Ballenas en acción: cómo enriquecen las aguas de Península Valdés
Expertos de la Argentina, España y Corea del Sur aprovecharon la presencia de miles de ballenas en la Patagonia para estudiar sus efectos únicos sobre el ciclo del carbono y la biodiversidad marina.
Las ballenas francas australes irrumpen cada año en el Golfo Nuevo. Su llegada no sólo anima la costa: cambia el mar desde adentro.
Científicos de la Argentina, España y Corea del Sur publicaron un estudio en la revista Marine Environmental Research en el que revelaron que la actividad de las ballenas aumenta la materia orgánica disuelta y convierte a la Península Valdés en una fábrica natural de carbono para el Atlántico Sur.
El equipo halló que el Golfo Nuevo, la bahía semicerrada ubicada en la costa de la provincia de Chubut, junto a la Península Valdés, es un sistema altamente productivo que actúa como una fuente principal de materia orgánica disuelta para la plataforma del Atlántico Sur.
Durante la temporada de ballenas, las concentraciones de carbono y nitrógeno orgánicos disueltos suben un 37% y un 41%. El agua se vuelve más rica en nutrientes, y el ciclo del carbono recibe un empujón natural gracias a la presencia y comportamiento de estos mamíferos.
El estudio fue realizado por Luis Egea y Rocío Jiménez-Ramos, de la Universidad de Cádiz, en España, Valeria D’Agostino, Mariana Degrati, Sebastián Giacomino y Rocío Lóizaga, del Centro para el Estudio de Sistemas Marinos del Conicet en Chubut. También colaboraron científicos de la Universidad Nacional de Seúl y el Instituto Coreano de Ciencia y Tecnología Oceánica.
Mar que vibra
Los investigadores se centraron en la materia orgánica disuelta (DOM), una mezcla de carbono y nitrógeno que viaja en el agua y sostiene la vida marina. Quisieron saber cómo la llegada de miles de ballenas francas australes impacta sobre ese delicado equilibrio en Península Valdés.
Hasta ahora, casi nadie había medido el efecto real de tantos mamíferos marinos en la química del mar.
El equipo de científicos consideró que la presencia de las ballenas durante la temporada de cría aporta carbono orgánico disuelto lábil, tanto de manera directa por la liberación de heces ricas en carbono, como indirecta por el estímulo al fitoplancton a través de la movilización de nutrientes, lo que se conoce como “bomba de ballena”.
Golfo Nuevo fue el laboratorio perfecto para probar esta hipótesis. En primavera, miles de ballenas llegan para reproducirse, y la región se transforma en una de las mayores zonas de cría del hemisferio sur.

Señales en el agua
El equipo instaló tres estaciones de muestreo desde Puerto Madryn hasta la salida del Golfo. Tomaron muestras de agua a 10, 30 y 70 metros de profundidad en dos momentos: verano (sin ballenas) y primavera (con ballenas).
Se tomaron muestras de agua para saber cuánta materia orgánica había y de dónde venía. En la temporada de ballenas, el carbono orgánico disuelto llegó a 334,6 micromoles por litro, bastante más que los 245,1 que se registraron sin ballenas. El nitrógeno también subió: pasó de 25 a 35,3 micromoles por litro.
El estudio resaltó que el carbono orgánico disuelto y el nitrógeno orgánico disuelto aumentaron significativamente en un 1,37 y 1,41 veces, respectivamente, de la temporada sin ballenas a la temporada de ballenas.
El mayor incremento se observó en la superficie y el centro del golfo. Al analizar el origen de estos elementos, los resultados mostraron que, durante la presencia de ballenas, la mayor parte del carbono orgánico disuelto en el agua proviene del mar, sobre todo de las propias ballenas y del fitoplancton.
El equipo también midió cuánta de esa materia sirve de alimento a las bacterias. Entre el 18,6% y el 52,7% del DOC resultó utilizable, y esa fracción fue mayor cuando había ballenas. El informe explica que “la presencia de ballenas durante la temporada de cría incrementó la fracción lábil del DOC, estimulando el sobreconsumo microbiano de carbono”.
Este proceso, conocido como “bomba microbiana de carbono”, transforma el material fresco aportado por las ballenas en carbono más resistente, que puede persistir en el mar.
Los valores de DOC y DON en Golfo Nuevo se ubican entre los más altos de las costas del mundo, lo que refuerza la singularidad de este rincón patagónico
El mar pide atención
Los investigadores sostuvieron que el aporte de materia orgánica disuelta de origen marino, favorecido por las ballenas, es un mecanismo natural de captura de carbono poco valorado. Recomendaron sumar a los grandes mamíferos marinos en los planes de conservación y lucha contra el cambio climático.
Igualmente reconocieron que las campañas de muestreo se hicieron solo en tres estaciones y dos temporadas, lo que limita la generalización de los resultados. Además, resulta difícil precisar el origen exacto del carbono orgánico disuelto en ambientes costeros complejos.
Sin embargo, los científicos resaltaron que “estos resultados resaltan el papel previamente poco apreciado de las ballenas para modelar el reservorio de materia orgánica disuelta en ambientes costeros protegidos”. Así, el mar y sus ballenas muestran que cada migración suma en el ciclo global del carbono.

La increíble recuperación: de la extinción al crecimiento lento pero constante
La ballena franca austral (cuyo nombre científico es Eubalaena australis) vive en el hemisferio sur y migra grandes distancias. Se alimenta de pequeños organismos como copépodos y krill en zonas de alta productividad, y cada año llega a Península Valdés entre junio y diciembre para reproducirse y tener sus crías.
Durante su estancia, las hembras amamantan a los ballenatos y, tanto adultos como crías, pueden alimentarse en aguas del Golfo Nuevo, donde las ballenas también contribuyen a la dinámica de nutrientes del mar.
En la actualidad, la población mundial de ballena franca austral ronda los 4.700 ejemplares en el Atlántico suroccidental, según estimaciones recientes. Aunque esta especie estuvo al borde de la extinción por la caza comercial, su número ha venido creciendo a un ritmo aproximado del 3,5% anual en los últimos años, aunque ese crecimiento ahora es más lento.
Entre las amenazas que enfrenta se encuentran la colisión con embarcaciones, la contaminación, el enmallamiento en redes de pesca y episodios de alta mortalidad de crías en Península Valdés.
Aproximadamente el 36% de la población de ballenas utiliza cada año el Golfo Nuevo, cerca de la costa de Chubut, como zona de reproducción y cría.
Además, se descubrió que las ballenas no solo paren y amamantan a sus crías en la zona, sino que también se alimentan en el golfo, lo que contribuye a enriquecer el ecosistema marino con nutrientes y materia orgánica. Estos comportamientos refuerzan el papel de la especie en la salud y productividad del mar patagónico.
Las ballenas francas australes irrumpen cada año en el Golfo Nuevo. Su llegada no sólo anima la costa: cambia el mar desde adentro.
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