres si un día se animarían a depositar a sus hijos pequeños en una ciudad desconocida, totalmente desregulada, solos, para que se manejen a su antojo. Seguramente nos dirían que no. Sin embargo, no tienen ningún inconveniente en darles un celular, pagar fortunas por ello, argumentar su necesidad y usarlo como chupete electrónico (“si no, llora”, “así me deja charlar”).
La escuela históricamente se ha ocupado de temas de salud, pero no para resolverlos, sino para enseñar y concientizar sobre su cuidado. Entre los objetivos de la escuela están: alfabetizar -en sentido amplio- sobre este mundo complejo en el que habitamos; el comportamiento ético y responsable de la ciudadanía; la mirada crítica de la sociedad y sus discursos.
Pero la educación no es responsable directa de los problemas de salud. Para ello están los hospitales públicos, el control del niño sano, las campañas estatales de cuidado y prevención (que suelen realizarse a través de la escuela), la acción social y por supuesto la familia. Si sólo se atiende el problema en la escuela, se le está pidiendo -otra vez- que sea un dique de contención de problemáticas que explotan por no haber sido atendidas donde correspondía. A la escuela hay que exigirle su deber: enseñar.
¿Y qué debe enseñar la escuela en este nuevo escenario? Los entornos digitales son el mundo que habitamos y muchas de nuestras prácticas se resuelven con este dispositivo llamado celular. A través del celular tenemos relaciones de amistad, amor; comercio, estafas. Hay estudio, consumos culturales, búsqueda de información y también información falsa. Hay ciudadanía y trámites en oficinas del Estado y en empresas. Hay compras: miramos ofertas, comparamos precios y agregamos al carrito. Hay saludos de cumpleaños y celebraciones, maltratos, insultos, difamaciones. Hay actividades políticas y proselitistas -de las dos-. Hay engaños, trolls, polarización de ideas y sus consecuencias: para la psiquis humana y para la democracia. Hay más que nunca numerosas prácticas de lectura y escritura, muy diferentes a las que conocíamos hasta ahora y que requieren nuevas habilidades.
Preparar ciudadanos para este escenario social es deber de la escuela. Una buena parte de esa enseñanza son las prácticas letradas en el mundo digital, lo que implica ampliar el concepto de alfabetización. Tomemos sólo un pequeñísimo ejemplo: enseñar a buscar información confiable en un océano de datos de desconocidos orígenes, sin curaduría ni bibliotecario que oriente en la búsqueda: ¿todos lo sabemos hacer?, ¿Todos sabemos discriminar información confiable de la falsa?
Pero para que todo esto suceda, la escuela y el celular no pueden estar enemistados. Si gran parte de nuestra vida transcurre en los entornos digitales, la escuela tiene muchísimo por enseñar y hacer.
Las demás instituciones -Salud Pública, familia, Legislatura, Acción Social- deberán hacer cada una su parte. Para ello, las leyes deben proponer abordajes integrales. La Ley 3520 de Neuquén está fundamentada en los riesgos a la salud, pero sólo legisla en la escuela. En el caso de Río Negro, solamente hay proyectos de ley que abordan distintos aspectos de los entornos digitales: x, como informática, robótica e inteligencia artificial y una alfabetización digital crítica. Son propuestas más integrales que contemplan todas las patas del asunto. Pero aún no se tratan en la Legislatura.
Todavía hay muchísimo camino por recorrer en ambas provincias.
Argentina y España contra un enemigo común
(*) Docente de Lengua en el IFDC de General Roca y de Villa Regina.
Comentarios